Carson McCullers, en una de sus fotos más conocidas.
REPORTAJE

Mariposa de acero

Carson McCullers, la autora de 'El corazón es un cazador solitario' conocida como 'la pequeña Faulkner', habría cumplido ahora cien años

MARÍA BENGOA

Martes, 28 de febrero 2017, 05:00

Carson McCullers habría cumplido cien años este mes de febrero. Murió a los cincuenta, en 1967, pero los admiradores de su literatura a menudo pensamos en ella como una de las encantadoras muchachitas que pueblan su universo narrativo.

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El primer cuento que publicó en 1936, 'Wunderking', lo protagoniza una niña prodigio. La escritora lo fue: se sentó a un piano recién estrenado con seis años y reprodujo una melodía que había escuchado esa tarde en el cine. Aquella capacidad de improvisar música hizo decir a su madre que su hija sería un genio. En el cuento, una quinceañera comprende que nunca llegará a ser una gran intérprete. Su angustia le hace abandonar la clase de piano. Huye por una calle equivocada entre «ruidos, bicicletas y juegos de otros niños». La andrógina jovencita de 'El corazón es un cazador solitario', Mick Kelly, no cree en Dios pero cree en la música y, consumida en sus propias emociones, anhela atrapar esa maravillosa sensación que suena en su cabeza. «Quiere, quiere, quiere sin saber qué es lo que en realidad quiere». Ingenuamente, trata de hacerse un violín con un oukelele roto y esparadrapo.

Esos personajes vívidos reflejan la adolescencia de Lula Carson Smith, conocida por dos apellidos, Carson y McCullers -este último de su marido-, cuando aún soñaba con ser compositora. Pero entre las adolescentes indómitas con planes extraordinarios para el futuro y extraviadas en el presente que retrató, la desgarbada Frankie de 'Frankie y la boda' es la que más se le parece, según contó su hermana a la biógrafa Josyane Savigneau. Cuando su hermano y su novia planean casarse, Frankie, de doce años, no puede aceptar ser excluida: «Quisiera ser cualquier persona menos yo». Esa niña intensa se precipita hacia su soledad mientras busca desesperadamente formar parte del matrimonio: «Vosotros sois mi nosotros», les dice. Leon Edel, biógrafo de Henry James con el que Carson coincidió en 1954 en una colonia para escritores de Yaddo, señaló que mantenía el mismo anhelo de aceptación: «Había un cierto énfasis en su manera de atraer las miradas, con aquellos grandes ojos líquidos que demandaban el amor del mundo entero».

Mick y Frankie, intactas en la pubertad por la magia de la literatura, se parecen a la solitaria Lula que toca el piano cada día porque desea atrapar la música. Pero pronto se cruza en su vida otra pasión, la lectura: «Mi primo me dijo que yo no leía libros sino bibliotecas enteras. Desde que tenía diez años siempre he tenido un libro delante».

Máquina de escribir

A los 15 años sufre una crisis de reumatismo articular agudo mal diagnosticada que la convertirá en enferma de por vida. Su padre le regala una máquina de escribir. Será el inicio de la trasformación de su vocación musical en literaria. A los 17, se va a estudiar a Nueva York. Pierde el poco dinero que llevaba y debe encadenar varios empleos precarios. Sigue cursos de escritura en la Universidad de Nueva York y la de Columbia. Pronto destaca por su talento. Se presenta a un concurso de la editorial Hougthon Miffin para jóvenes escritores con un proyecto de novela y los seis primeros capítulos, recogido en el conjunto de ensayos 'El mudo y otros textos'.

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El editor no podía creer que aquel proyecto (una joya que deberían conocer en todos los talleres de escritura), fuera obra de una principiante. No ganó el concurso pero le llegó un contrato y un adelanto para acabar aquella novela con la sugerencia de un nuevo título contenido en un verso de William Sharp 'El corazón es un cazador solitario'. Cuando se publicó, en 1940, se convirtió en la revelación literaria del año y a Carson la llamaron 'la pequeña Faulkner'. Algunos críticos señalaron que una construcción musical estructuraba sus textos para explicar el encanto de su obra: reiteraciones estratégicas como estribillos, codas finales, novelas parecidas a baladas folk, cuentos en contrapunto.

Su lirismo y agudeza combinan cierto sentido de la fatalidad y la denuncia de injusticias como la discriminación racial en una simbiosis perfecta entre la novela gótica y el realismo social. Retrata personajes morbosos y frikis con naturalidad. «La naturaleza jamás es anormal», dice en su autobiografía donde explica que la mudez de Singer en 'El corazón es un cazador solitario', la homosexualidad del capitán Penderton en 'Reflejos en un ojo dorado' y la minusvalía del jorobado en 'La balada del café triste' son símbolos: están ahí para inspirar el argumento.

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Resistir

El resultado provoca una percepción de compleja lucidez. La autora añade misterio a su talento al aludir a su comprensión fragmentaria e inspiración. En 'Iluminación y fulgor nocturno' relata cómo se le reveló que aquel personaje por el que todos los solitarios de su primera novela se sentían comprendidos era, paradójicamente, sordomudo.

Su segunda novela 'Reflejos en un ojo dorado' fue adaptada al cine por Jon Huston. De 'Frankie y la boda' escribió una versión teatral que tuvo enorme éxito. Publicó maravillosos cuentos como 'El transeúnte' en las mejores revistas y periódicos. 'El aliento del cielo' (Seix Barral) los reúne junto con sus tres nouvelles: 'La balada del café triste', 'Reflejos en un ojo dorado' y 'Frankie y la boda'.

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En los últimos años se obstinó en resistir frente a la adversidad que le infligía la enfermedad (tuvo varias neumonías y fracturas, un cáncer de mama y un ataque cerebral) y su agitada vida sentimental (se casó dos veces con un aspirante a escritor que después se suicidó). «El dolor prácticamente jamás se apiada de mí», le escribe a Tennesee Williams, su gran amigo. Ambos tuvieron la elegancia de saber admirarse.

Casi inválida, con la mano izquierda paralizada, trabajó en su última novela, 'Reloj sin manecillas' y dictó su autobiografía. Una de las personas que la ayudaron, Arnold Sain Subber, contó a Virginia Spencer Carr, su primera biógrafa: «Carson era el ser más angelical del mundo y al mismo tiempo el más odioso demonio. Se aferraba a la vida. Era una fortaleza. No había nadie más fuerte en el mundo. Era una mariposa, pero de acero».

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