Del oficio de informar y del de hacer justicia
Hace cinco años, con motivo de la celebración del 175 aniversario del Ilustre Colegio de Abogados de Murcia, tuve el honor de ser invitado a integrar una mesa redonda que acabó resultando, cuando menos, intensa. Recuerdo que uno de los muchos letrados que llenaban el Auditorio Víctor Villegas me interpeló acerca de las informaciones sobre corrupción que durante años he venido publicando y sobre los efectos que podían tener para los encausados, la mayoría de ellos todavía bendecidos en ese momento por el derecho a la presunción de inocencia. «Y si luego resultan absueltos, ¿entonces qué?», concluyó el abogado su breve alegato/interrogación. Le respondí que mi trabajo y mi única pretensión se reducían a publicar información veraz -en el sentido que implica realizar un esfuerzo para acercarse todo lo posible a la verdad-, y que la conclusión a la que acabara llegando nuestra justicia me era ajena.
«He tenido acceso y he publicado las fotografías de un concejal de Urbanismo disfrutando de una fiesta en el espectacular yate de un promotor al día siguiente de haberle aprobado 4.000 viviendas, he constatado el trasiego de regalos de lujo que existía entre algunos empresarios y algunos políticos, he conocido sus jornadas compartidas en magníficas fincas de caza y en safaris por África, he sabido que se han pasado una década sin sacar un euro de sus cuentas, que han viajado en 'jets' privados de hombres de negocios a exóticos destinos; que han acumulado patrimonios injustificables en virtud de sus ingresos legales...», vine a decir, en aquella ocasión y en alguna similar que se dio por aquellas fechas, y concluí que «me da exactamente igual que la Justicia los acaba considerando culpables o inocentes, que estime que los posibles delitos han prescrito, que las pruebas queden anuladas por cualquier cuestión de forma o de fondo... Yo, como periodista, he cumplido con mi labor contándolo. Y como ciudadano, simplemente tengo claro que no les quiero gestionando mi dinero». Hoy, después de algunas sentencias condenatorias y otras más absolutorias, respondería lo mismo punto por punto. Y discúlpenme si a alguno de estos antiguos encausados, por muy inocente que haya sido declarado, me abstengo de comprarle una moto usada.