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Juan Pedro Montávez y Pedro Jiménez, en los laboratorios del Campus de Espinardo de la UMU.
De las cabañuelas  a los ordenadores

De las cabañuelas a los ordenadores

Desde los albores de la humanidad, la predicción meteorológica ha sido una necesidad vital para el hombre, hasta tal punto que las diferentes civilizaciones han implicado en ello a sus dioses. 

MARÍA JOSÉ MORENO

Viernes, 17 de junio 2016, 07:49

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Investigadores de la Universidad de Murcia estudian el tiempo del último milenio para establecer modelos de predicción meteorológica más fiables

Desde los albores de la humanidad, la predicción meteorológica ha sido una necesidad vital para el hombre, hasta tal punto que las diferentes civilizaciones han implicado en ello a sus dioses. De conocer cuándo lloverá o cuándo saldrá el sol dependía -y sigue dependiendo- el éxito de las cosechas, y por tanto de la supervivencia. En la actualidad, eso no ha cambiado mucho, aunque sí lo han hecho las técnicas de predicción del tiempo. Ya no solo los cultivos -la alimentación humana y animal- o el calendario festivo están íntimamente vinculados al comportamiento del clima. Numerosas empresas relacionadas con la energía solar o la eólica, actores preocupados por la contaminación y el cambio climático, o la medicina relacionada con enfermedades asociadas a problemas de sequía y radiación solar, entre otras muchas actividades, necesitan de un conocimiento previo del impacto de los meteoros, lo que ha 'disparado' los intereses en torno a los estudios científicos desarrollados a este respecto.

En la Universidad de Murcia (UMU) el grupo de Modelización Atmosférica Regional, que dirige Juan Pedro Montávez, trabaja desde hace años en el estudio del clima, no solo en la Región de Murcia, sino también a nivel nacional e internacional con participación en numerosos proyectos.

Una de las líneas de investigación que les ocupa se centra en el estudio del paleoclima, en particular, el clima del último milenio, cuyo conocimiento es necesario para entender la respuesta del sistema climático ante factores como las erupciones volcánicas o la actividad humana, entre otros, y que, señala el investigador «es una información crucial a la hora de desarrollar modelos de predicción climática más fiables».

Dado que los registros del tiempo son relativamente recientes, para saber cómo era el tiempo atmosférico en el pasado el grupo de la UMU colabora con otros especialistas que «obtienen información de distintas fuentes 'proxy' como los registros de las procesiones (rogativas -consta que si un año los santos eran sacados con frecuencia era porque había sequía-), los anillos de los árboles, que también indican los años de mayor o menor precipitación, y otras reconstrucciones históricas», en palabras de Montávez.

Explica que «todos esos datos, junto con los generados en nuestros experimentos numéricos, se utilizan de modo comparado para determinar la coherencia existente entre ellos, y recoger una información lo más real posible de cómo era el clima en el pasado e identificar las principales causas que produjeron las variaciones climáticas».

Y aunque conocer el clima del pasado es importante, las líneas de investigación más demandadas son las de proyecciones hacia el futuro: qué cambios se van a producir y cómo van a ser. En ese sentido los científicos de la UMU se emplean en obtener proyecciones de cambio climático a muy alta resolución, algo que consiguen aplicando técnicas de regionalización dinámica a las proyecciones de modelos globales para distintos escenarios de cambio climático.

Señala Pedro Jiménez, investigador del grupo, que «es habitual que los actores interesados en esta información soliciten un dato concreto de qué va a pasar pero, a día de hoy, la ciencia debe seguir trabajando con porcentajes de incertidumbre». Además, señala, «no hay que olvidar que la vida del presente no es igual a la del futuro y con seguridad hay algunos factores que hoy ni siquiera se tienen en cuenta, y que en unos años también afectarán sobre el clima: si los coches podrán volar, si se reducirán las emisiones contaminantes a la atmósfera o si cambiarán los intereses socioeconómicos en torno a las energías renovables, por poner algunos ejemplos».

Todos esos aspectos se conocen como incertidumbre o, lo que es lo mismo, la imposibilidad de acertar al 100% cuando se trata de hablar del clima con previsión de muchos años. Aclara Montávez que «una de las incertidumbres que se estudia es el papel del suelo: cómo el suelo cambia su comportamiento dependiendo del clima y qué puede inducir ese cambio sobre él, en definitiva, un proceso de realimentación que parece ser más importante de lo que hasta ahora se había pensado».

Añade que «de la misma manera, en el últimos tiempos han ganado importancia los estudios sobre el papel del mar en relación a este respecto, ya que hasta ahora en gran parte de los estudios de clima regional el océano era considerado como algo quieto del que solo interesaba la variabilidad de su temperatura».

Recientemente se ha empezado a incluir en los modelos climáticos regionales como un elemento más de interacción que puede modificar las proyecciones hacia el futuro o cuál ha sido su papel en los cambios climáticos del pasado. El grupo de la UMU está desarrollando un proyecto en el que tratan de determinar cuál es la relación en entre los cambios en el sol, el océano y la atmósfera.

«Se persigue conjugar la influencia oceánica con la atmosférica a fin de ofrecer datos más fiables, ya que no se trata de aspectos independientes. Precisamente, una de las principales investigaciones que se está desarrollando a nivel mundial es la de intentar estudiar todas las interacciones conjuntamente sin plantearse que un sistema es el fundamental y que los demás giran en torno a ése, sino que existe una realimentación entre todos ellos», según Pedro Jiménez.

Algo que diferencia esta ciencia del resto es que solamente existe un planeta Tierra, por lo que no se pueden llevar a cabo experimentos con el sistema de «ensayo-error». La única manera de aproximar los problemas es mediante modelización. Además, el único modo de conocer si los modelos creados son realistas es por comparación entre lo que se predijo que pasaría y lo que realmente sucedió.

Clima en África

Gracias a un proyecto financiado por el Plan Nacional estos científicos están participando en la iniciativa internacional Cordex, que persigue generar escenarios de cambio climático para distintas regiones del mundo con alta resolución. En concreto, los investigadores de la Universidad de Murcia se centran en el continente africano.

«Se trata de una iniciativa desarrollada dentro del programa mundial de investigaciones climáticas», explica Juan Pedro Montávez. Hasta ahora existen muchos estudios, sobre todo en Europa y Estados Unidos, pero para África, una de las regiones que va sufrir un mayor impacto como consecuencia del cambio climático, no existe ninguna información general. Junto con otros grupos de investigación internacionales y nacionales se persigue acabar con esa falta de información a fin de mejorar la adaptación de ese continente a los futuros cambios ya que, señala Pedro Jiménez, «los pocos recursos de que disponen hace de África un punto caliente de cambio, ya que la vulnerabilidad del sistema climático está relacionada con el impacto del mismo y la capacidad de adaptación de las regiones».

En relación al campo de la energía, el grupo ha llevado a cabo un proyecto de evaluación del recurso eólico conocido como Minieólica y en el que desarrollaron un mapa eólico nacional destinado a la implantación de pequeños molinos. «Hasta el momento -señala Montávez- los estudios en relación con la fuerza del viento solo eran factibles para empresas muy grandes por lo que se decidió crear una herramienta destinada a pequeños usuarios».

Se puso en marcha así una página web (http://meteo.um.es/eolmap) que permite a los usuarios acceder a ella y, eligiendo un punto determinado, conocer de forma automática el viento que puede hacer en un lugar concreto para así averiguar la rentabilidad de instalar molinos eólicos en ese lugar.

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