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Juan Jiménez Roset.
Drogas, un viejo enemigo con nuevas armas

Drogas, un viejo enemigo con nuevas armas

Desde sus orígenes, las distintas civilizaciones humanas conocían los efectos de determinadas plantas, como el opio o las hojas de coca, sobre la percepción de la realidad, las sensaciones y el control de la conciencia, y las utilizaban por distintos motivos: religiosos, medicinales, por costumbre, por evasión… 

MARÍA JOSÉ MORENO

Viernes, 17 de junio 2016, 07:51

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Las sustancias químicas emergentes y las modernas dependencias de la realidad virtual accesible en dispositivos electrónicos obligan a extremar la prevención y la detección

Desde sus orígenes, las distintas civilizaciones humanas conocían los efectos de determinadas plantas, como el opio o las hojas de coca, sobre la percepción de la realidad, las sensaciones y el control de la conciencia, y las utilizaban por distintos motivos: religiosos, medicinales, por costumbre, por evasión Un consumo de sustancias estupefacientes cuyas graves consecuencias para la salud han quedado, posteriormente demostradas, aunque eso no ha llevado a su desaparición.

Lejos de ello, el mercado que existe en torno a los narcóticos mueve cada año millones de euros en todo el mundo, lo que conduce a que constantemente aparezcan nuevas sustancias que sustituyen a las controladas por los sistemas de alerta. «Entre 20 y 30 nuevos tipos de drogas al año» según Juan Jiménez Roset, Coordinador Regional de Drogodependencias de la Región de Murcia.

En los últimos años, además de las drogas más conocidas como el alcohol, el cannabis y la cocaína, han hecho aparición las denominadas drogas emergentes: sustancias químicas, fabricadas en laboratorios y que proliferan entre los más jóvenes en fiestas 'rave' y discotecas 'after hour'. Señala Jiménez Roset que «más del 30% de la población las conoce, por lo que se trata de un amplio sector al que hay que prestar atención. Se trata de sustancias tóxicas que crean psicosis y que lo que consiguen es despertar estados de euforia y desenfreno en quienes las toman».

En la actualidad, actividades como el botellón han pasado de ser una forma de socialización, de reunión con los amigos, a encuentros en los que lo que se busca es alcanzar la embriaguez lo antes posible. Con las drogas sucede algo parecido, «lo que los jóvenes de hoy quieren es colocarse lo antes posible y para ello son capaces de consumir casi cualquier sustancia, sin preocuparse de su procedencia y sin pensar en las consecuencias», señala Jiménez Roset. Añade que «durante la adolescencia, entre los 15 y los 25 años, el cerebro se está preparando para la madurez y cuenta con ciertas carencias en hormonas como la dopamina, la noradrenalina o la serotonina, que se pueden suplir con el consumo de ciertos estupefacientes y proporcionar así una sensación de plenitud mientras duran sus efectos». De ahí que durante esa franja de edad se encuentre el porcentaje más elevado de consumidores de drogas emergentes.

«El problema se da cuando en personas con tendencia depresiva, psicótica o hacia otros problemas como cardiopatías, epilepsia o psicopatía, se despierta una enfermedad que, en ocasiones, necesitará de un tratamiento de por vida».

Nadie puede conocer cómo va a reaccionar su organismo ante el consumo de sustancias tóxicas, por lo que la ingesta de drogas puede despertar esas enfermedades latentes y transformar para siempre la vida de quien las padezca. En la mayoría de los casos se trata de enfermedades mentales, como el trastorno bipolar o la pérdida de contacto con la realidad, que convertirá a esas personas en enfermos mentales de por vida.

Muchas de las drogas emergentes se camuflan en los mercados bajo otro tipo de usos, es decir, se comercializan con otros fines como abono para plantas, sales de baño, etc. e incluso se etiquetan con recomendaciones como «No injerir. Puede provocar euforia» algo que, según Jiménez Roset, «se puede entender como una provocación, ya que en la propia etiqueta se anuncian las consecuencias de su consumo».

Internet, un aliado

En ese sentido, los organismos competentes en el control de estas sustancias se encuentran con una dificultad añadida a la hora de lidiar con ellas: Internet. Ni que decir tiene que son precisamente lo más jóvenes quienes tienen un mayor dominio y acceso a la red, y que desde ella se pueden adquirir fácilmente este tipo de sustancias que, en ocasiones, pueden provenir de países como India o China, los cuales cuentan con su propia legislación, muy distinta a la occidental, y en los que, desde el etiquetado hasta los controles de calidad, pasando por las sustancias químicas al alcance de la población, poco tienen que ver con los europeos.

Como dice el Jiménez Roset, «la información que se ofrece a través de Internet es insuficiente y de dudosa credibilidad, por lo que la población debería ser mucho más cuidadosa a la hora de consumir este tipo de sustancias tóxicas que, en definitiva, son veneno».

Otro de los puntos que destaca es que «en los centros médicos es muy complicado ver a un drogadicto que lo sea solamente de una sustancia, y esto es especialmente cierto en el caso de quienes frecuentan drogas emergentes, que consumen de todo lo experimentable, con el único fin de alcanzar un placer inmediato». No buscan estar bien, sino modificar la conciencia, salir de la realidad y viajar con la mente, a veces sin billete de vuelta, donde las urgencias hospitalarias psiquiátricas suelen ser las estaciones intermedias de sus viajes.

«Aun así, añade, hay que considerar dos tipos de enfermos: los que tienen problemas como consecuencia de las drogas y los que se drogan como consecuencia de sus problemas». Y esa diferenciación es crucial a la hora de ayudar a alguien puesto que hay que saber desde dónde atajar el problema.

Como dice Jiménez Roset: «Si una persona tiene una depresión y por eso bebe se deberá tratar la depresión pero si bebe y por eso tiene depresión, la solución pasará por tratar el alcoholismo». Es lo que se conoce como enfermos duales y a los que hay que tratar desde diferentes especialidades.

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