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Lara Berzosa emulando un movimiento de Pole Dance en el árbol de un parque de Santiago de la Ribera. A. Salas
La danza del lémur

La danza del lémur

Propios y extraños ·

Lara Berzosa, bailarina de Pole Dance, escaladora y 'profe' de inglés, sueña con trabajar como voluntaria en la India. «Me gusta comer tarde y la vida nocturna», confiesa

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Jueves, 17 de agosto 2017, 03:47

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A Lara, cabello de chica anime y perfil de espiga, le das una barra vertical y puede integrarse -y hasta liderar, por su gobierno matriarcal- en una familia de lémures. Le engancha el temperamento selvático del Pole Dance más que el de club de carretera, aunque no reniega de su sensualidad de serpiente. «Cuando lo cuento a veces me dicen si ese deporte es de puticlubes», se ríe Lara de quienes no habrían extraído jamás el tiro con arco olímpico de las guerras tribales. Esta joven londinense, más murciana ya que el azahar y el puente viejo, se sacude el estrés abrazándose a la barra como pareja de baile para ponerse en forma. «Al principio te duele hasta la barriga y no puedes mover los brazos y las piernas en varios días, pero coges una fuerza increíble, mucha flexibilidad y autoestima», convence Lara. «Si hay alguien tímido, se le va rápido», recomienda. En el fondo, los moratones en los brazos después de un entrenamiento o las piernas doloridas tienen sus compensaciones: «Cuando me veo en los espejos pienso: '¡Guau, esa soy yo!', y además me río mucho», cuenta Lara.

Para darlo todo con la barra, se embadurna de alcohol -para adherir las manos- y fuerza mental para esa danza de giros infinitos, como la concha del caracol que nunca encuentra su centro. «Como todo, tiene una técnica, a base de apoyar las manos y el codo para trepar, y apresar la barra con las corvas, pero sí, necesitas fuerza, y si lo haces bien queda superelegante», explica la escaladora, que antes de la barra ya ascendió a la Cresta del Gallo y al Cabezo Gordo. Su juego tiene varias reglas: ascender, trepar, avanzar y descubrir. «He hecho escalada, natación, voleibol, senderismo, equitación, tenis y surf. Y en invierno voy a rocódromos en Murcia», anima a parar solo para cantar: «Me encanta cantar rock y reggae y flamenco. ¡Una guiri cantando flamenco!».

  • Quién Lara Berzosa.

  • Qué Bailarina de Pole Dance y profesora de inglés.

  • Dónde Santiago de la Ribera.

  • Gustos La comida india, la montaña y Calblanque.

  • ADN Viajera y mediterránea.

  • Pensamiento «Me gusta la noche de Murcia y el día de Londres».

El movimiento continuo reina también en su infancia londinense de aceras mojadas y parques de hierba húmeda. «Aún tenemos la casa del barrio de Kilburn y vuelvo cada año en vacaciones para ir a los museos, comer platos indios y turcos y ver un musical», cuenta la mitad londinense de Lara, quien avisa enseguida de que «España me gusta más por el clima, los precios y los horarios». Como latina conversa, alaba la costumbre de «comer tarde, cenar tarde y salir de noche por las tascas de Murcia», aunque su fracción británica la lleva a Soho para comer pato pequinés o a Kilburn para engullir un 'Chicken Tikka Masala' en el restaurante indio Anjanaas. En ese denso mapa de pieles y especias que es Londres, Lara evoca las delicias turcas que sirven en el Sofra, tan lejos y tan cerca de La Ribera, la playa de su adolescencia, aunque ahora prefiere asomarse a una cala escondida en los costados de Calblanque con su perra 'Guiness', de pelaje fácil de adivinar. «Ya tiene 13 años, los mismos que llevo aquí, porque fue el chantaje de mis padres para el traslado, porque al principio yo no quería venir», afirma Lara, quien ahora no imagina otra pista mejor para patinar que la orilla del Segura al atardecer, cuando la ciudad entera vuelve a casa y se encienden todas las ventanas.

«He hecho natación, voleibol, senderismo, equitación, tenis y surf»

Cuando Lara deja la barra vertical para deshacerse de todos los ejes inmóviles, acostumbra a volar a Bulgaria y Grecia, a Suecia y Alemania. «Busco barrios escondidos, sabores distintos y las luces de las ciudades cuando anochece. Quiero conocer cada año uno o dos países y viajar como voluntaria a la India o a África para echar una mano y enseñar inglés», suelta amarras la joven bailarina. Ya lo dijo el poeta Yamaguchi Seishi en uno de sus famosos haikus: «De pie en un cruce. Y en todas direcciones, tarde de verano». Era algo diferente, pero qué más da.

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