La memoria es un campo de minas
Repaso a una década prodigiosa en donde asoma la figura del propio autor
Cuando un libro está bien escrito, está bien editado y habla de lo que a uno le gusta se convierte en el mayor objeto de ... deseo; ese deseo que produce la hambruna de querer comérselo de un solo bocado, de leérselo de una sola sentada, como ha sido el caso de quien firma esta reseña. No voy a descubrir ahora que Oché Cortés escribe como los ángeles, con una extraordinaria finura. Baste recordar alguno de los títulos que un servidor se ha echado al coleto, como sus entrañables 'Aventuras de Quique Piripi y su abuelo'. Lo que sucede es que Cortés, que es un conocido hombre de la radio -su voz aún nos sigue impresionando a quienes, pecando de antiguallas, opinamos que, al menos en ciertos medios, lo es casi todo-, que ha tenido contactos más que serios con el mundo de la canción, parece sentir un poco de sonrojo a la hora de escribir y publicar, como si le fueran a recriminar su atrevimiento.
Un libro como el que ahora nos presenta, en manos más inexpertas, podría haber sido un auténtico tarugo, un pestiño, un cartapacio repleto de nombres y de títulos sin mayor trascendencia. De entrada, hay que tener la energía suficiente, la memoria precisa y la sensibilidad necesaria para una empresa de este calibre.
Oché Cortés ha querido dar a conocer, a quienes ya han cumplido los 50 y al resto de interesados, lo que sucedió en una etapa muy precisa de nuestra historia reciente; durante los años setenta, tiempo en el que tuvieron lugar tantos acontecimientos que casi está todo aún por contar. El tardofranquismo y la inmediata transición, tras la muerte del dictador, dieron mucho de sí. Y a ello se refiere el autor en estas páginas, poniendo su mirada, fundamentalmente, en la música, pero sin olvidarse del cine, de la política, de la sociedad, de los medios de comunicación, y, también, de la vida cotidiana, de la que él formó parte. Y para ello, nada mejor que tener a mano una buena documentación y, sobre todo, una justa dosis de gracia y de humor para hacer la travesía mucho más agradable si cabe. Memoria, y nostalgia la justa para no caer en sentimentalismos y en el consiguiente dolor. Porque, si bien se mira, en esa vuelta al pasado es inevitable recordar a quienes cayeron en combate en la desigual lucha contra ese tiempo que ni se para ni tropieza, que diría el genial Quevedo. «La memoria -escribe Oché al inicio de uno de estos atractivos capítulos- es un campo de minas que a veces se atraviesa sin plano».
Oché Cortés, que cita en su flamante libro al capitán Trueno, a Pepe da Rosa, a los Diablos, a Camilo Sesto y Nino Bravo, a John Travolta y su perenne fiebre del sábado noche, al incombustible Georgie Dann, a Bruce Lee y a Kung Fu, pasando por las consabidas fiestas de pueblo y los días azules y los mares de la infancia, no se olvida, sin embargo, de sí mismo. No se olvida de contarnos, aunque sea a trancos, con destreza y sutil habilidad, sin que apenas se note, aquel tiempo suyo de continuos traslados, de ilusión por llegar ser un gran portero de fútbol, un músico famoso. Ese febril y lógico deseo, cuando era un muchacho, de llevarse a la mejor chica a dar un paseo en barca.
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