Hacia una agricultura multifuncional en el Campo de Cartagena
La función principal de los ecosistemas agrícolas es la producción de alimentos. En adición, estos ecosistemas desarrollan otras funciones y producen otros servicios como la regulación de la calidad del suelo y el agua, la mitigación del cambio climático, la conservación de la biodiversidad y servicios culturales y recreativos. La sostenibilidad de los ecosistemas agrícolas depende del ejercicio equilibrado de las funciones y servicios para satisfacer las demandas de desarrollo económico, de protección ambiental y de bienestar humano.
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Los servicios de los ecosistemas agrícolas, como productividad y efectos ambientales, están condicionados por el tipo de uso y prácticas de manejo del suelo, que serán los determinantes de que se fomenten unos servicios en detrimento de otros. La gestión adecuada de las demandas conflictivas por los usos del suelo es uno de los mayores retos actuales en política ambiental. No existe un modelo único de agroecosistema multifuncional aplicable en cualquier territorio. ¿Cómo se podría implementar una agricultura multifuncional en el Campo de Cartagena? La causa de la insostenibilidad del modelo agronómico actual del Campo de Cartagena es el gran desequilibrio en la provisión de servicios del ecosistema. Los usos del suelo y las prácticas de manejo están sobredimensionados hacia la producción de alimentos, con una notable reducción de otros servicios de regulación ambiental. Es necesario realizar cambios de uso y prácticas de manejo que corrijan el desequilibrio actual. Los cambios en los usos del suelo y en las prácticas de manejo son algunas sugerencias que ayudarían a mejorar la mulfuncionalidad del ecosistema. Sobre los cambios en los usos del suelo; para equilibrar los servicios ecosistémicos con mínimo impacto a la producción, las superficies de regadío más próximas al litoral se deberían reconvertir en zonas forestales y, simultáneamente, mejorar las técnicas de producción en la superficie que permanezca en regadío. Una franja protectora alrededor del Mar Menor podría proporcionar gran cantidad de servicios ecosistémicos necesarios para su conservación. Así mismo, la recuperación de los ecosistemas de saladares y humedales de la ribera del Mar Menor tendría un impacto positivo para mitigar los efectos de la agricultura.
En cuanto a los cambios en las prácticas de manejo: la capacidad de uso agrícola de esta comarca está condicionada por la baja fertilidad química del suelo, el alto déficit hídrico y una geomorfología que concentra los flujos de agua y sedimentos hacia el Mar Menor. Estas características imponen la necesidad de suministros externos de agua y nutrientes y de un control efectivo de los flujos hacia el Mar Menor y el acuífero. Aunque la tecnología usada actualmente es muy avanzada, hay evidencias de que sería posible una mayor precisión en las dosis aplicadas de agua y fertilizantes, aumentar el secuestro de carbono para mejorar la calidad y resiliencia del suelo y minimizar los flujos de agua, nutrientes y sedimentos.
Hay que realizar cambios de uso y prácticas de manejo que corrijan el desequilibrio actual
Sería conveniente realizar estudios para optimizar las dosis adecuadas de agua y nutrientes en cada etapa del cultivo, así como evaluar la rentabilidad de técnicas de riego deficitario controlado y el desarrollo de nuevas variedades con menor exigencia hídrica. También sería conveniente reducir el uso de fertilizantes minerales, priorizando el uso de fertilizantes orgánicos y biológicos, así como la utilización de fertilizantes de liberación lenta y controlada. Para el uso preciso y seguro de agua y fertilizantes sería muy efectivo un control periódico de los lixiviados. Para el control de la erosión, además de las medidas señaladas en los cambios de uso, son muy recomendables todas las prácticas que supongan que la superficie del suelo esté siempre protegida: cubiertas verdes entre cosechas, rotación de cultivos, setos de retención, 'mulching'. Es imprescindible que las prácticas de manejo promuevan el secuestro de carbono que es vital para garantizar la multifuncionalidad y la resiliencia del ecosistema.
Políticos, científicos y agricultores deben abordar conjuntamente el doble reto de optimizar la productividad para garantizar una agricultura rentable y hacer un uso más eficiente y equilibrado de los recursos naturales suelo, agua y biodiversidad.
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