Una profesional sanitaria atendiendo a un paciente en un centro hospitalario.Antonio Gil / AGM
El impacto del dato que transformará el sistema sanitario
Garantías ·
Un proyecto murciano financiado por la Fundación Séneca, analiza las implicaciones jurídicas y éticas que va a producir en el ámbito de la salud el uso masivo de nuevas tecnologías para el tratamiento de la información clínica
El historial clínico era hasta ayer un tesoro personal, a menudo desaprovechado, repartido en distintas versiones por los distintos centros y hospitales por los que cada paciente ha ido pasando. El enorme valor potencial que guarda la información que contienen estos documentos, tanto para mejorar ... la salud de sus titulares como para potenciar el sistema sanitario, está a un paso de aflorar con toda su fuerza gracias a la tecnología. Avances como como el 'big data' y la inteligencia artificial, explica la profesora de Derecho Civil de la Universidad de Murcia (UMU) María Belén Andreu, han llevado en los últimos años a un replanteamiento sobre el valor de la información y la «finalidad para la que debemos tratar los datos de salud».
Andreu es la investigadora principal de un proyecto financiado por la Fundación Séneca para analizar «en qué condiciones deben utilizarse, gestionarse, nuestros datos de salud y cómo pueden reutilizarse para otros fines». Se trata de un estudio «de las condiciones jurídicas y éticas para que ese uso se haga con todas las garantías y respetando nuestros derechos».
La profesora Andreu, que es vocal del Consejo Asesor Regional de Ética Asistencial en la Comunidad de Murcia, parte de varios interrogantes que surgen a partir de la disponibilidad que ya es posible «de grandes cantidades de información de salud generada en los sistemas sanitarios y de asistencia social». A saber: «¿Puede esta información ser tratada mediante los modernos sistemas de gestión de datos y ayudar a prevenir y curar enfermedades?
«El efecto que esto va a tejer en nuestros sistemas de salud es enorme»
María Belén Andreu
Especialista en ética asistencial
Si es así, ¿es ético no utilizarla?, ¿es lícito hacerlo?, ¿en qué situaciones y con qué requisitos?, ¿están estos últimos definidos?, ¿los datos de salud siguen siendo del paciente que los generó?, ¿puede éste controlar lo que se hace con su información sanitaria e incluso impedir ciertos usos?». Se abre, de este modo, un debate en el que conceptos como bien común, interés público o solidaridad van cobrando relevancia frente a otros como la autonomía y el consentimiento, apunta la especialista.
Transformación digital
El proyecto murciano trata de ofrecer luz a unos planteamientos que la Unión Europea (UE) lleva, de hecho, años tratando de resolver señalando la necesidad de una transformación digital de la sanidad en buena parte mediante el uso de datos. Sin embargo, se trata de un avance todavía «muy lento y de forma dispar entre los distintos países». En España, a su vez, cada comunidad autónoma sigue su propio ritmo. Ante el desigual panorama, Europa ha adoptado, durante los pasados dos años, todo un paquete legislativo «para impulsar de forma definitiva estos aspectos».
«El impacto que esto va a tener en nuestros sistemas de salud es enorme, lo que exige un análisis detenido sobre esta nueva normativa ya aprobada o que está por venir», afirma la profesora de derecho civil. En eso están aplicados en el proyecto que lidera, al que designa como 'Empoderamiento del paciente, espacio de datos de salud e inteligencia artificial como pilares del nuevo sistema sanitario'.
Básicamente, como esta denominación recoge, la iniciativa incide principalmente en el «empoderamiento del paciente, a través de los derechos que se le reconocen para la gestión de su información de salud»; en «las herramientas y garantías necesarias para la creación de grandes repositorios de datos de salud», lo que la experta llama «espacio de datos de salud», y, finalmente, en «su uso con fines secundarios y el impacto que la nueva regulación de la inteligencia artificial tendrá en este ámbito», sobre todo por las vías que abre al «acceso y utilización de conjuntos de datos de alta calidad». El conjunto, además, «se analizará con un enfoque amplio, de bioderecho, que tenga en cuenta los aspectos éticos y de afectación a los derechos fundamentales en general».
María Belén Andreu.
Algo más específicamente, el proyecto se centra en «analizar la coherencia del futuro espacio europeo de datos de salud con la actual normativa de Protección de Datos», y el uso secundario que puede hacerse de esos datos, es decir, «para fines distintos de la prestación sanitaria».
