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Luis Espartosa 'El Chupa', posa con sus cartas, en Los Narejos. A. Salas
La virtud de un farol

La virtud de un farol

PROPIOS Y EXTRAÑOS ·

Luis Espartosa 'El Chupa', jugador de póker y comerciante, vendió gusanos de seda, biblias y chicles. Número uno en el Campeonato de Levante, aconseja: «Nunca muestres tus cartas»

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Miércoles, 23 de agosto 2017, 22:06

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Con siete años, El Chupa ya manejaba la baraja como Maverick. «Les echaba polvos de talco para que corrieran», recuerda el veterano jugador, que en Las Vegas llamarían un 'alligator blood', un jugador duro que resiste bajo presión. La experiencia y un aplomo de hielo en el tapete le han valido una vida de buenas manos, para ser más precisos, 23 días de ganancias de cada 30: «Al que no le salgan así las cuentas que se vaya a coger limones», depura Luis su sector.

Aprendió a helar la mirada y encender faroles con calderilla, así que El Chupa es tajante con el azar: «No creo en la suerte. Es de perdedores. Todo se reduce a que ganan los buenos y pierden los malos», sabe quien se acaba de colocar en la cúspide del póker mediterráneo, de entre 163 jugadores, al ganar el Campeonato de Levante que organiza el grupo Orenes.

  • Quién Luis Espartosa 'El Chupa'.

  • Qué Jugador de póker.

  • Dónde Los Narejos.

  • Gustos El juego .

  • ADN Intuición y disciplina.

  • Pensamiento «La avaricia pierde a la gente».

Ya apuntaba alto el pequeño Luis, que en su pueblo madrileño de Pezuela de las Torres desplumaba al cura y al alcalde con apenas 17 años. No se olía una buena jugada del destino, así que le lanzó un órdago en toda regla: «Me fui a estudiar Oficialía Industrial a la Universidad Laboral de Gijón, y luego en Madrid terminé Maestría Industrial en Torno y Ajuste. Jamás trabajé de nada de eso. Estudié por miedo al arado, porque no había otro oficio». Desde que se jugó una colección entera de monedas de su padre («me cayó una buena», recuerda) a un juego callejero, tuvo claro su rumbo: los negocios y las partidas.

«No creo en la suerte. Es de perdedores. Todo se reduce a que ganan los buenos y pierden los malos»

Sus primeras ventas ya le dieron beneficios: «Mi abuela tenía una morera, así que yo vendía gusanos de seda a céntimo. Junté 35 pesetas y me las jugué de una vez a un juego de feria. La maldita rata no eligió la sota de oros», siente aún inquina por el roedor. Vendió después biblias a domicilio: «Mi récord fue en un puticlub. Le vendí una biblia a cada una. ¡Y a los empleados de un banco!», relata aún el Chupa de corrido su letanía de venta evangelizadora. Sus dotes comerciales le hicieron dar el salto a las grandes marcas. Fue el as de ventas en Chicles Cheiw antes de batir marcas en limpiametales Netol para coronarse después con las maquinillas Gillette.

No puede negar el Chupa que las tablas del tapete le dieron ases en la distancia corta con los clientes, aunque su salsa fue siempre una buena partida. «Me he pasado la vida buscando timbas de cartas. Recorrí toda España», cuenta quien llegó a informar en radio y prensa de los resultados de los campeonatos regionales.

Con más mesas de juego que Henry Gondorff -Paul Newman en 'El golpe'-, el Chupa ha aprendido, a puro sorbo de agua, que «no debes mostrar nunca tus cartas, ni cuando ya has perdido, no destapar nunca un farol y levantarte a tiempo». El 'business' que lleva dentro le dice que «te conviene conocer cuánto tiene el otro en el bolsillo, porque si tiene poco le puedes echar un farol. Si es él quien te lo echa no te mirará a los ojos». Así derrotó el Chupa a un hueso de contrincante en una final: «No daba muestras de nada. Aguantó hasta el fin, cuando de pronto le vi que encendía el cigarro del revés».

Sabe el jugador que el dinero, como advirtió Dumas, es el mejor siervo y el peor amo: «No le tengo apego. Igual que viene, sé que se va. Mis dos mayores golpes fueron cuando me compré un coche nada más salir de un casino de madrugada, y el pago de una letra que me tenía ahogado». Pero no le gustan al Chupa los pelotazos en el juego. «He sido un jugador de constancia. Soy un jornalero», por eso hace tiempo que se fijó sus topes para levantarse de la mesa y sus reglas de juego grabadas como las tablas de Moisés: «Beber solo agua, ser más constante que ambicioso y no subestimar a ningún jugador». Nunca jugó Luis a nada que no tuviera 'cash' sobre la mesa, pero aún le falta cumplir el sueño de su vida: que en Las Vegas conozcan al Chupa.

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