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Santiago Delgado
Catedrático de Literatura, doctor en Letras y académico de la Real Academia Alfonso X el Sabio de Murcia
Sábado, 3 de mayo 2025, 08:27
Hace 48 años que vivimos sin Julián Andúgar, el poeta franciscano de formación y oficial republicano en el frente de Granada. Su legado poético es ... breve pero jugoso: 'Entre la piedra y Dios' (1949), 'La soledad y el encuentro (1952)', 'Denuncio por escrito' (1957), 'A bordo de España' (1959) y 'Cancionero del sitiado' (1977). La escuetísima receta que lo inscribe en la Poesía Social, actuante durante el Franquismo, no le hace justicia completa. A todo lo largo de su vida poética, bien que claramente social, se puede contemplar una vena lírica de alcance. Un lirismo que podemos considerar iniciado en su extenso poema 'Interior', excelsamente recitado por el también inolvidable José María Galiana, en su disco dedicado a Julián. Y esa vena lírica se termina en el poema 'Casa de Oratorios', donde el poeta rememora una infancia desasosegada en un ámbito eclesial. Podríamos decir que Julián tuvo dos amores poéticos: el lírico y el social. El primero, más profundo, el segundo más presente.
La obra de Andúgar se caracteriza porque siempre supo cuál era la luminaria poética que alumbraba el verso en España. Podemos decir que comienza por seguir la estela hernandiana, de quien se considera no sólo vecino de Huerta, sino también de estro poético. Se aprecia sobre todo en sus dos primeros poemarios, sobre todo en los sonetos de 'El Encuentro'. Nadie, con la suficiente visibilidad poética, siguió tan de cerca la trágica humanidad del poeta oriolano. Luego de Hernández, se fija en los dos mejores poetas sociales españoles: Blas de Otero, sobre todo, y Gabriel Celaya. Sus poemas a la geografía española, en sus diversos rincones, no otra procedencia tiene. Luego, hay un amplio silencio editorial, en tanto que aparición de libro, aunque no en revistas y otras publicaciones de carácter aparentemente venal.
Y en 1977, el año de su óbito, aparece, póstumo pero con la perfecta credencia de lo auténtico, dentro de una revista alicantina, su poemario, el último de los reseñados, y, en cierta medida, recopilatorio de su obra dispersa desde el último libro. En dicho poemario, Andúgar propone una redención de la muy presente entonces poesía «culturalista», acaso nacida como reacción a la Poesía Social. Julián ensaya una suerte de poesía cultural teñida de compromiso y entendimiento cabal de la Historia, librada de cierta grandeza de vacua significación, en tantas ocasiones, un tanto narcisista. Creemos que la obra de Andúgar quedó incompleta. No por haberse perdido por cualquier circunstancia lo que escribiera en esos diecisiete años de silencio editorial en soporte libro, sino por lo que perdimos todos, con su muerte tan temprana, vitalmente hablando. Poco más de sesenta años para morir es muy poco. Julián, con el viento sociológico a favor, y las editoriales abiertas a la nueva España de la democracia, a buen seguro hubiera dado unos frutos excelentes.
Propugnamos una reedición de la 'Antología' que su amigo Francisco Sánchez Bautista pergeñó para la Editora Regional en 1981. E invitar a su lectura en todos los institutos de la Región. No faltarán autores que expliquen sus versos a las nuevas generaciones.
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