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La experiencia siempre es un grado

Giménez Bartlett nos ofrece su mejor novela de la serie dedicada a Petra Delicado

JOSÉ BELMONTE

Lunes, 22 de enero 2018, 22:33

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Petra Delicado, la inspectora inventada hace veintiún años por Alicia Giménez Bartlett, vuelve a la escena del crimen. Y junto a ella, su inseparable, tragaldabas y simpático Fermín Garzón. Es la décima entrega de la serie desde la aparición, en 1996 de 'Ritos de muerte'. Y es, dicho sea de paso, el volumen que atesora más calidad, la obra más redonda de cuantas lleva escritas con estos dos protagonistas que hacen las delicias del lector.

Por lo que se ve, el tiempo no pasa en vano, y Giménez Bartlett es consciente de ello. La edad ya preocupa a Petra, que se mira y remira en los espejos intentando disimular sus arrugas. Aunque cincuentona, sigue siendo una mujer de armas tomar. Una señora al que le siguen yendo bien las cosas en su tercer matrimonio, a pesar de un trabajo que la mantiene en vilo noche y día. Envejece con dignidad, sustituyendo la irremediable muerte de muchas de sus neuronas con la experiencia que le da la vida, la gente con la que se tropieza en su camino. Esto último le permite conocer a fondo el género humano, y es lo que explica su talante de carácter pesimista, como si la cosa ya no tuviera remedio y tuviera que conformarse con hacer su trabajo lo mejor posible, con honradez, dejarse embaucar por los chistes malos de Garzón, tomar un buen plato caliente en el bar de la esquina y esperar a que llegue la noche para redimir las penas con un buen vaso de güisqui, en brazos de su marido. Es lo que hay.

Y ni qué decir que, fiel a la tradición, nuestra autora vuelve a echar mano de libros, películas, canciones, autores inolvidables que aparecen en estas páginas, otorgándole a la obra no un matiz culturalista, sino una pincelada acorde con ese espíritu lector y curioso de nuestra inspectora. Bartlett riza el rizo. No conforme con ofrecernos las aventuras de estos dos personajes al servicio de un comisario sin corazón, que sólo quiere resultados y quedar bien ante sus superiores y la prensa, saca a relucir en esta ocasión a un personaje llamado Roberto Fraile, otro inspector, pero, ¡atención!, perteneciente al cuerpo de los mossos d'esquadra, lo que garantiza la rivalidad, el lío, la guerra de competencias. La autora pone sobre el tapete una historia muy bien contada y excelentemente resuelta, sin cabos sueltos, sin agujeros negros ni puntos oscuros. La experiencia -tanto la de la inspectora como la de la propia Bartlett- es un grado, y aquí se hace gala de mucho oficio y, sobre todo, de mucho respeto a un lector que, ya a estas alturas, se ha vuelto muy exigente.

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