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Manuel Nieves Cordones, en el laboratorio. CEBAS
Manuel Nieves Cordones: «La carrera laboral de un científico es muy injusta»
Investigador Ramón y Cajal del CEBAS-CSIC

Manuel Nieves Cordones: «La carrera laboral de un científico es muy injusta»

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Martes, 25 de octubre 2022, 01:47

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Este investigador oriolano nacido en 1981 y formado en la Universidad de Murcia, donde estudió Biología y se doctoró, pasó algo más de seis años trabajando en el laboratorio de Bioquímica Vegetal y Fisiología Molecular de Montepellier, en Francia, gracias a la financiación de la Fundación Alfonso Martín Escudero, el Programa Marie Curie y un contrato posdoctoral del Instituto Nacional Francés de Investigación En 2017 volvió al Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (Cebas-CSIC), donde de hecho comenzó su carrera, para formar parte de un proyecto de jóvenes investigadores sufragado por el Ministerio de Economía, y donde ahora disfruta de un contrato Ramón y Cajal, concebido para dar estabilidad a unos cada vez menos jóvenes investigadores que, pese a sus impresionantes curriculums, hemos fracasado en dar acomodo y apenas van logrando subsistir enlazando becas y proyectos.

–De los contratados dentro del programa Ramón y Cajal se suele decir que son los 'pata negra' de la investigación. ¿Por qué es tan importante?

–Es el contrato que requiere mayor nivel de experiencia investigadora en España. Persigue encaminar a puestos estables. Se ha considerado un programa clave para atraer y retener talento en España por las condiciones que tiene (entre otras cosas una ayuda económica para la actividad investigadora y para los centros que estabilicen a los investigadores). El desbalance entre oferta y demanda ha hecho que la media de edad y los méritos científicos para conseguirlo hayan aumentado considerablemente. Por ejemplo, la media de edad para obtenerlo fue de 38-39 años en 2019, cuando en 2012 era de 36.

«La tecnología CRISPR funciona tan bien que cuesta recordar cómo lo hacíamos antes»

–¿Resulta tan precaria la carrera de un científico como se dice?

–Sí, laboralmente es muy injusta con los investigadores en comparación con otras profesiones. Realmente se nutre de gente que tiene pasión por este trabajo. Hasta este año, no había opción de contratos indefinidos a no ser que te estabilizara la universidad o un centro de investigación, que no suele ocurrir hasta los cuarenta y pico años. Vas tirando de convocatorias y contratos temporales que pueden ir de meses a cinco años (como ocurre en los contratos Ramón y Cajal). Esta precariedad se ha visto agravada con los notables retrasos que las convocatorias públicas han ido sufriendo históricamente, tanto en la apertura como en la resolución, dejando durante muchos meses a investigadores en paro. En mi caso, pasaron 15 meses entre que postulé a una convocatoria y me incorporé al puesto de trabajo. Al ritmo que se mueve la ciencia, estos retrasos pueden dejar atrás tu investigación a nivel internacional. Existe el requisito de pasar unos años en el extranjero para progresar en la carrera investigadora. Por distintas razones, hay gente que no realiza esta fase postdoctoral y eso supone una limitación notable para seguir siendo investigador en España. La precariedad en los centros de investigación es un problema que atañe a varios niveles profesionales (técnicos, gestores, investigadores).

–¿Nos puede explicar de la forma más comprensible posible para un profano en qué consiste su investigación en el Cebas y cómo puede aprovechar el sector agrario esta investigación?

–Trabajo en el grupo de Nutrición Vegetal, y en la línea de investigación que participo estudiamos cómo las plantas toman los nutrientes minerales del suelo y cómo los distribuyen entre sus diferentes órganos, como, por ejemplo, los frutos. Hay proteínas especializadas en estos movimientos de los nutrientes. Intentamos saber cómo son estas proteínas y cómo funcionan y se regulan. En el contexto actual de cambio climático, una planta bien alimentada soporta mejores estreses ambientales como la sequía o la salinidad. Históricamente esto se podía solucionar, por ejemplo, con un buen suministro de fertilizantes y agua. Sin embargo, el exceso de fertilizantes puede conllevar daños medioambientales. Nosotros aprendemos de la fisiología de la planta para intentar que esto se solucione mejorando la planta y con el mínimo de aportes externos, mediante el aumento de la eficiencia en el uso de nutrientes y de la tolerancia a estos estreses ambientales. Uno de los objetivos es el desarrollo de nuevas variedades de cultivos más eficientes y tolerantes.

–Usa la tecnología CRISPR, ¿Por qué es tan importante?

–Yo lo comparo con la aparición de los 'smartphones'. Ha abierto tantas puertas en la investigación y funciona tan bien que cuesta recordar cómo era nuestro trabajo antes de tener esta tecnología. No es de extrañar que le diesen el premio Nobel de Química en el año 2020 a las investigadoras que lo implementaron. Esta tecnología permite reescribir la secuencia de 'letras' que forman parte del ADN de los seres vivos y, por tanto, ganar la capacidad para cambiar la información que contiene. Es como un procesador de texto, pones el cursor donde quieres escribir y cambias el texto. Nosotros lo utilizamos para inactivar genes de plantas de tomate relacionados con la nutrición mineral y así ver cómo de importantes son cuando no están. Actualmente, la tecnología CRISPR proporciona muchas más posibilidades que la que he descrito de 'reescribir', pero quizás es la aplicación por la que más se la conoce.

–¿Y por qué resulta tan controvertida y Europa no la está aprovechando todo lo que podría?

–Sinceramente, creo que es una cuestión política y no técnica. Aun no entiendo sus decisiones. En la actualidad los cultivos editados con CRISPR se rigen por misma ley que los cultivos transgénicos, porque en 2018 la Corte de Justicia Europea dijo que los riesgos asociados a las nuevas técnicas de mutagénesis (como el CRISPR) podrían ser los mismos que los de la transgénesis, mientras que las técnicas de mutagénesis clásicas no los tienen. Por tanto, las plantas obtenidas por mutagénesis clásica no están sometidas a las limitaciones de la ley mencionada. Esto no se entiende ya que no se pueden distinguir de las plantas editadas con CRISPR, porque hay protocolos de CRISPR en los que puedes modificar genes de una planta sin haber transgénesis. Parece que la posición de la Unión Europea va a cambiar y puede que en los próximos meses haya una legislación específica para los cultivos editados genéticamente con el CRISPR. Realmente es una tecnología que permite ir muy deprisa para algunos aspectos que se pueden mejorar en cultivos.

–¿Qué diferencia la investigación de Francia de la de aquí?

–Es un sistema muy parecido al español. Se basa en una plantilla importante de investigadores funcionarios y personal contratado temporalmente. Tiene la ventaja de que incentiva la estabilización de investigadores más jóvenes que en España (con treinta y pocos años) pero la oferta de estabilización también es escasa. Muchos de los males de la precariedad en la investigación están compartidos por los dos países. De hecho, tras seis años en Francia, no podía aspirar a más contratos temporales en centros de investigación públicos porque debían hacerme indefinido por ley si me volvían a contratar.

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