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Chimo Bayo
«Éramos los hippies del techno»
ENTREVISTA

«Éramos los hippies del techno»

escritores

LAURA FERNÁNDEZ

Lunes, 16 de enero 2017, 22:32

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Ni siquiera el legendario Chimo Bayo -la definición es suya-, el tipo ante cuyo nombre nadie puede reprimir una sonrisa, sabe por qué a la 'Ruta del Bakalao' se la llamó 'Ruta del Bakalao'. «Nadie lo tiene claro. Lo que sí tenemos claro los valencianos es que el nombre se lo puso alguien que vino de fuera. Recuerdo que por aquella época cuando un tema era bueno se decía que tenía 'bakalao', ¿qué era el 'bakalao'?», dice Chimo y, a continuación, se encoge de hombros y añade, «¿ritmo?». Quién sabe. Lo cierto es que hace mucho tiempo, al menos 25 años, los mismos que ha celebrado su famoso 'Exta sí, exta no', el tema que sueña volver a bailar el protagonista de su primera novela, Toni. Pero ¿ha escrito Chimo Bayo una novela? No exactamente. Digamos que él ha puesto el recuerdo o la investigación, ha puesto la documentación, los hechos reales en los que basarse, y Emma Zafón, periodista y escritora, ha puesto todo lo demás. «Empecé a trabajar en algo que no tenía idea de qué sería exactamente, pero sabía que consistiría en intentar dignificar ese periodo de la historia valenciana que tan mala prensa tuvo, y decidí llamarle, porque él lo había vivido desde dentro. Y le pareció genial. Nos vimos, hubo feeling y aquí estamos», relata Emma. El resultado es una novela titulada, muy acertadamente, 'No iba a salir y me lié' (Roca Editorial) que es «un intento de sacar de la desmemoria» la explosión de libertad (y fiesta) que se vivió en Valencia a finales de los 80 y principios de los 90.

Cuando la novela arranca, el protagonista está en mitad de una de esas fiestas sin fin, en las que hasta los aparcamientos de las discotecas participaban (coches abiertos, altavoces a tope, bebidas, cualquier cosa), disfrutándolo, y al momento siguiente está despertando en el mundo de hoy, en el que no es más que un cuarentón fracasado que, después de una visita a un amigo de aquella otra época que hoy regenta un puticlub, decide que nada le haría más feliz que resucitar la 'Ruta Destroy'.

- Dado el arranque de la historia, ¿podría decirse que hay nostalgia de aquella época en la novela?

- Emma: No. No es una novela nostálgica. Pero se da el caso de que el protagonista está pasando por un mal momento e inevitablemente piensa en el momento en que vivió la mejor época de su vida, piensa en su momento de esplendor. Y al tratar de recuperarlo lo que está haciendo es tratar de recuperar la esperanza. Es algo positivo.

- Chimo: Yo siempre digo que no puedes tener nostalgia de algo que es irrepetible. Y la 'Ruta del Bakalao' es algo irrepetible. Cuando me preguntan si puede volver yo siempre digo que no, porque nunca va a recuperarse la empatía de aquella época. Porque, aunque se opine lo contrario, no había ningún mal rollo entonces. Si alguien te tiraba la copa sin querer, acababas tú invitándole a él a una copa. Había un buen rollo increíble. Éramos los hippies del techno.

La época de Lobatón

- Pero esa no es la imagen que ha quedado. ¿Qué hay de los excesos?

- E: La Ruta del Bakalao vivió una campaña de desprestigio impresionante. Supongo que a alguien no debió gustarle que hubiese una primera generación en España que empezase a pasar de lo de ahorrar para comprarse un piso y casarse, y se dedicase a vivir el momento. Y eso coincidió con un momento muy amarillista del periodismo en España. La época de Paco Lobatón y sus programas sobre desaparecidos. Las niñas de Alcasser. Todo eso. Y en medio de todo eso había un montón de chavales yéndose de fiesta, y en televisión pasaban unas imágenes horribles. Por alguna razón se focalizó todo en el consumo de drogas y el descontrol.

- C: Todo eso empañó un movimiento cultural y juvenil que surgió en paralelo a la Movida madrileña pero en el que no había clases sociales. Podías estar en la pista bailando y que hubiera un mecánico y un periodista a tu lado. Se vivió una especie de fusión de buenismo interclasista que nunca reflejaron los medios. Todos nos sentimos violentados por el estigma de mala gente que se nos dio. Tampoco ayudó que las salas, decididas a sacar el máximo partido, permitieran montar fiestas en los parkings de los recintos. Veían dinero y lo querían. Si dentro de la sala tenían 1.500 personas, en el parking podían tener 8.000 más.

- E: Y así matamos la gallina de los huevos de oro. En vez de convertirnos en Ibiza, quemamos lo que teníamos y se acabó.

- C: Nos faltó un visionario.

- ¿Ha llegado a renegar de aquella época?

- C: Sí, durante un tiempo renegué. Pero ahora estoy súper orgulloso de haberlo vivido. Y de continuar trabajando como lo hago. Sigo viajando por toda España, pinchando. Mi trabajo es mi vida, siempre lo ha sido. Soy un artista bohemio aplicado a la tecnología, algo no muy habitual, y sigo teniendo presente el que fue el espíritu bakala: el hedonismo, la búsqueda del placer sin meterse con nadie. Y la gente me sigue queriendo. Allá donde voy me tratan con mucho cariño, porque fue con una de mis canciones que empezaron a salir de fiesta. Y eso no se olvida. Y yo tampoco les olvido a ellos. No son mi público, son mi familia.

- ¿Recuerda cuándo empezó a 'pinchar'?

- C: Sí, en 1981. Por entonces se llevaba el funky, el house, los nuevos románticos, pero también el acid house, no sé, un poco de todo. En la época anterior a la nuestra se había pinchado mucha música disco y música negra, cosas buenísimas, no tenían técnica aún entonces, pero sí mucho gusto musical. Nosotros heredamos ese gusto, porque habíamos crecido con ellos, y ya tuvimos la técnica, sumado a la explosión de nuevos sonidos que se dio en la época, hacía que pudieras pasarte ocho horas en una pista de baile y que jamás sonara una canción repetida. Eso disparó el carisma que se contagió a toda España. Y lo pasamos bien. Muy bien. Porque así es como debe ser. El que no se ha divertido nunca no es de fiar porque no se conoce ni a sí mismo. Y al contrario que en la Movida, nadie se quedó por el camino. Hoy en día toda aquella gente que bailaba en mis sesiones, tienen un trabajo, una familia. Eso demuestra que no fuimos tan malos.

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