¿Cremas con ADN?
El sector de la cosmética sigue creciendo. Se espera que durante este 2022 se superen los 8.100 millones de euros que facturó en 2021 ... la industria cosmética y de perfumería en España. Durante el verano el consumo de cosméticos aumenta aún más. Las razones son dos: el cuidado de la piel ante la radiación solar y la preocupación por la apariencia física. Sobre protectores solares escribí hace unas semanas. Hoy toca hacerlo sobre un tipo de productos muy 'especiales' destinados a mejorar nuestro aspecto.
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Dentro del marketing que rodea a los cosméticos hay uno que destaca por encima de todos y al que bauticé hace años como marketing pseudocientífico. ¿A qué me refiero? Las últimas encuestas de percepción social de la ciencia reflejan que el ciudadano tiene cada vez mayor confianza en la ciencia y en la labor del científico. Aprovechándose de esta situación, muchas empresas utilizan en la publicidad de sus productos palabras, vocablos, frases y eslóganes donde los términos científicos abundan. El objetivo es claro: usar la buena predisposición del consumidor hacia todo lo que suene a ciencia para darle prestigio a sus productos. Sin embargo, detrás de muchos de estos eslóganes no hay mucho rigor científico.
Uno de los hechos más curiosos que existen en el campo de la publicidad científica es lo que está ocurriendo con la genética, la biotecnología y la biología molecular. Según el sector comercial del que estemos hablando, la presencia de conceptos relacionados con estas disciplinas científicas produce en el consumidor una sensación de desaprobación o de aceptación. Si en el campo de la alimentación todo aquello que huela a genética o transgénicos provoca un incomprensible rechazo, en la cosmética pasa, sorprendentemente, todo lo contrario. La biología molecular, la biotecnología y la genética están de moda y estamos dispuestos a pagar más por productos que usen estos vocablos.
Por esta razón infinidad de cosméticos introducen en su publicidad palabras como 'gen', 'ácido nucleico', 'biotecnología' e incluso se ha desarrollado toda una 'ciencia de los genes'. Pero, sin duda alguna, el término que más se repite en los cosméticos que emplean el marketing pseudocientífico es 'ADN' (abreviatura de ácido desoxirribonucleico, un ácido nucleico que contiene las instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos y algunos virus y que también es responsable de la transmisión hereditaria).
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Introducir las siglas ADN en la publicidad de un producto de belleza es sinónimo de éxito. Si además le sumamos el verbo 'regenerar', el triunfo de nuestro potingue está asegurado. Un ejemplo lo tenemos en algunas cremas regeneradoras de filamentos de ADN que prometen dar un aporte extra de ácidos nucleicos a la piel, proteger al ADN frente a agresiones externas, frenar el envejecimiento prematuro de la piel, reforzar la hidratación y muchas cosas más. ¿Son seguras estas cremas? Sí. ¿Son legales? Sí. ¿Hay rigor científico detrás de su publicidad? Veamos.
Hay una cosa que no me queda clara de estos cosméticos: ¿regeneran el ADN intrínseco o aportan ADN externo? Su publicidad sugiere claramente que estas cremas regeneran los filamentos de ADN pero también dicen que estos cosméticos tienen un alto contenido en ADN. ¿En qué quedamos? En realidad, da igual. La barrera que representa nuestra piel evita que, en el caso de existir ADN en las cremas, nuestro organismo no lo absorba. Si cada vez que la piel entrara en contacto con una molécula externa, esta se absorbiera tan fácilmente tendríamos un problema. Esto no quiere decir que la piel sea totalmente impermeable, sino que es una barrera selectiva, y el ADN no está entre las moléculas elegidas para atravesarla.
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Pero voy más allá. Imaginemos que existiera un SUPERADN (hay casas comerciales que venden ADN marino con superpoderes) que fuese capaz de atravesar la piel. ¿Regeneraría nuestro ADN? Difícil. La información genética de cada persona que encuentra en nuestro ADN es propia de cada individuo, y el ADN marino sería reconocido como «extraño». Así que, en el caso de que el ADN presente en estas cremas lograra atravesar la piel, se activarían los mecanismos de defensa de nuestro organismo y lo degradarían.
Pero no seamos malvados. Debido a todo lo que aporta el ADN a la humanidad, démosle una segunda oportunidad. Imaginemos ahora que el ADN que (supuestamente) aporta la crema se quedara en la superficie de la piel. ¿Tendría algún beneficio sobre nuestra epidermis? Complicado. El ADN no tiene actividad enzimática como antioxidante, ni sirve para regenerar el epitelio, ni tiene capacidad para hidratar.
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Vamos a darle una tercera oportunidad al ADN. Apoyándonos en estudios que afirman que la adición de ADN externo sobre nuestra piel ayuda a protegernos del sol gracias a que absorbe parte de la dañina radiación UV, podríamos caer en la tentación de usar este ADN externo para sustituir a los protectores solares. ¿Sería una buena idea? No. Si lo que queremos es proteger nuestra piel debemos usar filtros solares ya sean químicos (formados por moléculas orgánicas que absorben la radiación solar y la transforman en otro tipo de radiación que no es peligrosa para nuestra piel) o físicos (pequeñas partículas inorgánicas que actúan como espejos reflejando las radiaciones dificultando que penetren en nuestra piel). Estos filtros forman parte de cualquier crema solar y son mucho más efectivos y baratos como protectores que el ADN.
¡Ah! Y para concluir también les advierto sobre aquellas cremas que intentan diferenciarse de la competencia en base al origen del ADN que emplean. Es absurdo. Todos los ADN tienen la misma naturaleza indiferentemente del organismo de procedencia, por lo que lo que les he contado en este artículo es válido tanto para el ADN marino que comercializan muchas casas comerciales como para el famoso ADN vegetal que venden otras.
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Estimados lectores de LA VERDAD, el ADN es una molécula maravillosa sin la cual no sería posible nuestra existencia. Cuidémoslo llevando una vida sana, pero no lo usemos como reclamo publicitario. Y respecto a su piel, lúzcanla este verano, protéjanla muchísimo... pero también protejan su bolsillo del marketing pseudocientífico. Falta hace.
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