Testimonio de existencia

Ángel Almela Valchs (Cieza, 1955), mientras escribía 'Los días en la tierra', ha tenido un grave problema de salud, ha tomado conciencia de lo limitado que es el ser humano. Esto ha hecho que su poesía se implique más en la vida. Aunque, renuncia a concederle carácter testamentario, es consciente de que ceder a otros, aquello que él no ha hecho, convierte la existencia en pura fantasía. No obstante, quiere dejar testimonio de su existencia y lo advertimos por sus preguntas. Aunque sabe que muchas no tendrán respuesta, insiste, pues en la pregunta permanece la luz de estos días.

Participó en la fundación del grupo literario más duradero de esta provincia, 'La sierpe y el laúd', año 1980, pronto cumplirán 43 años, junto con Aurelio, Manolo Dato, Pascual, Bartolomé y otros a los que se irían sumando aquellos interesados en la lectura y en la escritura. Comenzaron con talleres literarios que tuvieron el acierto de extender a toda la comunidad, nunca han caído en el localismo, como queda fácilmente demostrado en sus publicaciones, revistas, libros, vídeos. Destaco en esta obra la participación de Aurelio Guirao, profesor, poeta, narrador, dramaturgo y pintor, cuya presencia fue definitiva para la promoción de estas actividades.

Ángel es, desde hace años, quien mantiene vivo el recuerdo y la continuación de este grupo. Ángel Almela este poeta, con una larga trayectoria, es el autor de 'Los días en la tierra'.

Quiero felicitar a la editorial MurciaLibro, a su colección 'Ad Libitum', que dirige Pascual García, por haber elegido este texto. Se dice que para conocer el poema conviene copiarlo, es una manera de leer despacio, también de tocar las palabras con las que ha sido hecho.

Presentar este libro es muy fácil, bastaría con leer un poema, ya que, siendo tan distintos entre sí, todos están dotados de la misma tensión vital. En ellos descubrimos la fragilidad humana, también su lucha, la búsqueda, que a veces es aceptación y a veces rebeldía. Estamos en la frontera, allí donde el poema se convierte en la verdad.

El libro trata de todos nosotros, mujeres y hombres, sometidos a ese vaivén del tiempo, porque esa es la condición de la tierra, pertenece al tiempo...

El hombre y la fe del hombre han inventado la eternidad, que equivale a estar fuera de ese espacio que se acaba. El ser humano y el tiempo saben que, ambos, son transitorios. De ahí el título de este poemario: 'Los días en la tierra'. Si se llamase los días en las nubes, o los días en los cielos, perdería ese compromiso que Ángel tiene con su circunstancia, el mundo y la época que le ha tocado vivir, que nos ha tocado vivir: hambrunas, guerras, enfermedades, injusticias, falsos mitos. Todo aquello que el poeta quiere poner en claro.

Cuando pasen muchos años y alguien lea este libro, sin duda lo verá como un testimonio, una poesía ligada al cuerpo y a los sueños, quizá si lo comparásemos con sus otros libros, se diga: ahora es más reflexivo. ¿Es que antes no lo ha sido? Sí, pero con los años ha ahondado en esa reflexión, en sus preguntas, lo que no implica que todas tengan respuesta. Este es un libro con los pies en la tierra.

Ángel ha vivido con intensidad esa crisis con la que se ha comprometido. ¿Significa esto que el ser humano es la víctima? A veces se sirve de imágenes surrealistas, única manera de mostrar la contradicción en que vivimos: «Me quité los zapatos y deslicé el camino / y la nube se fue echando encima de aquel día / dejando bajo mi piel, un escándalo de pájaros».

Es un acierto ese «escándalo de pájaros», ¿expresa así el desconcierto? Decía María Zambrano que poesía es todo lo que tiene ala, el vuelo y el ruido es lo que percibe el poeta cuando se ha visto acorralado y vencido. Claro que en ese vuelo podemos descubrir un deseo de vivir. Este libro es un canto a la vida.

En el poema 'Esta tierra' comienza: «Esta tierra/ con su alma vieja, / con su fondo templado /y su jardín de manicomio, / peregrinaje de sonidos y silencios, / hoy, me cabe en una mano...». El poema alude al tiempo, al paraíso perdido, palabras que van y vienen, todo está en su mano, la mano que escribe, que da forma al caos.

'Si me llamas', donde el poeta acepta el destino, tras enumerar lo que ha sido su existencia, en ese diálogo con la muerte, le ruega que todavía no: «Pero no me llames todavía». Porque aún le quedan cosas por decir.

Entrañablemente humano es el poema que dedica a 'Las manos de mi madre'.

¿Cómo considera a su poesía? Lo hace en 'Bajo una piel nueva', he aquí, sus primeros versos: «Mis versos no son una luz fría con su verde de acuarela. / Mis versos son gigantes al borde de acantilados / mirando de soslayo la playa. / Y es que desde hace más de cuarenta años / se despiertan conmigo / desvelando la certeza de lo que soy: / una luciérnaga en una densa noche».