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Tinta y lágrimas

Tinta y lágrimas

Una de las novelas más conmovedoras y redondas de toda la producción de Arturo Pérez-Reverte

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Lunes, 30 de noviembre 2020

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La portada del libro –en la que, me consta, siempre pone mucho empeño e interés el propio autor–, con la foto, entre luces y sombras, de unos hombres –jóvenes, sin duda, aunque la mirada, desconfiada, lo desdiga– con la cara sucia, de pocos amigos, con la barba de tres días, ataviados con unas boinas oscuras y trajes pardos, como si fueran espectros en la noche, ya hace presagiar lo que el lector se va a encontrar en el interior de este volumen que sobrepasa, con creces, el medio millar de páginas, que al lector más exigente se les hacen cortas.

Es la novela que Arturo Pérez-Reverte ha estado remoloneando durante toda su vida. Es la novela que se había negado a escribir y que ahora, casi a los setenta años –el pasado miércoles cumplió los sesenta y nueve–, ha decidido sacar a la luz para que dejara de roerle las entrañas y retorcerle las tripas. Ensayos previos no han faltado. En su primera obra, publicada en el ya lejano 1986, 'El húsar', ya se refiere a la campaña napoleónica en España. Y no han faltado, en estos casi cuarenta años de escritor, algunas insinuaciones, algunos guiños, en los que la guerra –cualquier guerra, como la de los Balcanes, tan perfectamente retratada en 'Territorio comanche'– aparecía como telón de fondo, con un cierto ruido de sables y olor a pólvora. En 'El tango de la guardia vieja' aparece la figura del exiliado, pero sin apenas dramatismo. En ella, el conflicto armado español está demasiado lejos, y ahora no queda sino disfrutar, al resguardo del estruendo de los cañones.

Poco después, Pérez-Reverte decidió contar la Guerra Civil a los jóvenes, con la aparición de un volumen, hermosamente editado, que hizo poner el grito en el cielo a los más exaltados, a quienes esperaban que, por fin, se decantara por una u otra posición, que tomara partido, sin caer en la cuenta de que se trata de un profesional de la literatura, y de un autor de ficción que no tiene que rendir cuentas ante nadie y que tiene derecho a interpretar la Historia como le venga en gana. Finalmente, la serie dedicada a su espía Falcó, con una deslumbrante trilogía, nos aproximó a la Guerra Civil, a los entresijos y a los tejemanejes de una lucha fratricida en la que algunos pillos supieron sacar ganancia.

Deslumbrante

'Línea de fuego' es una obra deslumbrante, conmovedora. Un golpe seco en el estómago que nos deja sin respiración. Nadie ha escrito así, de ese modo, tan brillantemente, sobre este tema tan polémico y escabroso en lo que va de siglo, ni siquiera en las décadas precedentes, en donde tantas horas de trabajo se han desperdiciado para legarnos productos demasiado partidistas, maquillados y líricos. Pérez-Reverte, a base de trabajo, con una rigurosa investigación previa, fiándose de su intuición y de su memoria, de su buen olfato de novelista, ha llevado a cabo un relato coral –su precedente estaría, sin duda alguna, en 'Un día de cólera', del propio autor, sobre los acontecimientos del 2 de mayo de 1808 en Madrid– en donde, sin embargo, la mayor parte de los personajes, trazados, en ocasiones, con unas cuantas pinceladas, siguiendo así, las enseñanzas de dos de sus grandes maestros, Pérez Galdós y Pío Baroja, resultan vivos, cercanos al lector, que, cómplice de esta historia, parece sumirse en el abismo y en la vorágine de esta descomunal locura en la que apenas se oyen las voces por el retumbar de los morteros, el tableteo de las ametralladoras y los lamentos de quienes caen abatidos con el cuerpo destrozado. No es propiamente una novela realista al uso, sino, antes bien, un relato forjado al más puro estilo del Naturalismo del siglo XIX, en esos tiempos en los que la tinta se mezclaba con las lágrimas.

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