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ILUSTRACIÓN MIKEL CASAL
Los atardeceres del Mar Menor y la biotecnología vegetal

Los atardeceres del Mar Menor y la biotecnología vegetal

El desarrollo de plantas transgénicas que necesitan menos agua puede ayudar a combatir problemas por el abuso de aerosoles

JOSÉ MANUEL LÓPEZ NICOLÁS

Lunes, 1 de octubre 2018, 22:49

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Me encanta usar la divulgación científica para relacionar conceptos aparentemente inconexos. En el artículo de hoy intentaré conectar los preciosos atardeceres rojizos que podemos observar en nuestro querido Mar Menor con el área en la que desarrollo mi labor investigadora en la Universidad de Murcia, la biotecnología vegetal.

Los principales responsables de los atardeceres rojizos son dos fenómenos físicos: la refracción y la dispersión. La refracción tiene lugar cuando la luz del Sol se encuentra con un obstáculo: la Tierra. Como consecuencia, sus rayos son desviados y solo algunos se cuelan en la atmósfera. Es en este momento cuando entra en acción la dispersión, consistente en que la presencia en la atmósfera de diversas partículas divide la luz blanca del Sol en los siete colores del arco iris. Esta dispersión afecta más a la parte azul del espectro de luz. Entonces, cuando la luz solar llega a nuestros ojos, generalmente quedan más partes rojas y amarillas del espectro.

Otro factor que hace que los atardeceres de cielo rojo del Mar Menor sean aún más espectaculares es la posición del Sol en el cielo, en relación con la nube. Cuando el sol está bajo en el horizonte, los rayos de luz brillan en la parte inferior de las nubes en lo alto del cielo, reflejando esos naranjas y rojos brillantes que hacen que parezca que el cielo se ha encendido.

Estos colores rojizos, además de fascinarnos, pueden ayudarnos a predecir el tiempo (eso sí, con muchas reservas). Un amanecer de cielo rojo sugiere que un área de alta presión y buen tiempo, con su polvo atrapado y otras partículas, se ha movido hacia el este. Esto permite que un área de menor presión y tiempo alterado, quizás un frente frío y una banda de lluvia, se mueva hacia el oeste durante el día. Por otro lado, una puesta de sol en el cielo rojo nos dice que lo peor del tiempo ahora se ha aliviado, con una mayor presión y un mejor tiempo que se aproxima desde el oeste para el día siguiente. Con una puesta de Sol de cielo rojo, es más probable que el cielo del oeste esté despejado, con los rayos del sol brillando en la nube más al este.

Pero no todo van ser buenas noticias. Los colores rojizos (como los de la Luna de sangre o los atardeceres o amaneceres cobrizo) también pueden traer malas noticias.

Como he comentado anteriormente, el fenómeno de dispersión de la luz blanca es fundamental para ver el precioso color rojo del atardecer. Esta dispersión es debida a la presencia en la atmósfera de diferentes sustancias... entre las que destacan los aerosoles. En ingeniería ambiental, se denomina aerosol a un coloide de partículas sólidas o líquidas suspendidas en un gas. La composición química de estos aerosoles afecta directamente a la forma en que interactúa la atmósfera con la radiación solar y el contenido de agua líquida. Los componentes químicos de los aerosoles alteran el índice de refracción global de la atmósfera, por lo que influyen clarísimamente en el color rojo de los atardeceres del Mar Menor.

¿De dónde proceden los aerosoles que hay en la atmósfera? Las mayores fuentes naturales son la actividad volcánica, las tormentas de polvo, los incendios forestales, etc. Por otra parte, la mayor fuente de aerosoles debida a la actividad humana es la quema de combustibles, los sprays, la producción de cemento, etc. ¿Y por qué estos aerosoles pueden acarrear consecuencias negativas? Entre otras cosas porque son muchos los estudios que muestran cómo la concentración de aerosoles en la atmósfera desciende la probabilidad de lluvia. Estos estudios concluyen que en un escenario no contaminado se generan gotas grandes que favorecen la lluvia, mientras que cuando existen altas concentraciones de aerosoles en la atmósfera se inhibe el desarrollo de las gotitas que forman nubes, no llueve... y llega la sequía.

Si están siguiendo detalladamente el hilo conductor de este artículo habrán observado cómo les he hablado de física, química, meteorología, ingeniería medioambiental, agricultura y sequía. ¿Y qué pinta aquí la biotecnología que aparece en el título de este texto? Mucho.

Por la acuciante sequía de la que les hablaba, uno de los objetivos de la agricultura actual es producir la misma cantidad de comida con menos agua. Para ello se desarrollan nuevos sistemas de riego, mejora en los procesos de hibridación o mutagénesis, etc. Sin embargo, esos procesos no son suficientes y es necesario que la biotecnología vegetal entre en juego. ¿Cómo? Diseñando plantas transgénicas resistentes a la sequía. Es el caso de un maíz que expresa el gen cspB procedente del 'Bacillus subtilis', una bacteria que habitualmente se encuentra en los suelos y que tiene la habilidad de formar una endospora protectora que le protege en condiciones ambientales extremas.

Ahorro

¿Y ese maíz transgénico diseñado a partir del gen cspB procedente del 'Bacillus subtilis' tiene alguna ventaja frente al convencional? Sí. Le permite necesitar un 10% menos de agua que el no transgénico. Es posible que piensen que este porcentaje es mínimo pero nada más lejos de la realidad. Un 10% en una extensión grande en riego puede suponer ahorrar millones de litros de agua y en secano aumentar la producción aunque disminuyan las precipitaciones. Fascinante.

Estimados lectores, como les dije al principio de este artículo, el objetivo de hoy era relacionar el Mar Menor murciano con la biotecnología empleando un recorrido que nos llevara por diferentes ramas de la ciencia. Creo que lo he conseguido... y en esta frase se lo resumo:

«La biotecnología vegetal, a través del desarrollo de plantas transgénicas que necesitan menos agua para crecer, puede ayudar a combatir los problemas de sequía generados por el uso abusivo de aerosoles, compuestos químicos que contaminan el medio ambiente y favorecen la aparición del tono rojizo (fruto de los fenómenos físicos de refracción y dispersión) que fascina a todo los que nos quedamos embobados mirando los atardeceres del Mar Menor».

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