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Luisgé Martín.
REPORTAJE

La rebelión de los niños cucaracha

Una serie de novelas autobiográficas coinciden en tiempo, estilo (descarnado) y tema: el lado oscuro de ser homosexual

EDUARDO LAPORTE

Lunes, 23 de enero 2017, 23:19

Nadie me dio la espalda al enterarse de que estaba contagiado por la peste de la homosexualidad. A pesar de ello, sentí enseguida el espanto de la enfermedad y durante muchos años hice todo lo que estuvo en mi mano para ocultársela a los demás». No es un alcohólico anónimo, ni un ludópata, ni tampoco un heroinómano que ha abandonado los malos hábitos. Se dice en la primera frase, «homosexualidad», y quien padecía tan repudiada 'enfermedad', perseguida durante el franquismo por la Ley de vagos y maleantes, no es otro que Luisgé Martín (Madrid, 1962) en 'El amor del revés' (Anagrama). Habrá quien piense que hay dramas mayores pero quizá no sepa que la citada ley se modificó en 1954 para incluir la represión a los homosexuales, a los que las autoridades podían internar en instituciones especiales y, en todo caso, añadía la ley, «con absoluta separación de los demás». Apestados. Niños cucaracha, como lo define el autor con ironía de sabor kafkiano.

Y así como el franquismo no acabó con la muerte del dictador -como nos recuerda la película 'La isla mínima'-, el rechazo a los «invertidos» tampoco desapareció de la noche a la mañana. A esa condición de proscritos se le unía también una ignorancia social sobre un tema tan tabú como ausente del imaginario cultural. «No había otros homosexuales en la vida corriente, en las aulas de un colegio religioso o de un instituto público de bachillerato, en las calles de barrio, en los bares a los que iba con mis amigos a beber un refresco o una cerveza, en las aulas, en las playas del verano, en los cines de la Gran Vía, en las casas de mi vecindario». A la extrañeza de saberse distinto y repudiado, el vacío de no poder compartirlo con nadie. De no poder consolarse con nadie. Con quince años, relata Luisgé Martín en su novela autobiográfica, hizo un pacto de silencio consigo mismo y durante cinco años no habló de sus sentimientos con nadie ni tuvo ninguna relación íntima con nadie. «En la época más terrible y más gloriosa de la vida de un ser humano, permanecí quieto, escondido, educándome en el arte del fingimiento y la simulación de todo».

Potencia confesional

Extractos reveladores de la fuerza de este tipo de literatura confesional que tiene valor en sí, pero también el de dar a conocer un tipo de existencia no tan transitada como otros modo de vida, digamos, más convencionales o tradicionalmente aceptados. Una literatura en ocasiones descarnada pero no gratuita, como la que impregna las páginas de 'En mi cuarto', de Guillaume Dustan (París, 1965-2005), autor considerado de culto tras la publicación en Francia de esta obra rompedora que ha rescatado y traducido Reservoir Books. Seropositivo, magistrado y un homosexual de activa militancia sexual, la obra arroja un torrente de experiencias de una vida sin límites, macerada en sexo, promiscuidad, drogas, soledad y compulsión. Recuerda a 'Trainspotting', pero también a 'Historias del Kronen', sobre todo por su ritmo agilísimo, directo y que elude cualquier circunloquio estilístico: «Me tomé un éxtasis que quedaba en la nevera y me la casqué metiéndome cosas por el culo delante de un porno que rebobinaba todo el tiempo. Estaba tan ciego que me tiré el árbol de Navidad y la torre de los compact disc manejando el saco de dildos. Me pareció gracioso».

Un torrente de sinceridad que no habría que considerar pornografía, pues su fin no es tanto erótico sino, simplemente, exponer el relato crudo de unos hechos. Como, salvando las distancias, Chester Brown en su particular memoria de sus putas no tristes en 'Pagando por ello'. En dicho libro, este famoso autor de cómics canadiense hace una suerte de proselitismo de la prostitución como método de vida por encima de un amor romántico que, según él, le ha decepcionado. Libros que comparten un carácter vivencial fuerte y que rompen tabúes, al presentar como legítimas ciertas conductas o modos de vida socialmente discutidos.

No se lo digas a nadie

El miedo a que los demás se enteren, al rechazo y extrañeza que al menos hasta mediados los noventa provocaba manifestar la propia condición gay motivó libros como, precisamente, 'No se lo digas a nadie', del escritor peruano Jaime Bayly. De contenido homosexual aunque en clave de ficción, su adaptación al cine fue la primera película (1998) estrenada en Perú que trataba el tema homosexual. Más confesional sería, sin embargo, su última novela, 'El niño terrible y la escritora maldita', donde Jaime Bayly se convierte en personaje al añadir una ese a su apellido, Jaime Baylys, en un detalle para crear una cierta distancia, un mínimo barniz de ficción en el fuerte aliento autobiográfico. El peruano, que se declara bisexual, aunque trató «con mucha perseverancia de ser gay», narra en esta novela, que ha cosechado buenas críticas, su relación con una chica 23 años más joven que él.

El bloguero literario y escritor David Pérez Vega señala otros libros, como 'El lenguaje perdido de las grúas', la primera novela de David Leavitt (Pensilvania, 1961), publicada originalmente en 1986 y reeditada en 2006 en Anagrama, aborda la cuestión del hijo que enfrenta su condición homosexual a sus padres. «Durante bastante tiempo ha sido el escritor gay de referencia en Estados Unidos y tiene un buen nivel. Me gusta especialmente otro libro suyo, 'Arkansas'», añade Pérez Vega. Un abordaje al tema gay y de la seducción en tres historias narradas desde la cotidianeidad y sin renunciar a una visión ligera o incluso divertida.

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