No manda un balón, sino un pedal

El Bala, aquel chaval con plato pequeño que retaba a los colegas a ganarle con plato grande y no podían, se nos va y ha sido tan bueno que aún no se ha ido y ya lo echamos de menos. Su caso es excepcional. Valverde empezó en Murcia y aquí ha vivido toda la vida. Ha sido estrella donde antes fue niño, una cosa rara en una Región donde todo es un poco a salto de mata y no hay grandes recursos para afrontar grandes retos. Lo normal es que los deportistas que sobresalen busquen fuera el camino de la excelencia. Él no lo ha hecho y la gente lo quiere. Mantiene su sencillez de antes, la alegría de entonces y el acento local de siempre. De esta forma, sus triunfos son suyos, claro, pero los ha hecho también un poco de todos. Por eso Murcia, que se echó a la calle para celebrar su Mundial, se volverá a echar en su adiós, salvo que sorprenda y diga que sigue 'p'alante'.

Como no parece tener relevo en el ciclismo, hay que irse al tenis, donde está Carlos Alcaraz, aquel chaval que empezó raqueteando con globos por los pasillos; o a las motos, donde Ana Carrasco, que ayudaba a su padre en el taller, buscará el confeti de un triunfo que se le negó este año, o al 'basket', donde Laura Gil y el podio se han jurado amor eterno. Ellos y algún otro serán los nombres a seguir en un año en que no manda un balón, sino un pedal, el del Bala.