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Constelación Galileo

LA COLUMNA DE LA ACADEMIA ·

JUAN MARÍA VÁZQUEZ

Lunes, 24 de septiembre 2018, 23:21

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Y, sin embargo, se mueve. Con esta célebre frase Galileo cerraba con la Inquisición la confrontación que hacía temblar los pilares geocentristas que aún perduraban en el siglo XVII. Galileo aportaba una nueva aproximación experimental que abría los ojos a una realidad heliocéntrica. La Tierra no era el centro sino que orbitaba, junto al resto de planetas, alrededor del Sol con su movimiento de traslación. Y aún con la duda sobre la veracidad de la frase con la que Galileo cerraba el juicio inquisitorial en el que se vio obligado a retractarse de sus descubrimientos, sirva la misma como elemento introductorio a esta reseña sobre el Galileo del siglo XXI.

Hoy la constelación Galileo orbita a más de 28.000 km/h y nos mira desde una órbita a 35 kilómetros de la superficie terrestre mediante 26 satélites estratégicamente distribuidos destinados a la radionavegación y posicionamiento, que llevan, cada uno de ellos, el nombre de un joven europeo. Y hay uno de ellos que se llama Alba, como el de una joven cordobesa ganadora del concurso lanzado por la Comisión Europea.

Y teniendo el sistema norteamericano GPS, el ruso Glonass o el chino Beidou (en desarrollo), ¿era realmente necesario para Europa tener un sistema de navegación propio? La respuesta es SÍ. Primero, porque da a Europa soberanía en una capacidad estratégica con infinidad de aplicaciones presentes y futuras de gran interés; en segundo lugar porque frente a GPS que es un sistema militar compartido con el uso civil, Galileo está destinado al uso civil y, en tercer lugar, porque Europa ha sido capaz de desarrollar un sistema más preciso, que opera mejor en altitud y con gran precisión a latitudes polares, gracias a que científicos e ingenieros de toda Europa bajo la dirección de la ESA (Agencia Espacial Europea) han empleado con éxito miles de horas. Entre ellos, el Capitán Montojo, tristemente fallecido hace uno meses al caer desde el Buque Polar Hespérides a las aguas de la Antártida, mientras desarrollaba pruebas de calibración de la Constelación Galileo.

Galileo Galilei revolucionó las bases del conocimiento de los siglos XVI-XVII. Cuatrocientos años después, desde la vieja Europa, la constelación Galileo se constituye como una impresionante capacidad tecnológica orientada a mejorar la vida de los ciudadanos y a ayudar al progreso de la ciencia y a la tecnología. Porque junto a los populares sistemas de navegación que nos ayudan en nuestra vida diaria, el estudio de migraciones de especies marinas o terrestres como consecuencia del cambio climático, o un nuevo concepto de trazabilidad de alimentos junto a tecnologías como 'blockchain' o la rápida disponibilidad de un servicio sanitario o de rescate combinando geoposicionamiento e inteligencia artificial son solo tres de los miles de ejemplos con los que se podría ilustrar esta nueva realidad.

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