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MARÍA JOSÉ MORENO
Lunes, 28 de mayo 2018
Hace entre 4.750 y 4.500 años, era habitual encontrar por el oeste y centro de Europa un tipo de cerámica muy decorada, conocida como vaso campaniforme por su forma de campana invertida, algo que marcó un periodo clave de la prehistoria del continente.
A qué se debió su expansión es algo que ha tenido en vilo a científicos de todo el mundo desde hace un siglo. Varias teorías apuntan a un proceso migratorio a gran escala y otras a la expansión de prácticas sociales o una combinación de ambos factores.
Recientemente, los resultados del mayor estudio de ADN antiguo realizado hasta la fecha revelan que tanto la transmisión cultural como la migración humana tuvieron un papel importante en la difusión del fenómeno campaniforme en Europa, aunque con distinto peso según la región
El estudio fue publicado en la revista 'Nature' y ha sido desarrollado por un grupo internacional de científicos entre los que se encuentra un equipo de la Universidad de Murcia, junto a otras universidades españolas. El proyecto buscaba un número significativo de yacimientos de toda Europa occidental en los que la calidad de la información disponible permitiera analizar el ADN de restos humanos con vistas a rastrear si se daban movimientos poblacionales sustanciales a finales de la Edad del Cobre, es decir, entre 3.000 y 2.100 a.C. aproximadamente.
Joaquín Lomba, profesor del área de Prehistoria de la Universidad de Murcia, explica que la incorporación de su equipo se dio «por haber excavado un yacimiento como Camino del Molino (Caravaca de la Cruz), con restos humanos bien datados y controlados durante su extracción, en los que se había preservado ADN».
Una decena de yacimientos españoles están incluidos en el estudio, de un total de más de cien a nivel europeo. «En un trabajo de este tipo, no es un yacimiento el que aporta la clave, sino la combinación de los datos de un gran conjunto de lugares, y en ese sentido nuestro yacimiento aporta su grano de arena y es tan importante como cualquier otro, aunque destaque la calidad de nuestro registro arqueológico», apunta.
El estudio, que buscaba correlacionar la expansión de cerámica campaniforme desde la Península al resto del continente, con un hipotético movimiento poblacional, ha concluido que «ese conjunto de materiales campaniformes pasaron de grupo en grupo mediante intercambio desde la Península, pero sin que los llevaran unas gentes concretas; que llegado a Centroeuropa, las gentes que provenían de las estepas de Europa oriental lo asimilaron como un distintivo de prestigio y lo llevaron consigo mientras se expandían por toda Europa occidental. Esto supuso mezcla con las poblaciones autóctonas en el área francesa y en las Islas Británicas, una mezcla que significó la práctica desaparición del aporte genético de las poblaciones previas, es decir, un cambio poblacional claro en el que la llegada de gentes del continente diluyó a esas comunidades», según Lomba.
Pero mientras eso pasó en el continente, en la Península ese cambio no se produjo, en ese momento. «Una de las líneas de trabajo es ver si cuando llega la Edad del Bronce peninsular, con unos rasgos muy diferentes de los de la Edad del Cobre precedente, va asociada a un cambio poblacional o a la llegada de gentes del continente, o qué. En esas estamos ahora», revela.
Asegura el profesor de la Universidad de Murcia que su participación en el proyecto está directamente relacionada con la calidad de la información que su grupo obtuvo en el yacimiento de Camino del Molino, lo que suponía aportar datos de calidad por el propio yacimiento y por el modo y cuidado con que lo excavaron y estudiaron. A partir de ahí contactó con ellos el equipo internacional a través del grupo de colegas que dirigen las investigaciones en La Bastida de Totana, concretamente Roberto Risch y Rafael Micó (Universidad Autónoma de Barceona, UAB).
Y las relaciones han sido fructíferas, pues continúan trabajando con ese equipo internacional. «Estamos en un proyecto financiado por el MECD tanto yo como Ignacio Martín Lerma, liderado por la UAB, centrado en el análisis de redes en Prehistoria a propósito de esa transición entre Edad del Cobre y Bronce. Y los análisis de ADN han abierto líneas de trabajo a nivel genético que van profundizar en caracterizar a esa población, ver a nivel genético su origen y también el tipo de relaciones entre los individuos», explica.
En su opinión, «esto va a suponer un avance fundamental en la comprensión de su modo de actuar, y si ese cambio de comportamiento tiene o no un correlato en algún tipo de aportación poblacional foránea o si, por el contrario, estamos como en el caso del campaniforme en flujos de influencias y materiales que no van de la mano con alteraciones y movimientos poblacionales. Ya veremos».
Joaquín Lomba trabaja desde hace años sobre sociedades del Neolítico Final y la Edad del Cobre en el Sureste, con especial incidencia en aspectos relacionados con su mundo funerario y simbólico. De entre sus trabajos, destaca la excavación de Camino del Molino (Caravaca), que concentra el mayor número de individuos en un solo enterramiento de toda Europa para la Prehistoria. Está permitiendo obtener información relevante sobre el perfil poblacional de los grupos calcolíticos en la zona, en relación con sus diferencias sociales y patrones de actividad.
En paralelo, su equipo está estudiando en la zona de Cieza la expresividad de los grupos del Neolítico final y Calcolítico en las paredes de cuevas, lo cual relata un modo de interacción con el medio que en la Edad del Bronce se perderá completamente.
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