La creadora del glamur clásico

La moda debe su renovación y exquisitez a las sofisticadas imágenes de Louise Dahl-Wolfe

A ella le atribuyen nada menos que los estándares de la elegancia en los años 40 y 50. La moda debe a Louise Dahl-Wolfe (San Francisco, 1895-Nueva Jersey, 1989) la sofisticación clásica, la que destilan las modelos posando en París o en paisajes naturales y exóticos de Sudamérica y África. Sus inicios, sin embargo, se encuentran en la pintura. Aquella joven muralista, con estudios de decoración y arquitectura, quedó fascinada por el trabajo de Anne Bringman, una fotógrafa pictorialista vinculada al círculo de Alfred Stieglitz, y Consuelo Kanaga, otra de las pioneras norteamericanas, y cambió los pinceles por la cámara. Esos cánones de la exquisitez surgieron como fruto de su trabajo con Carmel Snow y Diana Vreeland, las grandes editoras de la revista 'Harper's Bazaar' y 'Vogue' durante varias décadas.

Sus fotografías, que fueron denominadas medioambientales por esa predilección por los espacios abiertos, reflejan un extraordinario dominio de la luz. Las imágenes trasmiten una clase excepcional y responden a una elaborada puesta en escena, a menudo, creada por su marido, el escultor Meyer Wolfe. En estas piezas se advierte la fecunda interacción entre disciplinas y la capacidad para atrapar el resultado por la cámara. Sin embargo, la autora siempre defendió que su disciplina constituía un medio espléndido para capturar el tiempo, reconocía ciertas limitaciones frente al pintor, capaz de incorporar a la obra elementos que no se encontraban en la realidad aprehendida.

La gran renovadora de la moda, curiosamente, sentía debilidad por el retrato. Ante su lente posaron grandes figuras de la literatura, el arte y el cine, como Christopher Isherwood, Orson Welles y Edward Hop-per. La influencia estética de la creadora que pintaba con luz queda patente en otros grandes como Milton H. Greene, que ejerció como su asistente, Irving Penn y Richard Avedon.