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Javier Ballesta, profesor de la Universidad de Murcia, posa con su libro.
Entre la realidad y el deseo
CRÍTICA

Entre la realidad y el deseo

Javier Ballesta tiene los ojos y los oídos abiertos a todo lo que sucede en el complejo mundo de la educación; destaca la ecuanimidad con la que examina los diferentes puntos de vista

JUAN ESCÁMEZ SÁNCHEZ

Lunes, 5 de diciembre 2016, 23:28

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No es tarea fácil la reseña de un libro que contiene 88 artículos de opinión publicados quincenalmente en el diario 'La Verdad' de Murcia durante los últimos 5 años. En el prólogo, Alberto Aguirre, director de 'La Verdad' dice: «Ahora, gracias a que son editados en libro, se puede apreciar el invisible hilo conductor que trenza todos los artículos, conformándose un testimonio clarividente de unos años de zozobra para nuestra eterna asignatura pendiente». Ciertamente, el profesor Javier Ballesta es un testigo clarividente de los acontecimientos educativos que hemos vivido en estos años críticos con una incertidumbre que nos sigue afectando. La lectura pausada del libro me permite atisbar, no sé si con acierto, una urdimbre de hilos a la que invito al lector: la curiosidad que examina, la prudencia en las valoraciones, la pasión por la educación, la denuncia de la indecencia y el rigor en la comunicación veraz.

  • 'ACUSE DE RECIBO'

  • Autor

  • Javier Ballesta.

  • Estilo

  • Ensayo.

  • Editorial

  • Graó. Barcelona, 2016. 198 páginas.

  • Precio

  • 16,50 euros.

Curiosidad que examina

Javier tiene los ojos y los oídos abiertos a todo lo que sucede en el complejo mundo de la educación, sea en la familia, en las instituciones del sistema escolar desde infantil a la universidad, en las relaciones de la familia con los centros y el profesorado, en los conflictos que se generan en la comunidad educativa, en los informes internacionales sobre la calidad de nuestra educación, en la percepción que nuestra sociedad tiene de la profesión docente y de su retribución, en la preparación profesional y ciudadana que obtienen nuestros estudiantes y en los trabajos o ausencia de ofertas de trabajos a los que se enfrentan... De todos esos asuntos y de otros muchos, que sería largo enumerar, Javier pregunta y examina explicaciones o mitos simplistas que tertulianos, unas veces, y sesudos académicos, otras, vierten con más ignorancia que conocimiento. Como hacía Sócrates, según nos comenta Platón en su 'Apología', nuestro autor sale a la plaza pública y, como todo le interesa, va formulando interrogantes a los creen saber y realmente no saben tanto, puesto que está convencido de que una educación no examinada no merece tal nombre.

Valoraciones prudentes

En estos tiempos de soluciones simples a problemas complejos, llama la atención la ponderación y ecuanimidad con la que examina los diferentes puntos de vista, las múltiples perspectivas desde las que analiza el asunto o problema que trata. Y ello, en el espacio reducido de un artículo periodístico. La prudencia es una virtud intelectual que evita juicios rápidos, no fundamentados, sobre acontecimientos educativos complejos y difíciles. Y también una virtud moral que tiene presentes los muchos elementos y variables que intervienen en los problemas humanos. Un ejemplo de lo que pretendo decir es el artículo '¿Para qué los 'rankings'?': «Y es que llevamos en los últimos tiempos un encantamiento con esto de estar en lo alto, en los mejores puestos, en el 'ranking' de lo que sea, entre los 100 mejores... Y, lo siento, pero me niego a creer que, por ejemplo tal centro o aquel, tal universidad o aquella sea mejor por estar en un orden previamente diseñado y organizado» (pp 17-18). Si el lector quiere admirar la prudencia exquisita en las valoraciones, puede leer el artículo 'Seguimos por debajo del cielo' (pp. 15-16) que trata de la calidad de nuestra enseñanza en comparación con otros países de la OCDE, y que proporciona carnaza abundante a vociferantes de toda condición.

