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El sentido del tiempo

¿Podemos preguntarnos si es posible saber la hora estando encerrados en un local aislado del mundo exterior?

ALBERTO REQUENA

Lunes, 16 de abril 2018, 22:55

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Históricamente, la Humanidad, a partir de las impresiones del mundo circundante, fue elaborando y construyendo un entramado de conceptos que han ido conformando nuestro sistema de conocimiento. La mente humana disfruta de una gran capacidad para crear conceptos. Utiliza los conocimientos que se tienen en el momento, consecuencia de haberlos acumulado a partir de la observación, la actividad, la experimentación y la elaboración propia anterior. Entre estos conceptos fundamentales, destaca por su singularidad uno que denominamos tiempo.

El tiempo se vive y se siente, sutilmente. No solo por controlarlo con un dispositivo como el reloj, sin el que podemos pasar, aunque pensemos que la evidencia indica lo contrario: una imposición social. No es difícil apreciar que ha pasado media hora. Pero es cierto que la precisión no se mantiene en cualquier circunstancia. Guiarnos por elementos muy ostensibles, como el día, con el Sol brillando, y la noche, no es más que utilizar otro tipo de reloj, astronómico, en este caso, y regalo de la Naturaleza. ¿Podemos preguntarnos si es posible saber la hora estando encerrados en un local aislado del mundo exterior? Los astronautas se entrenan en ello y se orientan bien en las actividades a desarrollar, el descanso y el trabajo a realizar.

Aristóteles ya describió en el siglo IV antes de Cristo que la persona está dotada con cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto. Pero, ¿es posible que exista un sexto sentido, que fuera el sentido del tiempo? Hay un hecho indiscutible: sentimos el tiempo y percibimos que discurre su curso. Se han hecho experimentos en el que personas permanecían encerradas, aisladas, varios días y noches y eran capaces de determinar el tiempo con alta precisión, que en casos llegaba hasta el 1%. Naturalmente, no hacían un recuento consciente del tiempo, al estilo de Robinson Crusoe en su isla. No es infrecuente encontrar personas capaces de despertarse a una hora determinada, sin el concurso de un despertador. Es fácil deducir que disponemos de un reloj interior despierto que marcha cuando velamos, como cuando soñamos.

Latido del corazón

Ciertamente, portamos un reloj con nosotros, como es el latido del corazón: un batido por segundo, más o menos, con una buena constancia y ligado a las contracciones rítmicas del corazón, con un mecanismo de relojería que es el miocardio que exterioriza en el pulso la señal del mecanismo, similar al tic tac del reloj. Este reloj es apropiado para contar segundos o minutos, pero no sería útil para un astronauta que requiera controlar semanas o meses. Pero percibimos bien, tanto los segundos como los meses o intervalos mayores. El recuento consciente y constante del tiempo no puede controlarse con el pulso o la respiración. Tiene que funcionar otra cosa. Los investigadores de esta área contabilizan varios relojes interiores. En principio, serviría cualquier órgano de nuestro cuerpo, dado que funciona rítmicamente, siempre que mantenga un ritmo constante. Se sabe que la temperatura del cuerpo varía periódicamente cada 24 horas, al igual que la presión y la composición química de la sangre. Hay varias decenas de procesos fisiológicos que presentan oscilaciones cada 24 horas. El ritmo diario concuerda con la rotación de la Tierra. Hay otros ritmos acomodados a las estaciones, que corresponden a las posiciones de la Tierra alrededor del Sol. El sentido del tiempo no está ligado a ningún sentido como los cinco usuales. Es probable que el cálculo ininterrumpido del tiempo se haga mediante buena parte de órganos que funcionan rítmicamente y la corteza cerebral, donde radican los centros de control del organismo humano.

Hace mucho tiempo que se conocen los ritmos del encéfalo, consecuencia de procesos fisicoquímicos en el tejido nervioso. Se mide y registra la tensión eléctrica entre dos puntos de la cabeza (encefalograma) que muestra un ritmo nítido, fijado en una décima de segundo. Norbert Wiener, fundador de la Cibernética, centraba en la actividad rítmica del cerebro la clave de nuestra capacidad de sentir el tiempo. El ritmo alfa es el tictac de nuestro reloj interno. No oímos su marcha, no la sentimos, no podemos echar una ojeada. Cuando formulamos un interrogante sobre la hora que es, parece que se dispara una cadena de operaciones que involucra los ritmos fisiológicos del organismo, los ritmos del cerebro y nuestras ideas conscientes acerca del tiempo, la conciencia, por tanto. Cómo se hace esto, cómo conocemos las indicaciones del reloj interior y cómo graba nuestro cerebro el tiempo, son los interrogantes que permanecen todavía. Poco a poco.

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