El nuevo paquete legislativo europeo es similar a lo que ya se está implantando en países como Francia, donde desde hace unos años funciona el llamado Sistema Nacional de Datos de Salud, al que pueden acceder desde agentes públicos hasta entidades privadas para realizar estudios, investigaciones o evaluaciones que presenten interés general. Algo similar ocurre también en comunidades españolas como la de Aragón y su Bigan (acrónimo de Big Data Sanitario de Aragón). En esta plataforma tecnológica se integran los datos del sistema sanitario de esa región, «para ponerlo a disposición de gestores o investigadores también con fines de interés general».
Este tipo de iniciativas, aclara Andreu, «permite adoptar mejores decisiones a los gestores sanitarios y hacer una mejor investigación en salud, lo cual debería acabar repercutiendo en el ciudadano». La investigadora aclara que no se trata de obtener datos personales de pacientes, sino que éstos se extraen de forma anónima para los estudios. Para asegurarse de que esto sea así, la UE ha previsto herramientas como la de los llamados entornos de tratamiento seguros, gestionados por una entidad pública «que controlaría todo lo que se hace ahí». Es decir, quién accede, cómo accede, que los datos no salgan de ese entorno, que no se pueda extraer información que no sea anonimizada, etc.
Las claves
Beneficio personal.
Las tecnologías nos permitirán disponer fácilmente de nuestros datos sanitarios allí donde vayamos, y también controlarlos.
Beneficio general.
El uso de nuestros datos, sin que se nos identifique, será útil a las organizaciones sanitarias y a los investigadores.
Cambios lentos.
La tecnología ya está aquí, pero probablemente habrá que esperar al final de la década para resolver los problemas legales, éticos, de implantación etc. que se plantean.
Lo más importante para garantizar el buen uso de aspectos tan sensibles de los pacientes es regular bien qué se va hacer con todo ello. En cuanto al uso primario, este punto hace referencia al «uso de la información con fines de asistencia sanitaria», para el que se prevé «la creación de una infraestructura para que nuestros datos estén disponibles a nivel europeo». No se trata de disponer de toda la historia clínica de los pacientes, sino de aspectos relevantes como alergias, medicación habitual, episodios activos, etc., de modo que, si se necesita asistencia sanitaria en cualquier punto del continente, cualquier profesional sanitario del lugar pueda acceder a ellos.
Sobre los, aparentemente más controvertidos, usos secundarios, que son aquellos distintos a la asistencia sanitaria, se prevé también la creación de un sistema propio para compartir esa información a nivel europeo, sin identificar a los pacientes, con fines de gestión sanitaria o para investigaciones, por ejemplo.
En cuanto al uso que el propio paciente puede hacer de la información de salud que se guardan sobre él, el propósito es pueda tener el control de su propio historial sanitario, que «pueda acceder a él fácilmente por medios electrónicos, obtener una copia, llevárselo a otro prestador de asistencia sanitaria, incluir datos en él, eliminar datos, restringir el acceso a determinados datos, etc.». De ahí la expresión «empoderamiento del paciente» a la que hace referencia el estudio.
María Belén Andreu reconoce que aún «no está claro cómo se va a producir ese empoderamiento del paciente respecto del uso secundario». ¿Podremos negarnos a que nuestros datos sannitarios, aunque sin que se nos identifique, puedan ser usados por terceros? «Es una cuestión que está siendo muy discutida actualmente a nivel europeo».
De qué sirve nuestra información de salud
«Actualmente hay un movimiento a nivel europeo dirigido a poder usar todos los datos de que disponen las organizaciones sanitarias y que esa información se convierta en conocimiento», sintetiza la profesora de derecho civil María Belén Andreu. El propósito es que todos esos datos que se han ido recabando como consecuencia de la atención sanitaria que se nos presta puedan usarse, por ejemplo, aplicando técnicas de 'big data', para obtener más información que permita mejorar la prestación que se nos da, o el funcionamiento de los sistemas sanitarios. También «puedan utilizarse para otros fines», añade, como en investigaciones sobre cuestiones sanitarias o para el entrenamiento de la inteligencia artificial. Ante este horizonte, concluye, « es muy importante definir bien esas garantías que hay que aplicar, para que se haga un buen uso de nuestros datos y se respeten nuestros derechos». De paso, «esto puede beneficiar a nuestras instituciones sanitarias». Para lograrlo es preciso «conseguir un equilibrio entre nuestros derechos y el interés general».
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