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Plan de innovación de una empresa. INNSAI
La lucha imparable por alimentar al mundo

La lucha imparable por alimentar al mundo

La crisis generada por la expansión del Covid-19 evidencia la importancia de mantener a toda costa la actividad agraria y prepararla para el próximo desafío de aumentar la producción mientras reduce su huella de carbono

GINÉS SORIANO FORTE

Martes, 31 de marzo 2020, 02:02

La crisis del Covid-19 está dejando claro que si bien muchas actividades pueden parar eventualmente ante una emergencia, la agricultura jamás debe hacerlo. El decreto de estado de alarma, que ya nos mantiene confinados en casa 17 días, y el arranque de la primera semana de paralización total de la actividad económica en España, no van con el campo. Al contrario, el paquete de medidas contra el coronavirus incluye actuaciones para asegurar el funcionamiento agrario y la distribución de estos bienes para que lleguen a la población. En Francia, incluso se va a facilitar la contratación de hasta 200.000 trabajadores adicionales para asegurar que el agro sigue a pleno rendimiento para suministrar a los hogares en pleno confinamiento.

Otra idea que ya se puede extraer de esta crisis sanitaria y económica es que muchas cosas podrán cambiar posiblemente en nuestra escala de valores materiales, económicos, sociales y personales, y en la visión que tenemos del mundo, pero, sean cuales sean las innovaciones que puedan salir de todo esto, habrá una necesidad que sin duda se deberá continuar cubriendo: la de alimentar a una población que tiende a aumentar significativamente. Los 7.500 millones de personas que pueblan ahora el planeta serán previsiblemente más de 8.500 en 2030 y por encima de los 9.700 en 2050. Para esa fecha se espera un incremento de la demanda mundial de alimentos superior al 45%. Al mismo tiempo, «el reto del hambre cero para la humanidad y que la totalidad de las personas tengan acceso a una alimentación adecuada durante todo el año exige», entre otros, «aumentar un 100% la productividad», de acuerdo con del profesor emérito de la Universidad Politécnica de Cartagena, UPCT, Francisco Artés Calero.

En cifras

  • 2.000 millones de habitantes sumará el mundo a su población actual dentro de treinta años

  • 100 % es el aumento necesario de la productividad en el sector para alimentar bien el planeta

Ante semejante desafío, la pugna actual de continuar produciendo alimentos pese al embate del SARS-CoV-2 (causante del Covid-19) queda como mero ensayo del enorme trabajo que aún está por hacer. Sobre todo porque el reto de alimentar a una humanidad creciente incluye lograr unos sistemas de producción más sostenibles. La Unión Europea, por ejemplo, se ha marcado reducir al menos en un 40% las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030, respecto a los índices de 1990. Se trata, por tanto, de producir más, pero también de producir mejor, con mayor respeto por el medio ambiente.

Se trata de producir más, pero también de hacerlo con mayor respeto por el medio ambiente

El economista Jesús Navarro, que lidera la consultora especializada en la identificación de tendencias de innovación Innsai, apunta dos tendencias que ya se perciben para resolver el puzle. Por un lado, «muchos de los alimentos basados en proteínas animales están derivando a otros basados en proteínas vegetales», como alternativa a los primeros. En las estanterías ya proliferan derivados vegetales que se asemejan a la leche y hamburguesas sin un gramo de carne, por ejemplo. Se trata de productos más duraderos en el tiempo y con una producción con menor impacto medioambiental, destaca el experto.

La otra tendencia está protagonizada por la tecnología. Consiste en «obtener más producción con menos recursos», y para eso se necesita una agricultura más eficiente e inteligente. Conceptos como la denominada 'agricultura 4.0' irrumpen para dar respuesta al desafío. La proliferación en el campo de la biotecnología, los sensores, los drones, los robots, los cultivos hidropónicos y el uso de desarrollos como el 'big data', la impresión 3D y el denominado 'internet de las cosas', se engloban dentro de la nueva agricultura.

«La crisis sanitaria está generando una nueva visión del contacto con el consumidor»

En este punto, el sector regional se encuentra en buena posición de salida. «La tecnología ha ido evolucionando aquí desde hace 40 años gracias a las empresas que la han desarrollado de la mano del agricultor, al que se le han ido dando soluciones a cualquier problema de forma siempre innovadora», explica la economista Elena García Cartagena. Esta experta coordina la plataforma Agritech Murcia, en la que se agrupan una veintena de empresas de tecnología agraria junto a entidades de investigación y empresa de la Región como el Instituto de Fomento (Info), la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), el Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario (Imida) y el Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (Cebas-CSIC). «Esto ya ha transformado nuestra agricultura en el modelo de éxito que ahora podemos exportar», añade García Cartagena, que desarrolla su trabajo desde el Info, al ser preguntada sobre sobre cómo puede cambiar la irrupción de la tecnología a nuestra agricultura.

Fernando Gómez, que es el director general de la Asociación de Productores Exportadores de Frutas y Hortalizas de la Región de Murcia (Proexport), responde a la misma cuestión recordando que este es un sector «en constante evolución». Ya hay empresas de la Región, apunta, que emplean «procesos robotizados, tanto en almacén como en el campo», por ejemplo. También se refiere al uso del 'big data', la biotecnología, los drones e incluso el llamado 'blockchain' (conjunto de tecnologías para un registro distribuido, descentralizado y sincronizado de información entre distintos dispositivos), como avances que ya están a día de hoy presentes en compañías del sector regional.

