Las adicciones son un problema social, no cabe duda. Pero lo son también científico. Las hipótesis de trabajo que centran las adicciones en los aspectos ... conductuales, quedan cada vez más lejos de ser una aproximación razonable para explicarlas. Poder explicarlas es poder acercarse a soslayarlas y hacerlo de forma eficaz. Los marcos referenciales más actuales centran las adicciones en enmarcarlas como enfermedades. Urge establecer los mecanismos por los que discurren, con objeto de poder pretender paliarlas con algo más que la voluntad. Terapias psicológicas y farmacológicas se complementan con las tecnologías para abordar el estudio con mayor garantía de éxito.
En todo lo relacionado con el cerebro, las cosas van despacio, dado que no es un órgano susceptible de ser tomado en experimentación con las facilidades de los demás en humanos, ni mucho menos comparable a la experimentación incluyendo repetibilidad y falsabilidad como requiere la ciencia. Razones éticas y no científicas limitan la experimentación. Por eso, tiene cada vez más importancia la tecnología que permite escudriñar el interior del cerebro sin necesidad de penetrarlo.
Las relaciones del cerebro con otras partes del cuerpo humano, incluso consideradas muy remotas, son un hecho. De forma común, las sustancias que producen adicción, activan los centros de recompensa del cerebro que estimulan la acción de los neurotransmisores, como, por ejemplo, la dopamina. Esta acción que resulta ser agradable, incentiva la exigencia de más sustancia, desencadenando la adicción.
Lo que no está tan bien establecido, es que órganos tan distantes y distintos como el intestino y los microbios sumergidos en él, pueden incidir en el proceso de la adicción. La relación intestino-cerebro, no es nueva. La flora intestinal tiene gran impacto sobre nuestra salud. Los, alrededor de cien millones de bacterias que habitan en nuestro intestino (más de dos kilos) trabajan por nuestra salud, con selectividad sobre los alimentos, para clasificarlos como beneficiosos o no, reduciendo el sobrepeso o incrementándolo, por ejemplo. Las enfermedades inflamatorias intestinales y los trastornos inmunológicos, están íntimamente relacionados con la macrobiota, que también parece regular los niveles de serotonina.
Las comunidades de microorganismos de nuestra macrobiota están en contacto con el sistema nervioso central. Ya se ha evidenciado anteriormente su incidencia en párkinson, depresión esquizofrenia, etc. Ahora se desvela el papel en la adicción. La macrobiota de adictos y sanos no es la misma. Las especies no son las mismas, como se ha visto en los fumadores o como ocurre con los cocainómanos. Se ha descubierto que las paredes intestinales son más permeables con el deterioro de la macrobiota, de forma que, cuando traspasan las bacterias esa barrera pueden provocan inflamaciones en otras partes del cuerpo, pudiendo alcanzar el cerebro y superar la barrera hematoencefálica. Estos mecanismos no están establecidos de forma definitiva. Un mecanismo alternativo utiliza la grelina como transmisor. Se genera en el estómago y sobre ella cabalga la sensación de apetito. Los pacientes alcohólicos que presentaron mayores niveles de grelina, detectada por RMN, presentaban un mayor nivel de ansiedad por ingerir alcohol. La dopamina, cuya liberación se incrementa con el consumo de drogas, interactúa con la macrobiota según evidencian estudios con ratones. La cocaína evita que se elimine de las sinapsis, lo que provoca la euforia que se siente. La conclusión, como apunta Clemens, es que los trastornos de la macrobiota refuerzan la adicción.
Algunas bacterias de la macrobiota generan ácidos grasos de cadena corta, a partir de la fibra insoluble. Al acostumbrarse los organismos a la droga, la tolerancia se incrementa. Por ejemplo, la morfina (o cualquier analgésico potente), tras pasar por el hígado, llega al intestino y tras actuar la macrobiota, pasa a la sangre y llega al cerebro. Si las bacterias actúan durante un tiempo, mueren en proporción a la cantidad de morfina que tienen que digerir. Requieren más cantidad para producir el mismo efecto.
El cuidado de la macrobiota es esencial, mucho más en el tratamiento de las adicciones. Se ha estudiado en ratones el uso de probióticos y la incidencia en la adicción a opioides, con resultados prometedores. De confirmarse en humanos, se alterarían la tolerancia, las dosis y los efectos secundarios. Por la misma razón, la fibra no digerible (prebióticos) afecta a la permeabilidad de la pared intestinal.
Los investigadores están divididos. Como todo lo humano, toda precaución es poca. Todo impulsa el estudio de los mecanismos de las adicciones, sus procesos, las sustancias implicadas que determinan una enfermedad que es una auténtica plaga.
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