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MARTA DÍAZ PÉREZ
Lunes, 11 de marzo 2019, 21:42
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Cuando uno piensa en la presencia de los romanos en la Región de Murcia, automáticamente su mente se dirige a Cartago Nova, con su teatro, su foro y en definitiva una urbe romana completa que se esconde bajo la Cartagena actual. No obstante, la huella romana y su influencia se dejan ver en otras zonas de la región del Levante como Lorca o Águilas, las cuales son también bastante conocidas. Pero si nos dirigimos al Noroeste murciano, en una zona en la que confluyen tres comunidades autónomas (Murcia, Castilla-La Mancha y Andalucía), podemos observar que los romanos no solo pasaron, sino que dejaron una muestra importante de arquitectura única y exclusivamente destinada para las acciones bélicas. Y, al mismo tiempo, muestras de culto a los dioses que ellos profesaban.
Concretamente, vamos a destacar el Castellum de Archivel, la Turris de Barranda y los templos romanos de la Ermita de la Encarnación, los tres situados en el término municipal de Caravaca de la Cruz pero en su parte más alta, donde la Sierra del Segura fluye por Murcia, Albacete y Granada a través del río Quípar, entre los 700 y 900 m de altura. La importancia de estos edificios reside no solo en que hay pocos vestigios en la Hispania Romana que posean estas características, sino en que si nos acercamos a este territorio y subimos a dichas fortificaciones, podemos divisar el camino natural que comunicaba el Levante entre Cartago Nova y las tierras del alto Guadalquivir.
El Castellum de Archivel se levanta imponente en un cerro de 900 m, lo que permite ver todo el territorio circundante y al enemigo a una distancia lo suficientemente lejos para poder prepararse; y lo que no se veía desde el Castellum, se veía desde la Turris de Barranda. Ambos edificios eran parecidos a los campamentos que levantaban los romanos, pero estos edificios eran permanentes y tenían una función exclusivamente militar y de suministros a las tropas que en ese momento se encontraban. Es probable que fuera utilizada por los soldados de finales de la época republicana y hay indicios que demuestran que la utilizaron en un momento clave para la República Romana que fue la guerra civil que enfrentó a Julio César y Cneo Pompeyo con la victoria del primero y la caída de este sistema de gobierno. Lo que no se sabe es qué facción estuvo allí, si los soldados de César o los de Pompeyo, aunque parece mas probable que fueran los de Pompeyo el Grande.
Y en este mismo enclave paisajístico, rodeado de naturaleza, de un ambiente que incita a la tranquilidad, meditación y huida de un mundo ruidoso, caótico y estresante, se sitúan los dos templos romanos de la Ermita de la Encarnación. En primer lugar vemos la planta de un templo pequeño del s. I a. C. y frente a él observamos el templo más grande del s.II a. C. fusionado con la ermita. Es impresionante ver cómo uno sirve de sustento al otro, cómo el culto pagano y cristiano confluyen no solo en la construcción sino también en el significado del culto, pues el templo romano parece ser que estaba dedicado a las divinidades relacionadas con el ciclo agrario y el renacimiento de la primavera, hecho coincidente con la festividad de la Encarnación en el mes de marzo.
Guerreros y dioses romanos están presentes en una de las zonas con más riqueza medioambiental de la Región de Murcia. Sin duda, es un paraje que merece ser apreciado y conocido a nivel cultural.
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