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El músico senegalés Cheikh Lô, a la percusión durante su concierto del lunes en Cartagena.
La hora del magisterio
LA MAR DE MÚSICAS

La hora del magisterio

El astro senegalés Cheikh Lô apeló a la protección de la naturaleza antes de ofrecer un concierto memorable

JAM ALBARRACÍN

Miércoles, 27 de julio 2016, 11:26

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Después de un inicio de festival brillante por el lado de los conciertos exquisitos, inopinados o vanguardistas, el lunes llegó la hora del magisterio a La Mar de Músicas. Lo hizo de manos de un Cheikh Lô quien, en su quinta visita e introducido por las precisas palabras de la periodista Lara López, recibió el premio de honor de un festival que ha impulsado su carrera y al que el propio Lô calificó como «el más grande de Europa». En su breve discurso introductorio, el senegalés apeló al panafricanismo, a la protección de la naturaleza y a la tolerancia, para concluir con un «¡Viva España, viva Senegal, viva la música!». Cuando dos horas más tarde finalizó su lección magistral, todos exclamamos: «¡Viva Cheikh Lô y la madre que lo parió!».

Este tipo de conciertos, con premio, homenaje y demás, suelen tener más valor por lo emocional que por lo estrictamente musical, por lo de ocasión especial que por lo que luego suele acontecer entre lágrimas escénicas. Pero esta vez fue la excepción: desde el minuto uno Cheikh Lô demostró con la apabullante naturalidad que solo ostentan los más grandes que lleva la música en la sangre y el ritmo en el ADN. Como por otra parte suele hacer todas las semanas, con esta misma banda -invitados al margen-, en su país. Músico por encima de todas las cosas. Y luego líder y estrella.

Cheikh Lô basó su concierto en el mbalax, el soukous y la tradicional cubana, a la sazón derivaciones y respuestas de una misma base común. Brillante en todas ellas, no es menos cierto que cuando se deja llevar por la primera todo adquiere una dimensión superlativa. En el principio fue el ritmo. ¡Y menudo ritmo! Creo que ha sido el concierto que he visto sentado -es lo que tienen los auditorios cubiertos- en el que más he movido las piernas. Mis vecinos de localidad debieron pensar que tenía parkinson. Es ahí, con una rítmica febril, y sin embargo más hipnótica y adictiva que obvia, donde Lô es el puto amo, con perdón. Lo lleva dentro y lo saca según le dicta el momento, arrebatos de inspiración perfectamente arropados por una banda en la que destaca el tremendo Samba Ndokh y su tambor parlante.

Cuando juega al soukous -la derivación africana de la rumba cubana-, el asunto sigue álgido, como ocurre también cuando la presencia caribeña es mayor con ese entrañable sonido añejo de las orquestas de hotel, todo un género en sí mismo en su día en el África occidental. Cheikh se ha visto en unas cuantas de estas, así que nadie enseñará al profesor. Es aquí donde el exbaterista de Fela Kuti, Tony Allen, y el sensacional saxofonista Pee Wee Ellis cumplen su labor al introducirse en la canción y no al contrario, como suele ocurrir cuando hay invitados de renombre. Andreas Unge, productor del último álbum de Lô, 'Balbalou', toca el bajo en la canción del mismo título, mientras que Flavia Coelho cantará a dúo en 'Degg Guiss' y Raúl Refree se marcará una estupenda -pero estupenda- versión a voz y guitarra con el astro de 'Gëmu Mako'. Al final, regreso triunfal al mbalax con 'Doxandeme', canción de su primera casete todavía no internacional. Y una sensación de privilegio pero también de agradecimiento. La que se debe a los maestros que, además, todavía lo son.

Lo de Anna Ternheim, en la previa del Parque de Artillería, dejó buenas sensaciones pero sin lograr ir más allá. Se presentó en formato cantautora, alternando guitarra y teclado y desde luego resulta innegable que la suya es una voz realmente bonita. Dulce, melódica, pop, muy pop, seguramente demasiado pop para sonar sin banda, de manera que al interpretar las canciones de un modo bastante fiel a los originales y sin los pluses de personalidad que se le deben exigir a un cantautor de talla, el asunto acabó deviniendo un tanto lineal. Bonito es.

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