Gómez advierte de que estos avances siempre suponen un coste mayor para quien los introduce por primera vez, que debe acometer gastos adicionales en nuevas inversiones y personal que los siguientes en hacerlo se ahorran. Pero, al mismo tiempo, el pionero obtiene beneficios a través del abaratamiento de procesos por la mejora operativa, por ejemplo.

Algunos de los progresos en ciernes pueden verse impulsados por la enorme e inesperada probeta de cambios que va a suponer el trance mundial del Covid-19. «La crisis del coronavirus está generando una nueva visión del contacto con el consumidor», percibe Navarro. El consejero delegado de Innsai cree que se «abre una vía» nueva entre el agricultor y el consumidor final que puede cambiar la actual estructura de canales de distribución. Este punto está en línea con la demanda, que en los últimos tiempos se observa, de productos generados en un entorno más próximo, para reducir en lo posible la huella de carbono que deja el transporte a largas distancias.

Con esta filosofía prolifera la denominada agricultura vertical, un nuevo modelo que muchos expertos están convencidos de que va a irrumpir en los próximos años. En síntesis, consiste en la producción de plantas en construcciones urbanas, con lo que se obtienen productos más frescos y de variedades más locales, en contra de la tendencia hacia la uniformidad de las pasadas décadas. Se trata de un modelo notablemente más sostenible (con su distribución tan próxima apenas se emiten emisiones de CO2). Ya proliferan en distintas partes del mundo edificios completos dedicados a la producción agrícola en cada una de sus plantas, e incluso en las fachadas.

«Esto también va a permitir generar más cantidad para alimentar una población urbana creciente», añade Navarro. Los expertos de su consultora afirman que este tipo de agricultura, basada en eficientes cultivos hidropónicos, ya es capaz de producir el doble que la convencional, con un ahorro de agua de hasta más del 90% y un 40% menos energía.

La UPCT cuenta con un equipo, dirigido por el profesor Jesús Ochoa, del departamento de Producción Vegetal, que lleva tres años investigando cómo aprovechar los tejados y las terrazas de Cartagena para cultivar frutas y hortalizas. Algunas investigaciones han concluido que la superficie aprovechable de estos espacios en una ciudad puede acondicionarse para satisfacer hasta el 70% de las necesidades de alimentos de esa misma urbe.

Navarro apunta «otra idea que también he estado madurando estos días», en este entorno de cambios inducidos por la lucha contra el Covid-19. Se refiere al movimiento, también existente previamente, que trata de eliminar los desperdicios alimentarios que se originan durante la producción y el consumo de vegetales. «Esta crisis del coronavirus nos lleva a optimizar mucho más los alimentos que adquirimos y reducir los desechos que generamos estos días que estamos confinados en casa».

Entre los expertos ya se había extendido el objetivo de «producir con un desperdicio cero». Ahora «a esta conciencia ayuda esta crisis», añade el experto.

Artés Calero, fundador del grupo de Postrecolección y Refrigeración de la UPCT, es uno de los investigadores que ya llevan tiempo buscando vías para reducir la ingente cantidad de desperdicios que genera el sector, desde la recolección hasta el consumo de sus productos, y que la Comisión Europea estima que equivale a un tercio de la producción en el conjunto del planeta.

«Para equilibrar necesidades y disponibilidades de productos vegetales y lograr la seguridad alimentaria universal», que es uno de los objetivos de desarrollo sostenibles marcados por Naciones Unidas para el año 2030, el profesor emérito coincide en que «la mayoría de medidas proponen aumentar la producción agrícola». Para lograrlo, añade, ya se aplican progresos tecnológicos como nuevas variedades obtenidas por ingeniería genética, más productivas y resistentes a plagas y enfermedades; la irrigación de grandes extensiones de terreno y mejores técnicas de cultivo, en los que se integran «esfuerzos de ingenieros, genéticos, botánicos, bioquímicos y microbiólogos». Sin embargo, reconoce que «a pesar de estos avances, queda mucho por hacer».

Voluntad política

Para el profesor, «la implementación internacional de una cadena de frío idónea y sostenible, con sus técnicas complementarias englobadas en las tecnologías postrecolección, es una vía esencial para avanzar en la seguridad alimentaria del mundo». El especialista (investido doctor 'honoris causa' en ciencia y tecnología alimentaria por la universidad italiana de Apulia en reconocimiento de su condición de pionero en la conservación en fresco de frutas y hortalizas) exhorta a «impulsar la cooperación al desarrollo para ayudar a los agricultores a aumentar su productividad y diversificar la producción vegetal y animal, la pesca y la acuicultura con transferencia de tecnología relevante y viable».

De otra parte, se lamenta, «la falta de voluntad política y de recursos financieros son los principales obstáculos para resolver la lacra social del hambre en el mundo», citando a Diouof. También está por ver si los cambios que se intuyen a partir de estos convulsos días del coronavirus impulsarán esa voluntad política y cambiará lo suficiente nuestra escala de valores como para apoyar socialmente una verdadera lucha por alimentar a todo el mundo.

Acabar con el hambre

De acuerdo con el profesor emérito de la UPCT Francisco Artés Calero, «los gobiernos y sociedades civiles de los países desarrollados tenemos la ineludible responsabilidad de remover esos obstáculos» que han estado impidiendo acabar con el hambre que ya azota a 800 millones de personas (datos de 2015), en un mundo con paradójicamente 2.100 millones de personas con sobrepeso (datos de 2014). El investigador aboga por aceptar «que nuestros congéneres que sufren pobreza extrema son sujetos de derecho. Solo así se podrá prever un futuro más esperanzador y de mayor bienestar para la humanidad», concluye.

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