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Mikel Casal
La responsabilidad social como medio de combatir la anticiencia

La responsabilidad social como medio de combatir la anticiencia

JOSÉ MANUEL LÓPEZ NICOLÁS

Lunes, 11 de diciembre 2017, 11:18

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Esta semana han ocurrido en la Región de Murcia dos hechos relacionados con la anticiencia. Por un lado, la Universidad de Murcia suspendió un acto que tenía previsto celebrarse en sus instalaciones. Varias organizaciones en cuyas webs se leen teorías anticientíficas de ámbito sanitario habían programado una charla para el próximo día 16. En anteriores ponencias el conferenciante habla de abducciones, de hermanos de luz de otros mundos que están entre nosotros y de cosas similares. La UMU, en un comunicado oficial, anunció que cancelaba el alquiler de los espacios para la celebración de dicha conferencia. La Universidad no alberga actos en los cuales exista riesgo de que se viertan opiniones en contra del carácter científico de la institución.

Por otro lado, el Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca retiró un cartel que abogaba por ofrecer reiki a pacientes oncológicos en fase de cuidados paliativos. El Grupo Español de Pacientes con Cáncer exigió la retirada del cártel basándose en que es un despropósito que los pacientes y sus familias sean confundidos en los propios centros sanitarios con publicidad de pensamiento mágico. Los dirigentes del hospital lo retiraron, aclarando que el centro no ofrece esta técnica y que la persona que colocó el cartel lo hizo sin permiso y a título personal.

Como investigador, como divulgador científico y como miembro de la sociedad murciana aplaudo ambas decisiones. Reconozco que, aunque no debería ser así, no es difícil que se programe una conferencia de carácter anticientífico o que alguien cuelgue un cartel de este tipo. Los filtros no siempre son los óptimos y hay que mejorarlos... pero veamos el vaso medio lleno. Lo verdaderamente importante es que las instituciones reaccionen a tiempo de forma contundente y veten este tipo de actividades.

Seamos claros. El reiki, la bioneuroemoción, la homeopatía, el movimiento antivacunas, las flores de Bach, la astrología o el biomagnetismo son pura anticiencia y suponen un peligro para la salud pública. Todas se aprovechan de la desesperación de gente enferma. Como he repetido muchas veces, lo mejor que te puede pasar con las pseudociencias es que te estafen. Lo peor es que, además de estafarte, te maten.

El recurrir a ellas como tratamiento alternativo a la medicina convencional (incluso a veces también el hacerlo como complementario) no solo es tirar el dinero sino que muchas veces supone arriesgar nuestras vidas y las de las personas a nuestro cargo. Recientes estudios publicados en las mejores revistas científicas del mundo muestran cómo muchos enfermos que al principio combinaban la medicina convencional con algún tipo de terapia alternativa terminan por abandonar la primera opción y emplear solo la segunda. Confundidos al no saber qué tratamiento es el efectivo, terminan empleando solamente las terapias anticientíficas con nombres más atractivos. Los resultados son dramáticos.

Por todo ello, no es posible que algunas universidades u hospitales cedan su púlpito al pensamiento mágico y al ilusionismo. Es un peligro para la sociedad, y un insulto a todos aquellos que día a día trabajan por el progreso científico y por la salud humana, que centros universitarios o sanitarios impartan másteres, cursos o conferencias anticientíficas.

De la misma forma quiero pedir a los responsables de ayuntamientos que no cedan instalaciones pagadas con nuestros impuestos a embaucadores que afirman que el virus del sida o del ébola no existen, que las responsables del cáncer de piel son las cremas solares y que, por su fuera poco, venden en sus charlas plantas y pócimas peligrosísimas prohibidas por el Ministerio de Sanidad.

Los políticos no deben caer en el populismo y es necesario que sean más contundentes contra la anticiencia. También se necesita que los jueces legislen nuevas leyes y apliquen sin contemplaciones las ya existentes.

Voy más allá. Algunos colegios y Ampas dejan que gente sin escrúpulos entre en las aulas de nuestros hijos. Con la excusa de ser expertos en nuevas metodologías de relajación hay auténticos profesionales del engaño que introducen a los niños en el peligroso mundo del pensamiento mágico. Por favor, pongan los filtros necesarios para que esto no ocurra y recuerden que la lucha contra la pseudociencia empieza en la educación que se imparte en colegios e institutos.

Sin rigor

No me gusta que haya colegios profesionales del ámbito sanitario que no solo no son contundentes contra la anticiencia, sino que tienen vocalías dentro de sus organizaciones que las promueven. ¿A cambio de qué?

Tampoco que haya muchos médicos y farmacéuticos que receten o dispensen productos que, por la formación científico-sanitaria que han recibido en su carrera, saben perfectamente que no tienen ningún rigor y no funcionan más allá del placebo (en el mejor de los casos). El que sean legales o que otras farmacias los vendan no es razón suficiente para dispensar al ciudadano productos que van en contra del consenso científico y de la posición oficial de las principales asociaciones médicas. Si esas son las razones, ¿para qué estudiar 5 años de carrera? Bastaría con un simple dependiente tras el mostrador.

Por mi profesión, rechazo a científicos que prestan el logo de sus universidades.

También me gustaría pedir a algunos medios de comunicación y personajes famosos que no se muevan en la equidistancia entre la ciencia y la anticiencia ni hagan declaraciones sin rigor. Los medios de comunicación (y los famosos) deben dejar claro a la sociedad que la homeopatía es ridícula y peligrosa, que las vacunas son necesarias, que el cáncer no es provocado por problemas emocionales ni te lo va a curar ninguna dieta, que los transgénicos no te van a matar, que los teléfonos móviles si se usan correctamente no son dañinos y que nuestros hijos no corren ningún peligro por estudiar en colegios con wifi.

Estimados lectores, el gran divulgador César Tomé afirma que «solo una defensa a ultranza de las actitudes científicas, de los principios ilustrados y de las sociedades abiertas puede ser un antídoto contra los peligros que acechan a la humanidad en su conjunto». Pues bien, esa defensa de las actitudes científicas no puede ser llevada a cabo por personas de forma individual. La responsabilidad social es de todos.

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