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«Por cada donante de órganos en Alemania, hay siete en la Región de Murcia». El dato lo dio el padre de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), Rafael Matesanz, durante su investidura como doctor 'honoris causa' por la UCAM en febrero. No hablaba en balde de la solidaridad murciana. En enero conocimos que La Arrixaca fue, por tercer año consecutivo, el hospital con más donantes de España en 2017. Todo indica que en 2018 la Región habrá vuelto a batir récords. El éxito tiene muchos autores: desde la Coordinación Regional de Trasplantes, que dirige Pablo Ramírez, al equipo que se encarga de gestionar las donaciones en el hospital, con Mario Royo-Villanova al frente y con profesionales que han dejado huella, como la enfermera Rosa Blanco, jubilada este año.

También un grande de la cirugía en España, Pascual Parrilla, dio el relevo en 2018 tras haber situado a la Región a la cabeza en trasplante hepático. Nada de todo esto sería posible sin los cirujanos de los diferentes servicios quirúrgicos, sin los profesionales de las especialidades médicas que tratan a los pacientes trasplantados, sin la solvencia de una UCI como la de La Arrixaca. La potencia regional en trasplantes es un símbolo que va más allá de los beneficios -incalculables- para un grupo concreto y pequeño de pacientes, porque solo un sistema sanitario sólido y de enorme calidad, por el que más tarde o más temprano pasamos todos, podría sostener estas cifras.

Hay, no es posible obviarlo, lastres como los excesivos tiempos de espera en el SMS, que en algunos casos llegan a ser insostenibles. También cargas de trabajo inasumibles para muchos profesionales, que reivindican legítimamente no solo mejoras laborales y salariales, sino también tiempo suficiente para poder atender correctamente a los pacientes en las consultas. O brillantes científicos del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB) cobrando sueldos mileuristas. Pero en esta era de orgullos identitarios, habitualmente excluyentes, no está de más recordar que hay un motivo de orgullo cívico, en nuestros hospitales y centros de salud, que trasciende trincheras, himnos y banderas.

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