Cómo exterminar a los fantasmas
Carmen Posadas ha escrito una de las mejores novelas de su dilatada carrera
Muy pronto hará un cuarto de siglo que salió a la luz, allá por 1996, la novela que puso en el mapa de la literatura ... a Carmen Posadas. Me refiero, naturalmente, a 'Cinco moscas azules', un relato sorprendente, con un aire nuevo, de gran frescura, y repleto, por doquier, de ciertos elementos que, con el paso del tiempo, han pasado a engrosar la poética de esta autora hispano uruguaya: ironía, especiales dotes para saber contar una historia y ese sutil y fino humor que, desde siempre, ha carecido la literatura en lengua española, demasiado adusta y austera, por aquello de que los hijos del Cid debemos comportarnos con seriedad.
Su carrera literaria, a partir de entonces, ha sido fulgurante, con títulos muy relevantes, con tramas en las que, aunque, en su mayor parte, extraídas de la realidad, se mostraba la desbordada imaginación de Carmen Posadas. Es, por si ello fuera poco, una literatura divertida, muy a la inglesa, de ahí que se le haya relacionado con autores como Thackeray, quien, en esta nueva entrega, está más presente que nunca, como si nuestra autora hubiera desempolvado las mejores páginas de 'La feria de las vanidades', ese tesoro que parecía arrinconado para siempre.
'La maestra de títeres' tiene algo de tragicomedia, de melodrama. Sin que falte en la misma ese mensaje implícito que se resume en el hecho de que, en cierta época del franquismo, mientras algunos se complicaban la vida para divertirse -vanidad de vanidades-, otros seguían bajo la férula del Régimen, con la presencia de ciertos soñadores que aún creían que la guerra no se había acabado del todo. Una trama perfectamente trenzada, como suele ser habitual en Carmen Posadas, y con un lenguaje exquisito, bien escogido en cada una de las ocasiones, con los registros necesarios para hacer más creíble esta historia. Y, al fondo, la ciudad de Madrid, que, como ya sucedió en 'La colmena' o en 'Tiempo de silencio', cumple a la perfección con su papel, como un personaje más, como un dios cruel y primitivo, que exige el sacrificio diario de una víctima.
Aunque Beatriz Calanda es aquí la principal muñidora, la dueña y señora del destino de los demás, incluidos sus cuatro maridos y sus tres hijos, los personajes que giran en torno a ella resultan verosímiles y cumplen con su papel hasta convertirse en seres simpáticos o despreciables para el lector. Me refiero a Lita, a Encho, a Julián, el maqui soñador, guapo, pobre y algo romántico que le trae un aire al Pijoaparte marseano. Sin olvidar el maravilloso 'cameo' de una espléndida Lola Flores, la Faraona, en su aventura del ascensor que, aunque breve, resulta ciertamente divertida.
A Dios rogando y con el mazo dando, que se dice en estos casos. Porque Posadas no da puntada sin hilo, dicho más gráficamente. No pierde, quiero decir, la ocasión para llevar a cabo una soberbia y puntual crítica a estamentos como la Iglesia, tan cercana al poder durante esos años, cómplice de las tropelías del dictador, y a una sociedad de nuevos burgueses que, aunque casi analfabetos, se aprovechan de su estatus y de su dinero para pisotear al resto de mortales. La técnica narrativa empleada en esta ocasión por Carmen Posadas es, si cabe, más ambiciosa que en relatos anteriores, con la presencia de diversos puntos de vista, del monólogo interior y de una realidad fragmentada que hay que reconstruir pacientemente. Lo mejor, nos viene a decir la autora, es no esquivar los fantasmas del pasado, sino exterminarlos por sobredosis.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión