Antonio Garrido Hernández, arquitecto literario y cronista cultural
Obstinado y hambriento de saber, el ganador del Premio Nacional de Edificación, filósofo y escritor proyecta la que será su cuarta novela y un compendio filosófico, al tiempo que relata la vida artística de la ciudad de Murcia
Acaricia con sus palabras, con certezas y dudas, con la pausa que da lo vivido y la literatura de quien ama de veras. Considerado en ... los mentideros culturales, sin oficialidad pero con oficio, cronista de la ciudad de Murcia, Antonio Garrido es un hombre con apetito insaciable por el conocimiento y un relator entusiasta de cuanto descubre, de lo que deja constancia puntual en Facebook y en sus artículos en prensa. Jubilado de su carrera profesional como arquitecto técnico y docente en la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), vive una segunda vida -que él llama secreta- a través de la filosofía y la literatura. A pocos meses de cumplir los 75 años, confiesa lo casi inconfesable cuando admite soñar con sentirse escritor de pleno derecho, aunque ya lo sea. Nacido de padres murcianos en la marroquí Tetuán, estudió Arquitectura Técnica en Burgos, Ingeniería de Edificación en la Politécnica de Valencia y Filosofía en la Universidad de Murcia, institución en la que cursó el Máster en Pensamiento Contemporáneo y se doctoró en Didáctica de las Ciencias Experimentales. De su ejercicio como profesional destaca como cumbre el Premio Nacional de Edificación que recibió en 2019, y, en su labor docente, la dirección de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura y Edificación de la UPCT. Paseador nato y oráculo preciso cuando de elegir actividad cultural se trata, tiene identificados 26 puntos «emisores de inteligencia viva en la ciudad», entre librerías, bibliotecas, museos, radios, salas de exposiciones, academias y teatros. Autor de libros técnicos y reflexivos, bien de ética patética, bien de filosofía ingenua, dos de sus obras reposan en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Activo miembro de dos clubes de lectura, reconoce con orgullo ser un monógamo practicante y un abuelo presente. Quien también fuera presidente del Colegio Oficial de Aparejadores, Arquitectos Técnicos e Ingenieros de Edificación de la Región planea escribir una cuarta novela y una síntesis filosófica. Entre tanto, seguirá relatando el devenir de la capital del Segura sin dejar de estremecerse ante la indecencia política, la estupidez crónica, el terraplanismo y la falta de compasión.
Lunes
19.00 horas. Me gusta leer a la gente extraordinaria. Ahora estoy con la última novela de Montserrat Abumalham. Me ha pedido que se la presente y lo voy a hacer con mucho gusto. Sin embargo, mi mayor refugio es escribir. Escribo con facilidad, aunque el talento es otra cosa. Ahora estoy aprendiendo a aprender y voy los lunes, de siete a nueve y de octubre a julio, a un taller de escritura con Miguel Ángel Hernández, Ginés Sánchez, Leonardo Cano y Cristina Morano. Así espero superar la etapa de la inocencia literaria y escribir algo más legible. Tutorizado por Ginés Sánchez, voy a arrancar con una cuarta novela. El último relato que he mandado para revisión va sobre el sufrimiento de un adolescente en medio de una guerra que no sitúo en ninguna parte pero que cualquiera puede adivinar. Ama las estrellas y quiere ser astrónomo y físico de mayor, pero está pasando hambre y penuria. Mira al cielo y encuentra en él algún tipo de consuelo. Una noche, una estrella crece demasiado rápido. Y obviamente, no es una estrella. No me cuesta trabajo pensar en tramas de ciencia ficción, pero me parecen más frívolas. He escrito seis libritos de filosofía ingenua, y cada libro tiene una o dos ideas. Estoy pensando también en escribir una síntesis de todas ellas. Soy un afortunado en la vida. Los errores que he cometido son tontorrones, y tengo la altura suficiente para tener los pies en el suelo y la cabeza en las nubes. Eso me ha permitido tener siempre un proyecto entre manos.
Martes
18.00 horas. Murcia da mucho de sí. No me encuentro nada más que gente inteligente diciendo cosas interesantes. El emisor funciona perfectamente, sale el mensaje alto y claro en literatura, artes plásticas, escénicas, música... Pero miras al graderío y solo hay jubilados, pelo blanco y más mujeres que hombres. Da la impresión de que todo ese talento solo va a un segmento de la población. Es raro ver jóvenes y eso me preocupa.
