María Teresa Cervantes firmando un ejemplar de su libro en su casa de Cartagena.

María Teresa Cervantes, el amor y otros abismos

En el último peldaño de la escalera aparece, como una diva mundana, María Teresa Cervantes, la poeta de Cartagena, la decana de la lírica femenina murciana. Pletórica, afirmativa, sagaz... Un reloj de arena modera su tiempo presente y ella, verso inmortal, se resiste a llamar a la puerta del tránsito. El deseo, ayer y hoy, la sostiene: antes fue el ardor de la imaginación, del riesgo y la aventura; ahora es vivir lo imprevisto, jugar el periodo de descuento, rimar añoranzas, numerar desvelos postreros...

MANUEL MADRID

Viernes, 17 de junio 2016, 08:15

Huerga & Fierro publica, en una edición supervisada por Antonio Marín Albalate, un homenaje a la escritora de Cartagena en su 84 aniversario

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LIBRO-TRIBUTO

Ochenta y cuatro años persiguiendo el amor, grabando en estrofas las escarpaduras del alma, aleteando por Europa como pájaro volandero, enlazando palabras contra el desasosiego. Ahora es ella la que recibe todos los halagos. Recién salido de imprenta está 'Aquí y ahora, un tributo a su palabra', libro supervisado por el poeta Antonio Marín Albalate y publicado por Huerga & Fierro, que recopila un costal de impresiones que amigos y admiradores han escrito sobre ella.

Frente a la moda de los libros de condolencias, estamos ante un libro de congratulaciones, un homenaje en vida a una mujer errante que ha dado la vida por la docencia y la poesía. El resultado, suscribe Francisco J. Díez de Revenga, catedrático de Literatura Española de la UMU, es «un universo poético sólido», edificado con «imágenes de recuerdos, ausencias, soledades y silencios».

Esos apuntes dibujan una muchacha libre de vanidades, gentil y abordable. Una atareada terrícola de corazón sobresaltado. Desde el principio la escritura ha sido su fragelo, su confesionario, su amparo, su cónyuge más leal, su venero inagotable... La edad hace mella en su cuerpo pero, salvo malos pensamientos pasajeros, nada taladra su entusiasmo.

La enseñanza la hizo emigrante; de la ciudad de Asdrúbal a la capital de la cereza, Céret, en los Pirineos franceses, y de ahí a París, donde se diplomó en Literatura Francesa en La Sorbona, a Barcelona y a Bonn, a orillas del Rhin, donde se afincó por tres décadas hasta sentir la llamada de la tierra y retirarse entre Cartagena y Los Dolores, su santuario estival.

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'Aquí y ahora' contiene cerca de 180 referencias a la vida y la obra de María Teresa Cervantes. Impactos, corazonadas que ayudan al lector a desnudar su elegía y a calibrar la dimensión de su figura. La profesora Sharon Keefe Ugalde, de la Southwest Texas State University, que incluyó a la cartagenera en 'Poética', antología de poetas de las generaciones de los años 50 y 60 publicada por Hiperión en 2007, ensalza la gran vocación de la autora de 'Al fondo de la escena' y 'Cartas a un apátrida' y el empeño, desde sus primeros balbuceos poéticos, en formar parte de la historia literaria. Ese hueco, según Sharon Keefe, se lo ha ganado por su actitud y su perseverancia vital en explorar la identidad del ser inmerso en el dolor existencial: «Insistentemente, desde el primer libro hasta el último, la poeta indaga en el Yo (...). Se empeña en encontrar respuestas, pero el enigma del ser persiste». María Teresa vive empapada de incertidumbres y preguntas, o como ella describe en 'El desierto', «en la arena caliente de la duda». Y en ese contexto, vivos los recuerdos del terror -la Guerra Civil- y del amor -estuvo casada con un médico búlgaro-, entre la ensoñación y la naturaleza, la literatura siempre ha sido un lugar donde afirmarse, como dice Keefe: «El enigma no se resuelve, pero eso no impide que la poeta se dé por vencida».

Desiertos, lluvias, ecos...

Buero Vallejo, en 1989, halló en 'Edificio póstumo', las poesías que María Teresa dedicó a su madre, «toda la melancolía de la vida y del pasado». Juana Marín Saura la define como «una creadora espiritual que accede al secreto más oculto de la propia esencia en las palabras». Fulgencio Martínez celebra que entre sus versos no asome mucho el despecho del desencanto («solo en algún rasgo, que llega, como en sordina al lector»); Pascual García pondera su «voluntaria búsqueda de la esencialidad»; Juan de Dios García recuerda sus amistades -Agustín Meseguer, Vicente Ros, José Betanzos, Ramón Alonso Luzzy, José María Párraga, Asensio Sáez, María Cegarra y Carmen Conde, que la incluyó en su 'Antología de poesía femenina española' (Barcelona, 1975)- y dice que «con ella marcharán los desiertos y las lluvias, los nocturnos, las nubes y los ecos»; Alexis Díaz, «guajiro habanero», rememora con gracia su primer encuentro con aquella señora «de aire mistralino -por Grabriela Mistral-» y «tono tierno»; Dionisia García ensalza la «generosidad y cercanía» que destila en tres cartas -«textos brillantes»- que conserva en respuesta al envío de sus libros; Santiago Delgado la describe como «gran dama, oculta y humilde aristócrata del verso», capaz de hacer anidar poemas «en las flores de un almendro florecido en rosas de nata»; Carmen Arcas atestigua que «con ella lo verdaderamente importante es secreto, hondo, dotado de una gracia alada que pasa de puntillas sobre la conversación y solo al volver a oír, ya desde lejos, el eco de los vocablos dichos nos damos cuenta de su peso y textura»; Teresa Vicente habla del «tiempo huido» que atesoran sus libros; Guillermo Urbizu la anima a «ir al grano del amor; eso es la vida».

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En su libro-tributo, con ilustraciones de Domingo Llor, Cristina Morano, Fernández Melero y otros, María Teresa, que tanta admiración profesa por Aleixandre, Camus, Teresa de Ávila y Víctor Hugo, habla de la lucha del escritor: «En la pluma mi vida fue encontrando refugio, afianzando su seguridad, como en una especie de fuente donde saciar mi anhelo, aunque a veces el anhelo humano tropiece con tinieblas».

Volumen indispensable para descifrar el vedado «mar interior» en el que María Teresa Cervantes navega a su albedrío.

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