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Joaquín Ferrando 'Kini', en la playa del Lastre, en Portmán. Antonio Gil / AGM
«Decía: '¡Si a mí me gustan las mujeres!'»

«Decía: '¡Si a mí me gustan las mujeres!'»

ESTÍO A LA MURCIANA ·

Joaquín Ferrando. Sacerdote y músico

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Miércoles, 30 de agosto 2017

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Guarda casi cien canciones -todas las ha compuesto él- en un cajón de casa. Todavía no ha logrado reunir el valor suficiente para darlas a conocer: «Soy celoso de mi intimidad», confiesa Joaquín Ferrando (Cartagena, 1964), 'Kini' para amigos y allegados. Párroco de la iglesia Sagrado Corazón de Jesús en la ciudad portuaria, músico -a pesar de su timidez emocional ha publicado dos discos, 'Heridas' y 'En un portal'- y autor del libro 'Diálogos con mi dueño' (Letrame, 2017), fue una canción, 'Alguien me llama', de Cesareo Gabarain, la que le empujó a entregarse a la vida religiosa. «De joven quería casarme y tener hijos. Decía: '¡Si a mí me gustan las mujeres!'», sonríe.

-¿Qué tuvo siempre claro?

-Que quería ayudar a los demás y estar en la vida tendiendo manos. Siempre fui un poco mayor para mi edad y ya desde niño me hacía muchas preguntas. Aunque lo de ser cura no lo tenía tan claro.

«Ser sacerdote comporta una renuncia pero soy muy feliz». «Que en un mundo en el que hay recursos para todos haya gente sin acceso al agua es un disparate»

-¿Cuándo llegó su vocación?

-Justo antes de comenzar mis estudios universitarios. De pequeño me decían que tenía madera de cura, pero a mí me molestaba. Yo era muy romántico, muy enamoradizo; con 14 años me declaré por primera vez a una chica y estuvimos saliendo. Me resistí bastante al principio.

-¿Por qué?

-Quería casarme y soñaba con tener hijos. Pensaba incluso que podía ser un buen padre. A mí me gustaban las mujeres [ríe]. Le pedí consejo a un cura amigo mío, Juan Pedro, con quien tenía mucha confianza. Él me tranquilizó. Me dijo: 'Si es vocación, Dios insistirá'. Ser sacerdote comporta una renuncia, pero por encima de las noches amargas, que todos las tenemos, soy muy feliz.

-¿La fe mueve montañas?

-Sí. Puede hacer que pasemos de la total oscuridad a una luz brillante, de la desesperanza a la esperanza, de vivir en torno a nuestro ombligo a que lo importante sea el otro. La fe puede llenar la vida de color y darnos muchos motivos para que nuestro paso por ella deje huella. A mí no me da miedo la muerte. Sé que esto es una antesala y que después voy a otro sitio, pero sí me da pánico morirme con la vida dentro. Tengo que gastarla.

-¿En qué?

-No termino de entender a aquellos que dicen eso de 'me aburro', y más con las posibilidades que tenemos hoy. Yo todavía no he saboreado el aburrimiento. Mi vida, en general, no es ociosa, y cuando lo es, me dedico a descansar, a leer, a escuchar música, pero, sobre todo, a prestar servicio a los demás, a intentar ser unos grandes oídos. Hoy hace falta gente que escuche, y que mire a los ojos del otro sin atender a ideologías, partidos políticos o religiones. Me gasto en eso. Si escribo un libro o publico discos es para dar buenas noticias en medio de un mundo que, continuamente, recibe malas noticias, y para anunciar que es posible el amor y la paz. Lo que yo ofrezco es el agua del Evangelio, que es un agua riquísima. Es cierto que se ofrece a través de un caño envejecido, con muchos siglos, roto y sucio, que es la Iglesia, pero su agua es fantástica, y eso es lo importante.

-¿Qué ha cambiado desde la llegada del Papa Francisco?

