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Queremos saber

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Sábado, 23 de marzo 2019, 14:18

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maginen que le formulan el interrogante ¿qué quieres saber? Cualquier cosa puede esperarse como contestación, desde cómo funciona un televisor, hasta de dónde sacó Aníbal la idea de usar vinagre para hacer reventar las rocas congeladas, pasando por cual fue la razón de que Napoleón perdiera la campaña rusa o por qué el tomate es de color rojo. Cualquier cosa. Alberto Manguel nos habla de todo esto. La interrogación conlleva, casi siempre, una respuesta. Viene a ser el instrumento más genuino de la curiosidad. La curiosidad es el arte de hacer preguntas. No es concebible un aprendizaje sin formular preguntas: ¿Qué es …?; ¿Cuál es …?; ¿Qué se oculta…?; ¿Qué se puede saber?; ¿Qué no se puede saber?; ¿Por qué?; ¿Qué o quién decide lo que se puede saber? Entender implica formular preguntas, que es una forma de envolver la curiosidad con relatos que trasladan a palabras las preguntas y abren la opción a formular nuevas preguntas. La literatura plasma un diálogo continuo que emplea un tipo de argumentación, que pretende lograr alcanzar el conocimiento mediante preguntas que van progresivamente aumentando su nivel de agudeza, como hace el método de la tradición judía (talmúdico) denominado pilpul que es un método consistente en examinar todos los razonamientos posibles, tanto a favor como en contra, para deducir los argumentos lógicos sobre un tema. Es un método dialéctico que promueve una mirada crítica, buscando formular argumentos, que permitan construir o interpretar una realidad mejor.

Las raíces de la curiosidad son comunes a todas las manifestaciones. Un lector que busca saber qué ocurrió, desmenuzando un relato, se sitúa muy próximo a un viajero que escudriña ambientes, paisajes, costumbres… Cada uno de los descubrimientos genera nuevas dudas y nos impulsa a nuevas búsquedas y nos mantiene en un permanente estado de indagación capaz de estimular hasta la incomodidad, delineando una paradoja en la que permanecemos atrapados. Es un aspecto emocional que promociona el aprendizaje. Este afán ha sido constante a lo largo de la Historia de la Humanidad. La paradoja llegó a materializar en el Renacimiento, las llamadas «máquinas de curiosidad», que consistían en unos textos que incluían dibujos o juegos de construcción, incluso tridimensionales, que se empleaban con finalidad didáctica, que estaban diseñados para satisfacer la curiosidad mediante un sistema mecánico de asociaciones acompañado de una búsqueda y obtención de información. Era un alarde de la capacidad de tener el significado al alcance de las personas. Pudieron ser representaciones hoy propias de las hojas de cálculo, diseñadas de forma arborescente, como si se tratara de ramas de un árbol genealógico que, en muchas ocasiones se articulaban mediante ruedas que se deslizaban unas dentro de otras con los conceptos escritos al margen, para estar a la vista. Agostino Ramelli diseñó, en 1588, una rueda de la lectura que pretendía facilitar la lectura de varios libros a la vez. El libro se tituló Le diverse et artificioses machines, publicado en Paris en 1588. La rueda no se sabe si llegó a fabricarse, pero permitía leer simultáneamente varios libros. La máquina sostenía un libro abierto en cada atril y con un sistema de ruedas dentadas se hacía girar a los libros. Se puede considerar que la rueda de Ramelli es un precursor del hipertexto, dado que permitía una lectura no lineal y multisecuencial, análoga a las ventanas múltiples que se despliegan en los ordenadores actuales a efectos de comparar textos, imágenes o videos.

Hubieron varias propuestas de este tipo. La máquina laberíntica de Orazio Toscanella, «Armonia de todos los retóricos principales», pretendía estructurar argumentos retóricos a partir de una premisa dada. Mediante unas ruedas que manejaban sujetos y predicados, clasificados en categorías distintas en cada rueda, incluyendo una rueda para las relaciones, y otras dedicadas a preguntas sobre qué, quién, etc, de forma que cada punto de cada rueda puede ser el principio de una búsqueda, conformando una red de pensamientos, reflexiones, etc. Estas máquinas son representaciones de diferentes métodos de curiosidad, proyectando hacia el futuro interrogantes que requieren respuesta, construyendo conocimiento avanzando pregunta tras preguntas, avanzando de un pensamiento al siguiente. La curiosidad es la que sustenta la necesidad de preguntar. Avanzamos a través de preguntas, se progresa en compañía de dudas e indecisiones. Así evoluciona nuestro pensamiento: buscando respuestas a las preguntas y valorando las consecuencias de iniciarnos en caminos inexplorados.

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