Juan Vicente Piqueras (Los Duques, Requena, 1960). CARLOS MORET

'La habitación vacía', diálogos imposibles

El poeta valenciano Juan Vicente Piqueras nos permite viajar al más allá estando en el más acá, al crear un mundo lírico en el que los vivos entablan un contacto constante con los muertos y los muertos dialogan con los vivos en un vaivén existencial y perturbador entre espacios y tiempos aparentemente inconciliables

ANTONIO CANDELORO

Sábado, 18 de marzo 2023, 08:07

¿Qué hay en una habitación vacía? Es una pregunta retórica y aparentemente fácil de contestar: no hay nada, claro está. Sin embargo, basta con ... mirar bien (en eso podría consistir la poesía: en saber mirar con ojos atentos lo que nos rodea) para comprobar que no es así y que dentro de un espacio cerrado puede haber mundos: «El cuadrado que deja en la pared / la ausencia de un cuadro [...]» (el vacío de un vacío: un vacío al cuadrado); «un rayito de sol que entra por la ventana» (epítome visual de la lucha universal de los elementos según la teoría atomística de Lucrecio); «Una telaraña. Un trozo / de papel. Una uña. Una hormiga extraviada» (¿adónde se dirigirá esa hormiga?).

Publicidad

Son versos del poema que da título a la última recopilación poética de Juan Vicente Piqueras, 'La habitación vacía' (Madrid, Visor, 2022), merecedora del Premio Hermanos Argensola de 2022. A través de este poemario el poeta valenciano nos permite viajar al más allá estando en el más acá, al crear un mundo lírico en el que los vivos entablan un contacto constante con los muertos y los muertos dialogan con los vivos en un vaivén existencial y perturbador entre espacios y tiempos aparentemente inconciliables (tal y como queda explicitado en la dedicatoria: «A mi familia, / vivos y muertos, / juntos»).

La inconmensurabilidad entre estas dos esferas aparece de forma clara en los dos bloques en los que está dividida la obra: si la primera parte le pertenece al mundo del «YA NO», la segunda es el reino del «TODAVÍA NO». Entre una y otra, la voz del poeta deja hablar a (o se mimetiza y se introyecta en el alma de) vivos y muertos, queridos y añorados.

Un ejemplo de cómo el poeta es ese ser que en la soledad de su voz monologante puede descubrir que, cuando le decimos «buenas noches» a la persona que duerme a nuestro lado, lo que le estamos diciendo de verdad es: «No te me mueras»

Si 'La habitación vacía' está dedicada al también poeta Carlos Edmundo de Ory, los demás poemas presentan dedicatorias tan dispares como «A una familia que ya no existe», «A ti, seas quien seas tú», «A alguien que se mató en mí» o, de forma más genérica (y tétrica), «A los amigos que se arrojaron al vacío».

Publicidad

Las voces de los fantasmas

No hay versos que no intenten aunar o crear puentes entre los que se quedan y los que se fueron. No hay poema que no nos invite a pensar melancólicamente sobre el paso del tiempo y la pérdida de los seres queridos. Como si se tratara de una nueva versión de la mítica antología de Edgar Lee Masters, 'Antología de Spoon River' (1915), 'La habitación vacía' es un constante ejercicio hermenéutico (además de un constante canto lírico) que nos empuja a escuchar las voces de los fantasmas, de quienes ya no están pero siguen ansiando conocer nuestras vidas diarias y de los vivos que siguen estando y, no obstante, desean reconciliarse y reencontrarse con quien ya terminó en la que Hamlet define como «that undiscovered country from whose bourne no traveler returns».

Si en 'Exmundo' el yo lírico «Mir[a] las maravillas de la vida / desde el punto de vista / de quien ya no está en ella / y no puede creer en lo que ve»», de ahí que se convierta en un «Lázaro cantando el carpe diem» (reencarnación paradójica del personaje bíblico protagonista del famoso milagro narrado por Juan), en 'Hotel Aldilà' (que en italiano significa 'Más Allá') nos topamos con un mundo ultraterreno en el que los muertos viven una eternidad donde «nadie miente, nadie teme, / nadie espera el ayer ni desespera».

Publicidad

Lástima que, en un sitio tan aparentemente alejado de las preocupaciones y las dolencias de los mortales, lo que se echa de menos es precisamente poder «quedar en la remota realidad / a tomar algo juntos, /juntos, a tomar algo» (verso final en el que el quiasmo evoca emblemáticamente la famosa respuesta de Aquiles a la exclamación de Ulises en su encuentro en el Hades en el Canto XI de la Odisea: «yo más querría ser siervo en el campo de cualquier labrador sin caudal y de corta despensa / que reinar sobre todos los muertos que allá fenecieron», vv. 489-491).

'La habitación vacía'

  • Autor Juan Vicente Piqueras

  • Editorial Visor, 108 páginas

  • Premio de Poesía Hermanos Argensola

A los poemas más filosóficamente involucrados en la búsqueda de un sentido como, por poner otro ejemplo, 'Sí y no' (cuyo verso final es casi un aforismo: «Sin la muerte la vida no tendría sentido»), les siguen de forma armónica los poemas más visualmente creativos: pienso en 'Jonás Again', en el que el poeta vuelve a vivir la experiencia que padecieron Pinocho y Achab en el vientre de la ballena, o en el magnífico e inolvidable 'Confesiones de una camisa', en el cual Piqueras, adoptando la técnica del «monólogo dramático» nos permite «escuchar» las quejas (humanas) de una camisa solitaria que espera que alguien la use, para darle su calor, su pulso, su deseo de salir literalmente del armario para ver qué hay ahí afuera y qué significa de verdad la palabra «libertad».

Publicidad

Nuestro sueño

Pienso también en el poema que cierra la obra reenviando el lector al texto con el que se abre: 'Una tarjeta blanca', otro monólogo (aquí dramatizado) en el que un arcángel, al servicio de su Majestad el Rey de las Ruinas y en el nombre del Ministro de Asuntos Exteriores y Afanes Interiores, nos explica a qué se dedica y cómo puede penetrar en las habitaciones de todos los hoteles del mundo terrenal para contemplarnos y acompañarnos en el momento decisivo, cuando nos ajustará las sábanas «como hacía [su] madre» y nos dirá la verdad, aprovechando nuestro sueño y, por ende, nuestra imposibilidad de poder escucharle.

'La habitación vacía' es un ejemplo clarividente de cómo la poesía puede seguir investigando la realidad más allá de las barreras humanas y de cómo el poeta es ese ser que, en la soledad de su voz monologante y de su mirada sutil y abarcadora, puede descubrir que, cuando le decimos «buenas noches» a la persona que duerme a nuestro lado lo que le estamos diciendo de verdad es: «No te me mueras»; «No tengas pesadillas, no te vayas»; «sueña conmigo, sueña que el amor / es feliz por lo menos en el sueño». Ese sueño que, a veces, se parece a la muerte. Ese sueño del que, a veces, despertamos sin saber a ciencia cierta si seguimos aquí o ya hemos traspasado el umbral de ese mundo desconocido del que nadie regresa.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad