Leila Slimani (Rabat, Marruecos, 1981). Joel Saget / AFP
'Miradnos bailar' | El libro de la semana de Ababol

Slimani sigue bailando

La segunda entrega del monumental 'El país de los otros' es una introspección hacia varios mundos: por un lado, el familiar, situando a Mathilde, su abuela, la protagonista del libro anterior, en un segundo plano, tan necesario como misterioso; y el político, en una radiografía clara de Marruecos en los primeros años de la independencia, ya sin la tutela francesa

Leila Slimani sigue bailando, y lo hace con buen tono. Toda su escritura es una música proporcionada, delicada, que retrotrae al lector hacia escenarios sensuales, ... no exentos de dureza. Slimani escribe la vida tal cual, pero sin renunciar a la belleza, a la pausa que merecen las conversaciones en voz baja, las pasiones ocultas de los seres humanos que conforman sus relatos. Es su familia la que se expone a través de imágenes del ayer, que ayudan a entender buena parte del presente. Los secretos de sus abuelos, los pensamientos circulando por un país creciente, como fue Marruecos en los años sesenta, un territorio abierto a la esperanza y peligrosamente cerca del precipicio. Baila Slimani, sí, y se confirma como una de las narradoras francesas más importantes de este siglo, a la altura de cualquier nombre que pueda citarse en los debates literarios.

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'Miradnos bailar' (Cabaret Voltaire) es la segunda entrega de su monumental 'El país de los otros', una introspección hacia varios mundos: por un lado, el familiar, situando a Mathilde, su abuela, la protagonista del libro anterior, en un segundo plano, tan necesario como misterioso; y por otro lado, el político, efectuando una radiografía bastante clara de la situación de Marruecos en los primeros años de la independencia, ya sin la tutela francesa.

'Miradnos bailar', de Leila Slimani

  • Ed: Cabaret Voltaire 448 páginas. 23,95 euros

El resultado es una combinación estimulante, en la que la historia del país se va inmiscuyendo en la intimidad de la familia, donde las obsesiones personales se convierten también en eventos geopolíticos. Marruecos es, en la obra de Slimani, el país de los otros que la escritora lleva dentro de sí, la nación que mira de reojo el cabello rubio de esa familia que mezcla su sangre con los orígenes alsacianos.

Cabaret Voltaire ha encontrado el genio de la lámpara en la escritura de Slimani. Desde que publicó 'Canción dulce' (Chanson Douce), premio Goncourt en 2016, su estilo no ha dejado de crecer. Ahora desembarca en español la segunda entrega de una saga que quedará en la memoria editorial durante años, compuesta de historias mínimas que influyen en el devenir de los países occidentales, compuestos de multiculturalidad, de personas que llegaron y se fueron, de otras que se quedaron y que conforman no un único país, sino un sentimiento diverso y que no deberían casar mal entre ellos. Este libro lo ha escrito una inmigrante, último exponente de una familia que lleva cien años saltando de un continente a otro, de Francia a Marruecos y viceversa. Resulta hermoso que 'Miradnos bailar' sirva también como punto de unión entre esos dos mundos, a veces contrapuestos, y otras veces tan cerca que son el mismo territorio habitado por esperanzas.

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Al son de la música militar

Uno de los éxitos de Leila Slimani reside precisamente en la facilidad con la que su escritura se sitúa en el lugar de en frente, en el «otro», dando sentido al título de toda la serie. Las historias que se cuentan carecen de buenos y malos. Sus personajes son complejos, con odios y amores, con celos y pasiones. Las problemáticas ya apuntadas en 'El país de los otros' se desarrollan y cobran sentido en 'Miradnos bailar', si bien aparecen con fuerza otros personajes, que acercan el relato al presente histórico. Las raíces se vuelven menos profundas a la par que las conexiones fluyen por un país que quiere crecer, modernizarse, pero a costa de la sangre y la libertad de sus ciudadanos.

Marruecos es, en la obra de Slimani, el país de los otros que la escritora lleva dentro de sí, la nación que mira de reojo el cabello rubio de esa familia que mezcla su sangre con los orígenes alsacianos

El libro se extiende por los conflictos políticos que llevaron a Hassan II a asentarse en el trono. Se conocen como los años del plomo en el país rifeño, donde aumentaron las desapariciones de los opositores, las cargas policiales y el sueño de un Marruecos moderno y libre se vino abajo. El país se había conjurado para echar a Francia de su administración y despertaba en los años sesenta con una dictadura que se cebaba con los propios marroquíes. No huye la voz de Slimani del conflicto político, porque no tiene complejos para contar la historia tal cual. Y no lo hace a través de una narración cronológica, usual, sino canalizada por las vivencias de los personajes del relato. De esta forma, pasan por las páginas de ¡Miradnos bailar' los golpes de estado contra Hassan II, el estado policial creado, mientras la vida se abría paso.

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Una herida familiar

Y ese es uno de los aciertos de la novela, que a la censura y las matanzas, se impone una vida íntima. Es cierto que esta corresponde a la de una élite que se prepara para llevar al país hacia el progreso, para que nunca más sea ese «país de los otros». Las páginas de 'Miradnos bailar' se llenan de escenas que hoy nos resultan exóticas. Un Marruecos de mujeres sin velo, de fiestas donde se bebe alcohol y los muchachos se bañan en la playa sin importar lo desnudos que estén los cuerpos. Slimani confirma con una escritura sin complejos (cuán difícil ha debido de ser tratar así el tema político y el familiar) que el tiempo no siempre es progresivo, que los países están en peligro de caer en la involución, en África, pero también en Europa.

Alza la voz Aisha, la hija de Mathilde, para demostrar que la historia se repite, aunque con variantes invertidas. En esta construcción de ida y vuelta, entre las dos orillas del mundo de sus orígenes, Aisha, la niña cuya foto de comunión está sepultada en casa para que nadie pueda pensar que es cristiana, se va a Alsacia a estudiar medicina, el lugar de donde viene su madre, la que le ha dejado en herencia el cabello rubio por el que la señalan por la calle. Francia será para Aisha el país de los otros, aunque lleve en la sangre también las calles góticas de Estrasburgo, cerrando el círculo y volviéndose a abrir precisamente en la escritura identitaria de Slimani. Pero esta no se muestra de forma obsesiva o grandilocuente. La identidad no es un arma para vender novelas, sino un reflejo puro y sereno de su pasado y de sus días.

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