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La familia y uno más

Migrante por naturaleza, el 'Dominguerus' llega a las playas con más equipaje que si fuera a cruzar el Liang Shang Po

Rosa Palo

Lunes, 7 de agosto 2017, 09:02

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El 'Homo Dominguerus' es una especie migratoria que, hasta hace unos años, estuvo en peligro de extinción, pero que volvió a poblar nuestras playas coincidiendo con la crisis económica. Visible solo los domingos de julio y agosto, el 'Dominguerus' es un animal de costumbres: incapaz de renunciar a sus rutinas cotidianas, intenta reproducir su hábitat natural en la playa, pretendiendo hacer lo mismo que hace en su madriguera pero de una forma mucho más incómoda: a cuarenta grados y en un paraje inhóspito, quiere estar fresco y a la sombra, escuchar la Vuelta Ciclista, comer tres platos, tomarse el asiático, dormir la siesta y echarse una partida al julepe sin mancharse de arena. De esta forma, el 'Dominguerus' necesita de tantos elementos para poder recrear su lugar habitual de residencia en la playa que tiene que salir de casa para un día con el mismo equipaje que si fuera a cruzar el Liang Shang Po o a invadir Polonia.

Migración

La preparación de la migración del 'Dominguerus' es compleja y metódica: el macho se levanta muy temprano para poner a punto el coche (que solo saca a la carretera esos días) y llenarlo con flotadores, pelotas, toldos, palas, mesas de camping, sillas plegables, sombrillas, neveras, toallas variadas (una de la Caja Postal, otra del Naranjito y dos de la Abeja Maya), mujer, abuelos, hijos, tíos y primos, todo metido a presión hasta tal punto que, tras llegar a la playa elegida y abrir el coche, se produce la misma perturbación en la Fuerza que cuando Mariah Carey se quita la faja.

Anidación

La anidación de los 'Dominguerus' es uno de los hechos más fascinantes de la naturaleza. El 'Dominguerus' llega a la playa y, tras mojarse el dedo índice, decide el lugar de asentamiento en función de la posición del sol y de la velocidad del viento, que ya os he dicho que pongáis esas sombrillas aquí, que el sol va pa'llá y el toldo hay que pillarlo por ese lado, que sople pa'donde sople el viento, si cagas en el agua el mojón va pa'dentro. Ayudado por los machos más jóvenes, construye unos nidos que son complejísimas obras de arquitectura efímera y de ingeniería civil: con sus manos como únicas herramientas, elabora un enrevesado entramado de sombrillas y toldos unidos entre sí con pinzas de la ropa y cogidos a su vez a unas cuerdas que, atadas a unas piedras, servirán de contrapeso. Esta construcción multifuncional (las varillas de las sombrillas lo mismo sirven para colgar una bota de vino que para tender las toallas mojadas o el vestido de la tata) se dividirá en diferentes estancias: la zona de estar, la de comedor, la de la abuela, la de los niños, la de la cocina y la de invitados (al respecto, véase el número 325 de 'Science', en el que un grupo de naturalistas escoceses recogió pruebas gráficas que demuestran que, en Los Urrutias, una colonia de 'Dominguerus' había conseguido construir una suite presidencial, con jacuzzi y acceso privado en ascensor. En el mismo número, dichos naturalistas hacen referencia a otra colonia que levantó un resort de cinco estrellas en La Lengua de la Vaca a base de sombrillas de Estrella de Levante y sábanas viejas de La Virgen de los Dolores, donde llegó a alojarse Falete con su madre, sus tíos, sus primos, sus compadres y los Cantores de Híspalis, pero no hay testimonio gráfico que recoja tal hecho).

Dieta

Mientras los machos de la colonia construyen el nido, las hembras se dedican a montar las mesas y a disponer sobre ellas toda una colección de fiambreras que haría palidecer al Museo del Tupperware. Preparadas para alimentar a los 300.000 soldados que se quedaron aislados en las playas de Dunkerque, la apertura de las fiambreras es más emocionante que un unboxing del Mercadona: filetes empanados, tortilla de patatas, mojete murciano, latas de aceitunas y mejillones, boquerones en vinagre y helado de turrón al corte, todo con sus respectivos aliños y guarniciones. Pero el manjar preferido de esta especie es, sin duda, la sandía dominguera: bajo la avezada vigilancia de la abuela, la sandía permanece sumergida en el mar hasta la hora del postre, donde se macera en una mezcla de agua salada y orines varios que le confieren un sabor tan extraordinario que inspirará a Jordi Roca para crear un nuevo helado, el 'Sorbete de Cucurbitácea Dominguera al Aroma del Meao Marmenorense'.

Usos y costumbres

El 'Homo Dominguerus' no suele bañarse: ataviado con una camisa de manga corta desabotonada hasta el pecho y con las canillas al aire, el macho permanece en la arena al borde de la hiperventilación, después de inflar a pulmón dos colchonetas de propaganda, cuatro flotadores y tres pelotas de playa. El 'Dominguerus', además, también tiene tendencia a sufrir esguinces cervicales, bien sea por dormir la siesta en una sillita plegable, bien sea por estar todo el rato observando a hembras jóvenes en toples, las mismas a las que las matronas de la colonia mirarán con gesto de desprecio, que esto es una playa familiar y está todo lleno de críos, que se piensa que está en El Portús la tía marrana.

Enemigos naturales

El enemigo por excelencia del 'Homo Dominguerus' es el 'Homo Autóctonus Propietaris'. Dueño de una casa en la playa, mira al 'Dominguerus' con una mezcla de conmiseración y recelo, ya que viene a invadir su territorio. Para evitar cruzarse con ellos, el 'Autóctonus Propietaris' jamás baja a bañarse los domingos, y ese día lo destina a comer en el Club Náutico, desde cuya terraza contempla las bandadas de 'Dominguerus' anidadas en su playa, esperando a que atardezca y a que el 'Dominguerus' comience la carga de bártulos y enseres (una operación tan ardua como desmantelar la central nuclear de Garoña), regresando así a su madriguera tras una inolvidable jornada junto al mar.

Obra citada

-McArra, Johnny and McAnudo, Ewan (2012). 'The amazing Homo Dominguerus and his unexplained structures in Los Urrutias'. 'Science' (325), 22-31.

-McArra, Johnny and McAnudo, Ewan (2012). 'We swore you we saw a resort in Cow's Tongue, but we ran out of the camera battery and we could not take photos'. (Os juramos que vimos un resort en La Lengua de la Vaca, pero se nos acabó la batería de la cámara y no pudimos hacer fotos). 'Science' (325), 32-35.

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