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José Antonio Pérez, en plena campaña militar sobre la mesa de su casa, en Santiago de La Ribera.
Asedio a la isla de Utopía

Asedio a la isla de Utopía

José Antonio Pérez, presidente del Riber C. F. y experto en juegos de guerra, prefiere la sombra del chiringuito a la playa. «No logro ganar Waterloo con Napoleón», se aflige

ALEXIA SALAS

Martes, 23 de agosto 2016, 11:58

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Por más que navegue por las azulinas aguas de la isla de Utopía, supo enseguida José Antonio Pérez que lo ideal tiene el fastidioso hábito de convertirse en perverso, cuando no en pegajosa idiotez, en cita frustrada o en ostra ponzoñosa. Lo ha aprendido por la vía empírica, después de «meterme en todos los 'fregaos' que he encontrado, y siempre de perdedor», corrobora el ex miembro de asociaciones de padres, de un partido político independiente, de la clase bancaria y hasta del Ejército español: «Soy un militar frustrado. Estuve dos años en la Academia de Zaragoza, pero no pude seguir por mi sordera, que es de niño».

  • Quién.

  • José Antonio Pérez Martínez.

  • Qué.

  • Experto en juegos de guerra.

  • Dónde.

  • Playa Colón (Santiago de la Ribera).

  • Valores.

  • Un kilómetro de playa asoma al Mar Menor entre el Club Náutico y el Club de Suboficiales del Ejército del Aire. Arena fina, sombrillas, servicios para discapacitados, pasarelas y aparcamientos para bicicletas la convierten en una de las playas urbanas más frecuentadas. Cuenta con los últimos balnearios de La Ribera y una fachada costera con elegantes villas de veraneo.

  • Pensamiento.

  • «Me he metido en todos los 'fregaos' y he salido perdedor».

A través de los juegos de guerra, una vieja afición que lo convierte en mariscal de campo desde el comedor de su casa, con adiestrados escuadrones bajo su mando, aprendió también la teoría de la perfidia humana, tan fascinante como la heroicidad de Blas de Lezo, su almirante favorito. El marino cojo, manco y tuerto «resistió con solo seis navíos el ataque de los ingleses con sus 194 buques en el asedio a Cartagena de Indias, cuya geografía es sorprendentemente parecida al Mar Menor», relata con afán de ajuste de cuentas. «Es que los ingleses han tergiversado la historia a su favor, por eso ahora muchos se hacen los tontos cuando se lo mencionas, pero el almirante Vernon ya se creía vencedor y mandó acuñar monedas con la figura de Blas de Lezo arrodillado a sus pies», se enciende el 'wargamer'. Como ya dejó claro Pérez-Reverte en su día, «Vernon no solo no tomó Cartagena de Indias, sino que se retiró de allí tras recibir las suyas y las del pulpo». Al recuperador de batallas le entusiasma el capítulo en el que los soldados españoles, bajo el asedio de 6.000 bombas y 18.000 balas de cañón, en medio de asaltos continuos a los fuertes en ruinas, dejan boquiabiertos a los británicos cuando paran en seco la lucha a las doce del mediodía para rezar el Ángelus, no se sabe si por devoción o por estrategia; el caso es que doblegaron a la Armada británica y, como dejó dicho el escritor cartagenero, «el amigo Vernon se metió las medallas acuñadas por el ojete».

«Los españoles hemos sido, somos y seremos más humanitarios que los ingleses. Es así», iza la bandera el devorador de volúmenes históricos, que ha reunido en las estanterías de su atalaya en Santiago de la Ribera un polvorín de historias en tinta y varias huestes militares de soldaditos de plomo que esperan en las vitrinas a que José Antonio dé la señal de ¡abran fuego! «He llegado a pasar seis días jugando, pero nunca he logrado ganar Waterloo con Napoleón», le duele al amante de la historia, que querría quedar por encima de la Union Jack por una vez aunque solo sea en un juego. «También estoy intentando ganar Trafalgar a los ingleses», desvela su desafío vital, no queriendo oír que el bronce de los cañones españoles reposa con forma de cuatro leones en Trafalgar Square.

Ya de tierno infante trazó su táctica contra los escolares norteamericanos de una base militar cercana en Alcoy. «Jugábamos a apedrearlos y mandábamos al más grande a subirle las faldas a las niñas», confiesa delitos ya prescritos. Como los buenos guerreros, el niño José Antonio se batió en innumerables plazas: «Como mi padre era militar, vivimos en varios destinos y yo asistí a 17 centros de enseñanza distintos», recuerda de una vida itinerante, al servicio de la patria, que tuvo su plaza definitiva a orillas del Mar Menor. José Antonio se bate ahora en campos de césped como presidente del Riber Club de Fútbol. «Cada año nos dicen que vamos a desaparecer, pero empezaremos ahora la quinta temporada», se anima en defensa del equipo local, cuyo presidente se solaza a la sombra del chiringuito de Francis, frente a la playa Colón, alternando lo mismo con la alcurnia 'underground' que con el alto linaje.

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