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'Retrato del Holocausto' Fotografía de Witkin.
Horror hecho arte y horizontes llenos de luz

Horror hecho arte y horizontes llenos de luz

PEDRO SOLER

Lunes, 28 de mayo 2018, 23:01

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Quizá lo más auténtico sobre la fotografía de Joe-Peter Witkin lo escribe Eva Hernández: «Su arte molesta, estorba e incomoda, al tiempo que te atrae e hipnotiza; es feo y bello a la vez, terrenal y espiritual. Pocos artistas tienen la capacidad de encontrar belleza en aquello que a la mayoría le produce repulsa, transformando el horror en historias insólitas, fábulas o metáforas, que nos invitan a meditar sobre la vida y la muerte, lo religioso y lo mundano, el amor y el desamor, lo sexual y lo erótico». La cita puede resultar excesivamente larga, pero es un resumen perfecto de 'Teatro di morte', la exposición de este fotógrafo norteamericano, posiblemente una de las mentes con más capacidad imaginativa, para hallar historias que contar.

Lo que presenta Two Art Gallery es una colección que, en conjunto, repele al mejor plantado, pero que no se puede dejar de ver. Es una sucesión de las estampas más insólitas, con unas realidades creativas insospechadas, que nos llevan a unas temáticas de lo más variado y excitante. Hay fotografías -por ejemplo, las que penetran en cuadros de El Bosco-, que otros autores hubiesen realizado, pero solo a la búsqueda de una visión decorativa del contenido de estas obras pictóricas. Podría decirse que Witkin las destruye y las recupera con un sentido interpretativo totalmente distinto, aunque sin olvidar la base irrenunciable, que le ha llevado a esa doble y antagónica función. Cuando Witkin da rienda suelta a su imaginación, sus fotografías son incontenibles, diría que hasta inexplicables, pero con total posibilidad interpretativa por los espectadores. Lo inexplicable sería cómo ha conseguido alcanzar esa definición de las diversas temáticas, porque no estamos antes fotografías técnicamente usuales, sino envueltas por unas circunstancias artísticas que obligan a buscar los métodos o los espacios utilizados.

Está claro que se trata de un fotógrafo que gusta romper de un modo doloroso, hasta insultante, para no pocos ojos más sujetos al realismo de las cosas que a la transformación tan virulenta que sobre ellas se pueda plasmar. Posiblemente, es demasiado aceptar lo que el propio Witkin defiende, cuando afirma que ha buscado que sus fotografías «fueran tan poderosas como la última cosa que ve o recuerda una persona antes de morir». Y es demasiado, porque el espectador va a intentar borrar de su mente no pocas de esas estampas, que, aunque horroricen, pueden contemplarse en Two Art Gallery. Lo que no puede negarse es que a cualquiera costará eliminar tamañas imágenes. Por esto, quizá lo interesante podría ser captarlas con un sentido más positivista, recordando de ellas el sentimiento artístico que el fotógrafo ha desplegado y el trabajo escenográfico que le habrá costado concluir no pocas de las representaciones expuestas. Se trata de mucho más que algo distinto; se trata, incluso, de otro mundo, en el que el autor se ha sumido, alejado plenamente de una formalidad al uso. Es un campo amplio, trágico, distinto, en el que por cualquier rincón nos aparece la muerte, el sexo, la crítica, el drama, la historia... Y sobre todo quedan unas posibilidades imaginativas irrenunciables y un sentimiento profundamente artístico, aunque, como al principio se indicaba, feo y bello a la vez.

'Horizontes de luz', en galería Chys

Por minúsculos que sean los cuadros, no puede negarse el interés que ha manifestado Ester Monasterio en que los 'Horizontes de luz', que presenta en galería Chys puedan convertirse en unos espacios que buscan mostrar unos límites inabarcables. Antes de esos fondos definitivos, que pueden ser el simple reflejo de la luz o unas sombras urbanas, se imponen los lugares sin más aditamentos que sus contenidos naturales. Hay también otras piezas, en las que la pintora ha preferido añadir edificios, aunque también son visiones que quedan envueltas por una mayor apertura. El empeño radica en que no se imponga el límite exacto, sino el arranque hacia la lejanía.

La luz es elemento irrenunciable en este conjunto de obras, que, en ocasiones, se hacen esencialmente transparentes, con una claridad no interrumpida por el color, que también desempeña un papel básico y primordial. Que el aspecto cromático se ajuste o no a la realidad del momento no parece preocupar a Ester Monasterio, acaso porque gusta de jugar con los colores y la variedad que les aplica consigue que las obras gocen de otro punto de atracción, no menos esencial, que la luminosidad. Podría decirse que se llega a una confabulación, en la que mar, luz y color se funden, con la intención de conseguir una transparencia intocable. En definitiva, la pintora trata de mostrar unos horizontes plagados de visiones, que pueden parecer similares, pero de atrayente variedad.

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