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Cultivos editados; la gran revolución ya está aquí

Lunes, 29 de noviembre 2021, 23:54

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Vivimos tiempos apasionantes en el ámbito de la biología. Estamos presenciando la emergencia y desarrollo de tecnologías basadas en el conocimiento profundo del funcionamiento de los seres vivos. La biología molecular nos permite entender cómo somos, vivimos y funcionamos los seres vivos (microorganismos, plantas, animales, personas). Y no solo eso, sino que nos está dando las herramientas para poder corregir errores de funcionamiento o potenciar determinadas características. Y entre estas herramientas, sin duda la más potente a día de hoy es la edición genómica, que permite editar, corregir, 'cortar y pegar' el material genético de un organismo replicando procesos naturales de una manera dirigida, precisa, rápida y barata. Es una tecnología, por cierto, cuyas bases moleculares (el sistema natural CRISPR-Cas) fueron descubiertas por un científico español, Francis Mojica, de la Universidad de Alicante. El profesor Mojica sería premio Nobel de haber nacido en otro país y en otro ecosistema más favorable a la innovación colaborativa. Esto no es una exageración; de hecho, las descubridoras de la aplicación tecnológica del mecanismo molecular descrito por Mojica años atrás han sido recientemente premiadas con dicho galardón (Nobel de Química 2020).

La edición genómica permite, entre otras muchísimas aplicaciones, abordar con una precisión y transversalidad nunca antes vista el gran objetivo que la agricultura persigue desde hace miles de años: mejorar las características (productividad, resistencia, calidad, sabor) de los cultivos a la vez que se reducen sus necesidades (de agua, de fertilizantes, de productos fitosanitarios, de tierra). En definitiva: sostenibilidad, eficiencia.

Ya están llegando al mercado los primeros productos obtenidos mediante edición genómica: tomates con alto contenido en sustancias calmantes y que controlan la presión sanguínea elevada y besugos que producen hasta un 50% más de carne sin necesidad de aumentar su cantidad de alimento, por ejemplo. Y otros muchos están ya desarrollados: trigo sin gluten apto para celíacos, champiñones que no ennegrecen al cortarlos, tomates resistentes a una enfermedad fúngica llamada oídio, maíz tolerante a la sequía, etc .Es una inmensa gama de cultivos que pronto estarán a nuestra disposición.

Es una revolución tecnológica que debe ir acompañada de un marco jurídico y legal actualizado para el desarrollo de las inmensas posibilidades de esta tecnología de manera segura y eficaz. En la mayor parte del mundo se están definiendo estos marcos administrativos: EEUU, Japón, Canadá, Reino Unido, Filipinas, Australia, Argentina y Chile son algunos ejemplos de países que están adaptando sus legislaciones para desarrollar cultivos con estas tecnologías. Y en el resto de países, la discusión y el análisis están en marcha. Solo hay una región en el planeta que sigue manteniendo una legislación restrictiva, obsoleta y excesivamente prudente. Se trata de la Unión Europea. Pero está rectificando.

Tras el clamor unánime de la comunidad científica y empresarial en contra de su primera y restrictiva decisión legal en 2018 –incluidos los ministros de agricultura y medio ambiente de Reino Unido y Francia ya hasta Los Verdes de Alemania–, la UE ha emitido un reciente informe donde destaca «el potencial de estas herramientas para el desarrollo de un sistema agroalimentario más sostenible y competitivo» y que «la legislación actual no se adecúa a los cultivos editados, por lo que necesita ser adaptada a los avances científicos y tecnológicos». Incluso el hasta hace poco ministro de Ciencia e Innovación español, Pedro Duque, afirmó, en un evento coorganizado por Biovegen, que «la UE no puede perder las oportunidades que plantea la edición genética», unas herramientas que «nos están cambiando la vida y ya forman parte del mercado». El ministro destacó que «en los próximos años tendremos desafíos como el cambio climático que demandarán todas nuestras capacidades», por lo que «tenemos que tener normativas que permitan que el conocimiento más avanzado se utilice en favor de estos desafíos».

La propia UE ha reconocido ya que los cultivos editados pueden tener una trascendental contribución a los objetivos de productividad y sostenibilidad marcados en las estrategias europeas y mundiales. Ahora mismo está en marcha un estudio de impacto para analizar las consecuencias de una legislación más restrictiva o adecuada a los cultivos editados en Europa. Son consecuencias económicas, industriales, medioambientales y sociales de unas tecnologías que ya están marcando el futuro de la agricultura. Este futuro ya es presente; afrontémoslo como merece.

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