Pasión por la educación

En muchos de los artículos que conforman el libro, su autor rezuma emociones desde las que, en mi opinión, se enfrenta al papel en blanco para ofrecernos su punto de vista: la primera emoción, que llamo política, es la consideración de la educación como la prioridad que deben tener los responsables políticos, la sociedad y la familia para hacer crecer las capacidades de cada uno de los sujetos en su desarrollo personal, profesional o como ciudadano. Ante la crisis económica que tenemos, el profesor Ballesta se indigna con los recortes económicos que han afectado al mundo de la educación en sus centros, en la nómina del profesorado, en la ratio profesor/alumnos y en los gastos corrientes. También muestra emociones profundas cuando aborda el cuidado del profesorado, el aprecio social que merece la profesión docente, la incomprensión de su trabajo por las familias, la situación precaria de interinidad de muchos de sus miembros; y cuando hace una defensa apasionada de la escuela pública. Un dato de esa pasión por la educación, que probablemente llame poco la atención de los lectores, nos lo muestra en su artículo 'Una buena noticia', un bello ejemplo (pp. 99-100).

La denuncia de la indecencia

El prudente y mesurado profesor Ballesta Pagán tira dardos inmisericordes contra los políticos de turno y sus cambiantes y acomodaticias leyes con las que engañan al pueblo vendiendo la calidad educativa. El blanco preferido de sus dardos es el afortunadamente ex-ministro Wert, no sé si competente sociólogo pero una desgracia para el mundo de la educación. Uno de los varios artículos que le dedica lleva el rotundo título ¿Sabrá Wert dónde tiene la mano derecha? (pp.75-76): «me asombra ver cómo a este ministro se le deja hacer...diciendo sandeces y creyéndose por encima del bien y del mal...». Ciertamente, ese irresponsable político valoraba sólo las asignaturas o disciplinas, los planes de estudios, los títulos académicos, la calidad de la docencia y la investigación según eran rentables para el desarrollo entendido como crecimiento económico del PIB; ha sido un instrumento eficaz para la mercantilización de todo lo referido a la educación. El desarrollo como creación de capacidades humanas y para la calidad de nuestra democracia eran asuntos poco importantes para su cinismo despreocupado.

Rigor y veracidad

En sus artículos, Javier dice lo que piensa y en ese comportamiento consiste la veracidad; no es veleta que mueve el viento ni come en la mano del poderoso económico o político. Alaba o critica a los medios de comunicación, a pesar de colaborar con ellos, y siempre los invita a la responsabilidad en la promoción de la educación. El cine, la televisión, las redes sociales y el periódico son motivo de sus artículos. Considera un hecho lamentable que no se usen con frecuencia y de modo adecuado cuando pueden ser instrumentos potentes para la educación de la ciudadanía como argumenta, de un modo magistral, en su artículo Cuestión de mentalidad (pp. 157-158). Me he encontrado, con frecuencia, que al citar un artículo serio de un periódico en un artículo escrito para una revista científica de las llamadas de impacto, el ignorante revisor de turno me ha llamado la atención para que elimine tal referencia pues no era adecuada la fuente. Como el pobre diablo del revisor no atiende al contenido de lo que se escribe sino en qué medio se escribe, identifica el producto periodístico con la falta de rigor. Javier escribe en un lenguaje sencillo pero riguroso sobre los acontecimientos educativos; lenguaje que permite el análisis por todo lector, cualquiera que sea su profesión, por los padres o profesores o investigadores en educación. Si atendemos más a la calle, nos centraremos en las cuestiones que verdaderamente importan a los ciudadanos.Juan Escámez Sánchez es catedrático emérito de universidad y director del Instituto Universitario de Investigación en Teoría de la Educación de la Universidad Católica de Valencia.

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