Entre el Gallo y Belmonte
Gregorio León regresa a los tiempos de Galdós con su nueva novela
En 1917, fecha en la que transcurre la acción de esta trepidante y bien medida novela, uno de los más grandes escritores de la literatura ... en lengua española de todos los tiempos, don Benito Pérez Galdós, viejo y cansado, ciego y un tanto decepcionado al habérsele negado el Nobel por las intrigas de sus propios paisanos, comenzaba a declinar, a despedirse de la vida. Se había convertido en un símbolo de la constancia creativa; pero, al mismo tiempo, también llegó a ser el blanco de las iras de esa nueva generación, la del 98, que, como reza en el conocido poema de Gil de Biedma, había venido a comerse el mundo. Galdós, cómo no, «el mejor escritor de la Villa y Corte», aparecerá citado en varias ocasiones en estas páginas, como si tratara de un cameo al mejor estilo de Hitchcock.
Gregorio León (Murcia, 1971) es un auténtico contador de historias, un urdidor de excelentes tramas, con lo que algo de galdosiana tiene su literatura. Aunque lo que más nos sigue sorprendiendo a quienes hemos seguido a través de los años su trayectoria es su facilidad para inventar seres femeninos, virtud que procede, asimismo, del gran Galdós, quien dio aliento y vida a su Fortunata, a doña Perfecta o a Isidora de Rufete. Buena mano, pues, para confeccionar personajes femeninos, lo cual sigue siendo una asignatura pendiente entre los escritores españoles actuales, y buen temple por parte de Gregorio León a la hora montar todo un entramado de corte policiaco, terreno por el que se mueve como pez en el agua.
Acción, diversión para el lector, entretenimiento, potentes diálogos, buena y ágil prosa con ciertas pinceladas de lirismo descriptivo, lo que viene a demostrar la madurez y, sobre todo, confianza del autor en sí mismo, y, también, algo que no es un huésped habitual en la literatura española de nuestro tiempo: reflexión y pensamiento. O lo que es lo mismo: ese deseo explícito del escritor por penetrar en el corazón de sus personajes que, al margen de actuar, también valoran lo que hay a su alrededor.
Los inicios del siglo XX es el mejor banco de pruebas para ello. Un siglo después, parece que todo sigue en el mismo sitio, como se colige de la lectura de estas líneas: «Este país nunca se pone de acuerdo. Siempre hay dos bandos enfrentados. Liberales y conservadores. Los que defienden al Gallo o a Juan Belmonte. Los que se ponen al lado de los ingleses o de los alemanes». El cuento de nunca acabar.
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