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1. Interior de la Catedral de León. 2. Obra del pintor albacetense Benjamín Palencia. 3. Bárdenas Reales, en Navarra. 4. Aspecto del interior de las cuevas de Ikaburu, en Urdax (Navarra).
Tópicos (I)

Tópicos (I)

Iniciado este 'apunte', supe del fallecimiento de Gontzal Díez, de su desaparición dejando unas páginas inconclusas que, por ley de vida y de la dinámica del trabajo, otros se encargarán de completar, pero sin que ello suponga que su nombre, con el paso de un tiempo prudencial, quede borrado, anulado por lo nuevo, porque -y es lo único que puede dar una cierta satisfacción a los que escribimos, bien o mal, regular o peor, eso da igual- lo hecho, lo publicado, permanece, y sea merecedor de crítica o de elogio siempre será testigo de una vida dedicada al periodismo, a la escritura.

PEDRO ALBERTO CRUZ

Viernes, 17 de junio 2016, 08:26

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Lo 'pintoresco', la naturaleza y la soberbia de un ser que considera que lo que hace es tan sublime

Iniciado, repito, el 'apunte', y con un título que poco tiene de obituario, decidí añadir este preámbulo dedicado a él, y centrarlo en una anécdota -propiciada, porque, cada vez que tenía ocasión, le 'pinchaba' con el asunto a sabiendas de cuál iba a ser su respuesta- con los tópicos, y la rareza que supone para algunos comprobar que no responden al cien por cien de la realidad, que sus excepciones son numerosas, y que muchos se han creado para satisfacer intereses de índole concreta. El caso es, que una vez que supe que no le gustaba el bacalao siendo bilbaíno, cada vez que coincidíamos le mostraba mi extrañeza, recurriendo a la cosa del tópico y de lo típico. Reconozco que más de una ocasión lo puse en un aprieto porque le pedía una respuestas razonada hasta que, nunca supe si fue porque me escuchó o se lo dijeron, un día me devolvió el 'tópico' diciéndome que si yo era murciano «cómo era posible que no me gustaran la morcillas, los pasteles de sesos, y todo lo relacionado con la 'viscería'». El combate quedó en tablas, y ambos convencidos de que eso de los tópicos no era del todo muy fiable. Y tampoco en el arte como -una vez terminadas estas líneas/homenaje a Gontzal- expongo a continuación.

Desde que empecé a conocer el arte no solo como un sentimiento estético, incluso antes de detenerme en qué era la estética, me di cuenta de que ligado a él aparecían una serie de lugares comunes, de repeticiones en el tiempo y de leyendas, que unidos conducían a una serie de patrones arquetípicos, a los cuales debían someterse -y cortarse- los espectadores a la hora del enfrentamiento a las obras y sus autores. Arquetipos cuyo origen se retrasaba en el tiempo según conviniera, y se hacía más próximo por la misma circunstancia. Pero, lo que comenzó con intenciones 'superiores' devino, sin necesidad de hacerse esperar mucho, en tópico categorizado, repintado y barnizado para mostrarlo siempre nuevo y vigente y, sobre todo, para que no perdiera valor (en 'Nacidos bajo el signo de Saturno', R. y M. Wittkower recogen mucho de todo esto cuando es elevado a mito, sin olvidar a lo escrito por Vasari).

El descubrimiento me hizo 'repensar' en algunas de las afirmaciones, que había asumido en su momento, y analizarlas desde un punto de vista más crítico, más personal y, sobre todo, más libre, sin importarme coincidir con la mayoría (es curioso que en el 'caso' de los tópicos la aceptación sea más amplia que el concepto arte, e incluso que la obra, pues su presencia no es extraña al encontrarlos en todas las facetas de la actividad humana, y de la vida), o sufrir el mal de ojo de las miradas de expertos, amantes y demás, satisfechos y conformes con lo transmitido por la tradición -y la conveniencia- sin importarles lógica y coherencia.

Donde primero encontré una contradicción clamorosa, convertida en tópico e, incluso, trasladada a definir una personalidad o un modo de actuación, fue en el uso dado a 'pintoresco' (según el Diccionario de la RAE: «Se dice de los paisajes, escenas, tipos, costumbres y de cuanto puede presentar una imagen peculiar y con cualidades plásticas.», contaminándose de su indebida utilización al dejar de referirse exclusivamente a lo hecho por el pintor), y calificar con él a distintas manifestaciones de la naturaleza: lo que, para entendernos, es el paisaje natural. La naturaleza no 'está' pintada (aunque Pedro Borja pintó sus ganchos en las rocas del Cabezo de Torres, su pueblo, y no hace mucho un imitador las pintó de azul), es como es, y no necesita para ser que ninguna mano humana, por muy diestra que sea y por muy genial que sea la mente que le da órdenes, le dé color. Es más, trasladar nuestra concepción paralizada -en un cuadro- de espacio, luz, color y formas a ella, es aberrante e igual de dañino que las emisiones de CO2.

En esta misma línea del despropósito convertido en tópico, para mí aún peor que lo anterior, lo que hizo que me rebelara definitivamente contra lo que era considerado normal, fue escuchar y leer que «la naturaleza imita al arte». «¿En qué?», fue la pregunta que me hice. «En nada», fue mi respuesta inmediata, y sin necesidad de esfuerzo mental extra. Antes de entrar en el desmantelamiento de este aún mayor despropósito, no puedo dejar pasar por alto que en esta aseveración/tópico queda recogido en grado superlativo el desprecio a la naturaleza, y la soberbia de un ser que considera que lo que hace es tan importante, tan perfecto y sublime, que hasta el medio que nos permite vivir siente la necesidad de imitarlo, de copiarlo para reconocer la superioridad de los seres pensantes, sobre todo si son artistas. Sé que no todos hacen suyo este tópico, y que son muchos los que militan en el otro extremo -«el arte imita a la naturaleza»-, aunque también ellos incurren en un error (me remito al 'apunte' que dediqué al paisaje), no tan grave y, en cierto modo, entendible por los resultados/obras que tienen.

La naturaleza no imita al arte, en primer lugar, porque no tiene capacidad para hacerlo ni necesidad; en segundo lugar, porque lo que llamamos paisaje es fruto de un proceso de larga duración en el que, para abreviar, orogenias y erosión han sido las espátulas, los pinceles, el cincel, el martillo, las manos modeladoras, los andamios, y todo lo que se quiera añadir. Lo que nos resulta 'pintoresco', lo que algunos consideran imitación, no es más que las consecuencias en un momento dado de un proceso cíclico de construcción/destrucción, y al que le importa poco la vida que pulula por su epidermis, y mucho menos el arte. Y, sin embargo, cuando en una cueva aparece una galería con una falsa bóveda apuntada (falsa porque no ha sido construida sino excavada por la acción del agua en un roquedo calizo), se dice que recuerda a una catedral gótica, y que estalagmitas y estalactitas se asemejan a columnas o pilares fasciculados. Y todos tan contentos.

Hay muchos más tópicos, aparte de estos, que llaman la atención -al menos la mía- y requieren algo más que una simple enumeración porque también son dignos de mención, porque se han convertido en fórmulas admitidas, preservadas y creídas. A ellos dedicaré el siguiente 'apunte'.

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