Dos versiones sobre la delicadeza del erotismo
PEDRO SOLER
Lunes, 22 de octubre 2018, 21:50
La capacidad creativa de Pepe Yagües podría hasta calificarse de asombrosa. Y, si a esto se une el interés que demuestra por la originalidad, nada de asombroso tiene la variedad de obras, que presenta en cada exposición que, en el fondo, nada tiene de relación con la anterior. Bueno, sí: nunca puede descartarse esa temática erótica, que llena sus piezas, sean grabados o esculturas, y que, además, se desentienden unas de otras, porque no quieren tener más relación que la imprescindible. La teoría de Pepe Yagües sobre su obra no suele ser morbosa; más bien, goza de una respetable ironía, que provoca, generalmente, una sonrisa de complicidad. Y tampoco puede eludirse el sentido crítico que hacia situaciones constantes o acontecimientos precisos de la sociedad en que el autor vive.
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En galería La Aurora, presenta, actualmente, la exposición que ha bautizado como 'Pinocho Panocho', con un doble sentido, en el que es preciso, penetrar para captar la autenticidad de la obra expuesta. Por una parte, las pinochadas tienden a descubrirnos la embustería sobre la que desarrolla no pocas de sus actuaciones la sociedad en la que convivimos. Tamañas circunstancias pueden pasar desapercibidas -y, de hecho, pasan- para el gran público, pero no para un artista que siempre busca en sus exposiciones reflejar el mundo en el que se desenvuelve su existencia. Por esto, serían las explicaciones del propio autor las que mejor nos abocaran a ese mundo superficial, al que no le importa la prolongación de la trolera nariz, sino la imposición de unas formas acaparadoras. También Pepe Yagües juega al panochismo. Nos ha evocado el habla murciana, llena de sabores, de tipismo y de inolvidables evocaciones -habría que recordar, más intensamente, a Vicente Medina, Martínez Tornel, Frutos Baeza...-, en una lucha simulada contra quienes utilizan un falso y forzado panocho, que nada o muy poco tiene de original. Todo esto aparece en la obra de Yagües.
Pepe Yagües, con su 'Pinocho Panocho', monta unos escenarios con personajes llenos de ironía
De cualquier forma, sería muy escueto limitar los trabajos de este artista a la intencionalidad, que puede aplicar al bautismo de la exposición. Hay que ampliar, y mucho, horizontes, porque en cada grabado de Pepe Yagües, el espectador puede y debe encontrar unas sintonías, que de verdad, describen todo el sentido artístico, que contiene cada pieza, más allá del erotismo, la ironía, el pinocho o el panocho. Es que las figuras contienen una elevada dosis de trabajo bien hecho que, siempre en función de la finalidad buscada, se expresa a través de la delicadeza de la imagen, del forcejeo de los personajes, de escenarios en que se desarrolla esa escena común, en la que participa un elevado número de actores, como si de una representación teatral se tratase. En las obras de Yagües no vale al espectador limitarse, por tanto, a una escenografía concreta. Si penetra en la tramoya en la que el autor hilvana a los protagonistas, pronto comprobará que cada pieza contiene unos valores multiplicados.
En Chys, Manolo Pardo toma 'El jardín de las delicias', de El Bosco, como base de sus reinterpretaciones
Manolo Pardo, en Chys
No era su intención redescubrir 'El jardín de las delicias', de El Bosco, pues estamos ante un cuadro lleno de misterio y de preguntas. Pero Manolo Pardo, quien ahora muestra en Chys su 'The Secret Garden', en torno a tan enigmática obra, sí se sintió atraído de tal forma, que buscó las respuestas a tantas preguntas. Inútil empeño, que no impidió esa reconsideración que este pintor quiso hacer sobre aquel. Manolo Pardo no se ha rendido, aunque reconociese la imposibilidad de su constancia, porque ha procurado dar a las obras que ha realizado un sentido reinterpretativo, capaz de satisfacer sus esperanzas. Porque solo le quedaba un camino: intentar aproximarse a la pintura de El Bosco, a través de sus propias experiencias artísticas. Por eso se encuentra el espectador con una serie de pequeñas obras que han 'desmenuzado' la obra del pintor renacentista, sin afán de superarlo, por supuesto, y tampoco emularlo. Manolo Pardo se ha recogido en sus métodos y en sus formas de entender la pintura, para interpretar 'El jardín de las delicias', con la humildad propia del discípulo y el acatamiento a la obra del maestro. Ha elegido escenas muy concretas para transformar a su aire. Cierto que hay figuras y detalles, que evocan la presencia del maestro, pero que ahora aparecen más que imaginadas por los pinceles de la actualidad. Pardo ha rebajado incluso las tonalidades, para que su obra siga pareciéndose más a la que siempre ha hecho, sin que refleje en su totalidad los llamativos colores originales, ni el conjunto de imágenes que se arraciman en determinadas escenas de tan magnífica obra.
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