18.30 horas. Los martes los suelo reservar para jugar al pádel y mantener un poco de actividad física, pero cuando aparece algo interesante, lo tengo claro y renuncio al deporte. Los miércoles y los jueves varían, dependiendo de la oferta, y acudo a un concierto en el Auditorio [Víctor Villegas], al Aula de Cultura de LA VERDAD, al club de lectura de Antonio Candeloro o, si hay música, a 'Los jueves de la Academia' [de Bellas Artes]. Normalmente estoy en dos clubes de lectura, el de Antonio y el de Paco Paños, en Libros Traperos. Los viernes tengo tertulia con los amigos que hacen el programa 'Ateneo' de Onda Regional. Y voy también al Salón de los Espejos del Romea cuando Victoria Clemente organiza mesas redondas sobre las obras que se van a representar.
Miércoles
5.00 horas. El insomnio viene con la edad, no hace falta pensar. Eso sí, una vez que te despiertas, las cosas que te preocupan son las que son. Estoy llevando muy mal este regreso de los brujos a la política internacional, esta indecencia, pensando en mis nietos. Yo distingo dos tipos de sentido común. El de la prudencia, que te permite gobernarte y no estorba, y el otro, que es precisamente el que reclama Trump y toda esta gente, que es el que lleva a decir que las vacunas crean autismo, que hay que tomar lejía contra la covid... Incluye desde creerse que el sol se levanta por la mañana en el horizonte, hasta pensar que los astronautas flotan en las naves, cuando en realidad están cayendo. Si consiguiéramos erradicar estos trampantojos del sentido común, tendríamos acceso a eso que se llama el pensamiento crítico. Esos engaños de la vista constituyen un paquete gordo de pereza intelectual al que yo llamo sentido común. Y ese estorba para comprender el mundo y a la sociedad. El que es capaz de creer que la Tierra es plana difícilmente va a pensar a la hora de poner su voto en una urna. Hay que evitar que esa estupidez se convierta en peligrosa. Estos jóvenes que se están sumando a Vox hacen necesario que los políticos dejen de enredar con sus chorradas y empiecen a centrarse en que las fuerzas moderadas no pierdan el control de la sociedad, como acaba de pasar en Polonia. Esto debería llevar a un altísimo grado de responsabilidad.
Jueves
5.15 horas. En el espejo veo cada vez más a mi padre, pero en mi alma veo a mi madre. Mi madre me dio amor y mi padre, que había vivido la Guerra Civil, me dio silencio. Mi virtud principal es el hambre fáustica. Me gustaría saberlo todo, desde la esencia humana a la esencia física del mundo. Esa hambre heredada me ha guiado. Mi padre sufría por no haber tenido una educación más completa.
Viernes
13.00 horas. Me doctoré en Didáctica de las Ciencias Experimentales porque yo era un profesor entusiasta y quería comprender lo que significaba el proceso de Bolonia, ese cambio de paradigma hacia la educación basada en la acción, para enseñar de forma más eficaz. Siempre he tenido la pulsión de comprender, por eso mis alumnos y algunos compañeros me han dicho después: «Tú lo querías explicar todo». Es un reproche que me ha hecho siempre mucha gracia.
Sábado
9.00 horas. Mis sábados empiezan con un paseo por el Malecón con Pepe Carreres y José Antonio Cobacho. Me gusta rodearme de gente inteligente y compasiva, que sea capaz de sentir, como diría Miguel Ángel Hernández, el dolor de los demás. Sin compasión, el mundo no funciona. Según el principio de fricción que define Lola López Mondéjar, yo fricciono con la gente que no piensa como yo y sigo tratando de tener los puentes abiertos.
Domingo
13.00 horas. Si aparecen los nietos por aquí, es la ocupación principal. Tengo tres nietas y un nieto. Tengo aquí a tres. La cuarta está en Madrid, porque mi hijo vive en El Escorial. Me gustaría que mis nietos amen la vida. Tengo un librito, 'Principio Admiración', en el que explico que no podremos comprender nunca la vida; por eso hay que amarla. Todos estos que nos están gobernando no aman. Saben instrumentalizar, objetivizar. Pero amar, no.
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