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Para empezar, 'El húsar'

JOSÉ BELMONTE

Lunes, 31 de octubre 2016, 22:50

Cuando se publica 'El húsar', Arturo Pérez-Reverte contaba con 35 años de edad. Es, sin duda, el producto de una larga carrera de lector que por primera vez se acerca al terreno de la creación literaria. Un lector silencioso y temprano que irrumpe, sin hacer demasiado ruido -en aquella época, no estaba demasiado bien visto que los periodistas jugaran a ser escritores como si tal cosa-, en los escenarios de la ficción. En 'El húsar', Pérez-Reverte asume ya, sin complejo alguno, un tipo de ficción que no le será del todo ajena en el resto de los relatos que aún estaban por llegar.

Que se sepa, solo existe una única reseña 'El húsar,' aparecida en los meses siguientes a su publicación. Es una crítica muy breve, sin firma. Supone, sin embargo, un apunte temprano y también muy esclarecedor de lo que se avecinaba. Se habla de una ambientación «rigurosamente histórica». Algo, curiosamente, que, por esta vez, no es del todo cierto si nos atenemos a una 'Nota del autor' que se inserta en la primitiva edición de Akal. En ella se deja bien claro que «en 1808 no se libró en Andalucía ninguna batalla con las características de la descrita en esta novela».

El eterno conflicto entre la realidad y el deseo se refleja aquí, con una perfección asombrosa, en la figura del joven húsar Frederic Glüntz, un ente de ficción al que hay que situar entre la galería de personajes inolvidables a los que nos acostumbrará Reverte a partir de entonces. En 'El húsar', Pérez-Reverte lleva a cabo todo un despliegue documental echando mano de una abundante bibliografía sobre la guerra napoleónica en terreno hispano. Existe, pues, una larga y exhaustiva documentación previa con la que consigue la ambientación necesaria para dar credibilidad y rigor a la novela. Así obrará a partir de entonces en todos sus relatos, en los que jamás da un solo paso sin mirar el terreno que pisa. La fase más divertida de todo el complejo proceso creador.

El tema del 'buen soldado' se extenderá más allá de 'El húsar' como metáfora de la vida en la que, a pesar de todo, existen unas reglas que es preciso cumplir a toda costa. Un particular código de honor difícil de entender para el resto de la sociedad. Unas reglas que unen a personajes como Astarloa, de 'El maestro de esgrima', Diego Alatriste y Lorenzo Quart, el cura soldado de 'La piel del tambor'.

En 'El húsar' ya suena la música del ciclo del capitán Alatriste, que se inicia diez años después, en 1996. Incluso se vislumbra en el horizonte la figura señera, única e irrepetible, de don Diego Alatriste y Tenorio. Frederic Glüntz, personaje de la novela de 1986, se sorprende a sí mismo al verse atraído por un viejo húsar solitario que le sale al paso. Su descripción coincide, en gran parte, con la que nos ofrecerá, lustros después, de don Diego Alatriste: cicatriz perpendicular en la mejilla, nariz aguileña y fuerte como la de un halcón, entre cuarenta y cuarenta y cinco años, la piel del rostro tostada «y unos ojos tranquilos en torno a lo que se agolpaban innumerables arrugas». Más que una primera novela, 'El húsar' es una declaración de intenciones.

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