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«En Murcia he recogido barro hasta las narices»
El cronista oficial de la Región repasa el mundo cultural de 1918 recordando la visita de Sorolla al pintor Joaquín y a «los Salzillos»
JOSÉ ANTONIO MELGARES GUERRERO
Lunes, 17 de diciembre 2018, 22:24
El año 1918, del que ahora nos separa un siglo en el tiempo, es una época de referencia en diversos aspectos de la cultura murciana. En lo literario recordaré que era director del diario 'El Liberal' el escritor y periodista Pedro Jara Carrillo, autor, entre otras obras, de los himnos a Murcia y a la Virgen de la Fuensanta. Que el 28 de marzo falleció el poeta José Frutos Baeza (quien junto a Vicente Medina elevó a la categoría de dialecto el 'murciano', que hasta entonces era una simple anécdota. Que en noviembre regresó de la Argentina el poeta Eduardo Flores (quien firmaba con el pseudónimo 'Tirso Yáñez') y que, a finales de ese mes fue elegido alcalde de la capital Hernán de la Cruz García Muñoz, asiduo articulista de 'El Liberal', quien firmaba sus textos como 'Juan del Pueblo' y 'El chico del Almudí'.
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En lo artístico, nacieron el pintor José Antonio Molina Sánchez (20 de junio) y, en Blanca, Emilio Molina Núñez. Fallecieron el pintor costumbrista José María Sobejano (4 de abril), el escultor imaginero Francisco Sánchez Araciel (24 de mayo), y el 27 de octubre (en Archena, su localidad) el pintor Inocencio Medina Vera. Sin embargo, fueron los últimos meses del año en cuyo centenario nos encontramos, cuando la intensidad de la vida artística murciana cobró notable interés.
En octubre, Luis Garay, con solo 25 años y siendo un desconocido, concurrió al Salón de Otoño de Madrid, donde su obra 'La tienda de la Juana' fue elogiada por críticos como Rafael Marquina, Manuel Abril y José Francés. En noviembre se estableció en la capital el pintor castellano Constancio Núñez, de quien poco más que su nombre conocemos.
El pintor valenciano perdió las gafas en Murcia y las recuperó gracias a un anuncio en la prensa local
Murcia le pareció «una pequeña Sevilla» y le llamó la atención el abandono de la huerta
En 1918 realizó Planes en Madrid su primera exposición en solitario
La escapada de Sorolla
El 7 de diciembre llegó a Murcia el pintor valenciano Joaquin Sorolla, acompañado de su amigo el médico ilicitano José López Campello, con quien se hospedó en el Hotel Victoria (que acababa de estrenar confortable calefacción central en sus instalaciones).
En Elche, donde se encontraba desde el pasado día uno, llueve sin parar durante jornadas completas. No hay la luz que Sorolla necesita para pintar y decide hacer una escapada a Murcia para ver «los Salzillos» y, de paso, ver también la obra de su amigo el pintor Joaquín, quien prepara una colección de dibujos para exponer días más tarde. Busca asimismo nuevos horizontes levantinos para la obra que le retiene en el Sureste peninsular por encargo del magnate norteamericano Archer Milton Huntington para la Hispanic Society of America de Nueva York (donde aún se conserva). De Murcia cuenta a su mujer Clotilde (a quien cariñosamente llamaba Clota) que «es una pequeña Sevilla con tipos valencianos de hoy», y «ser el pueblo más abandonado en cuanto al adoquinado. He recogido barro hasta las narices». La huerta le parece «como la nuestra [la valenciana], pero más abandonada».
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No le defraudan, sin embargo, los «Salzillos», de los que afirmará más tarde: «Siguen vibrando en mi cerebro».
Desde el punto de vista anecdótico se refiere en la citada carta a su esposa Clota, a la pérdida de sus gafas durante su estancia en Murcia, las cuales afirma haber recuperado gracias a un anuncio publicado en la prensa local.
El 15 siguiente abre su primera exposición en solitario, en Madrid, donde residía, pensionado por la Diputación Provincial que a la sazón presidía Antonio Clamares, el entonces joven escultor José Planes. Lo hace en el Ateneo de la capital de España con una colección de bustos en barro y bronce, ante los que se deshacen en elogios los críticos J. Blanco Corís (en 'El Heraldo' de Madrid) y Luis de Armiñán Odriozola (en 'El Liberal' de Murcia). Aquel afirma que Planes «penetra en el modelo y con sus manos imprime al barro la vida que palpita en el natural». Éste dice que Planes «es un poeta de la escultura. Un poeta joven que pone junto a su arte lo griego y el progreso». Llaman poderosamente la atención la 'Cabeza de un poeta' y la 'Cabeza de un joven'; así como la 'Dama del Valle', inspirada en una leyenda murciana ('Delicada y bellísima cabeza de mujer ideal'), y la 'Vieja de Oropesa', viejecita arrugada y silenciosa que a diario llegaba a su estudio suspirando porque se creía más bonita de lo que el escultor la estaba haciendo en barro («de una severidad correcta»). También llama la atención de los críticos el 'Retrato del Dr. Ripoll'. De todas estas obras nuestro presente ha perdido la pista.
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Joaquín, en el Círculo
Finalmente, la víspera de Nochebuena inaugura el pintor Joaquín García exposición de dibujos en el Círculo de Bellas Artes (un viejo caserón desaparecido en la actualidad, ubicado en la calle de la Trapería capitalina). Muestra 37 dibujos «que ponen de manifiesto la valía artística de su joven autor», afirma José Ballester en 'El Liberal' de Murcia. Retratos al carbón, paisajes, un autorretrato al óleo y numerosos «cuadritos al pastel que son un indiscutible alarde de exquisitez y buen gusto». Llamaron especialmente la atención del público y, sobre todo de la crítica, la cabeza yacente titulada 'Ex-libris'; otra titulada 'En el azul de la noche' y, sobre todo, el pobre 'Pierrot', «triste fantasma amigo de la luna, que ha llegado a ser un tópico porque la tristeza de su alma es universalmente comprendida».
Su expresivo dibujo 'Rosa Boreal' tampoco pasó desapercibido a los visitantes a la muestra, afirmándose de ella ser «la damisela florecida en los climas brumosos del norte de España». En cuanto a los paisajes al óleo expuestos, se detiene Ballester afirmando que «Joaquín es, ante todo, un excelente paisajista. En ellos se puede observar cómo el lápiz y el pincel son dos cosas diferentes, como lo son el pintor y el dibujante».
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Sucedieron más cosas aquel año en la capital de la Región, como la inauguración del Conservatorio de Música, concluyendo con la desaparición de la verja que rodeaba la Glorieta, en un deseo del alcalde Hernán de la Cruz García de modernizar la ciudad, que pensaba adornar con un monumento al Cardenal Belluga en la plaza de su nombre, cuyo proyecto encargó el primer edil a José Planes y que, como es sabido, realizó muchos años después, en 1958, el escultor Juan González Moreno, situándolo en la Glorieta, donde se conserva hoy para disfrute de las gentes.
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