-Hace tiempo que necesitábamos que la Iglesia se centrara en el agua, y dejara de mirarse el ombligo. El Papa Francisco lo que está haciendo es inyectarnos a todos una grandísima dosis de ánimo y esperanza. El próximo mes de septiembre celebro mis bodas de plata como sacerdote y lo hago con muchas ganas de seguir siendo cura, gracias, en parte, al Papa Francisco. Nos está pegando a todos un guantazo impresionante en el buen sentido de la expresión. Nos está diciendo que tenemos que abrazar a los pobres y hacer la revolución de la ternura porque nuestras manos no pueden estar al servicio de la agresión. Estoy convencido y, después de los atentados de Barcelona mucho más, que el día en que las religiones nos sentemos a buscar lo que nos une más allá de lo que nos separa, ese día el mundo será distinto.

-¿Qué hacemos mal?

-Creo firmemente que el capitalismo ha llegado a su techo. Con esto no quiero decir que no haya tenido sus bondades, porque el mercado ha generado aspectos muy positivos, pero el capitalismo salvaje está rozando unas cotas de injusticia que reclaman que nos abramos a otro paradigma económico. Se están abriendo grietas muy grandes entre ricos y pobres porque hemos puesto el capital por encima del ser humano, y ese es el problema. Una de las cosas que tienen que cambiar es nuestra forma de entender las relaciones económicas. Tenemos que ir abriéndonos con creatividad a otros parámetros donde la clave no sea la posesión sino dar. Aquí, en la parroquia, nos estamos planteando crear una economía de comunión, en la que los beneficios estén destinados también a paliar el hambre.

-¿Qué ha aprendido con el tiempo?

-A cabrearme menos, a relativizar y a darme cuenta de que no merece la pena sufrir por cosas banales. Soy un poco visceral y muy guerrero. Me exijo mucho a mí mismo y también les exijo a mi familia, a mis amigos, a mi Iglesia y a los feligreses. Poco a poco he ido entendiendo que hay ritmos, y soy más comprensible, y también más misericordioso. Es difícil besar el lado más oscuro del otro ser humano, y yo estoy en ello.

-¿Cómo se interesó por el rap?

-[Risas] Soy una persona abierta a todo tipo de músicas. Desde bien pequeño comencé a poner una guitarra entre mis manos y durante años ha sido mi gran compañera de viaje en los encuentros con jóvenes 'scouts', a los que me uní siendo un niño. Recuerdo cantar 'Al alba', de Aute; por Serrat, por Silvio Rodríguez, por Ana Belén... El rap no me termina de atrapar, me pasa igual con el jazz, pero me he dado cuenta de que conecta muy bien con el mundo joven, por eso quise que en uno de mis discos apareciera una canción de este estilo. Me costó mucho componerla, y de hecho, supe que no iba a poder cantarla, así que busqué a alguien que lo hiciera por mí.

Abrazo íntimo

-¿Para qué le gustaría tener más tiempo?

-Para estar con la gente. Me faltan horas al día para atender a más personas, para la entrega. Aprovecho las noches para escribir o componer.

-¿Qué escribe ahora?

-La experiencia que he vivido, recientemente, en el monasterio de [Santo Domingo de] Silos [en Burgos]. Estuve una semana, en semiclausura. Me fui allí porque necesitaba hacer un parón y sacar el mapa de mi vida; coger la brújula y reorientarme. Necesitaba un abrazo más íntimo con el Señor y pensé que la oración y el silencio me iban a pacificar, pero me encontré con muchos ruidos y con una nube que se había colocado entre Dios y yo. Al final, logré sentir su presencia en un fraile encorvado y con bastón que estaba muy cerca de mí. El título del libro probablemente será 'Dios está encorvado' o 'Dios lleva bastón' [ríe].

-¿Quién es 'Raki'?

-'Raki' ha sido mi compañera durante 15 años. Mi primer destino como sacerdote fue la huerta de Murcia, en El Raal. Nunca había vivido antes en una planta baja en la que nada más abrir la puerta te encontrabas en el campo. Y allí todos los vecinos tenían gallinas, conejos y un perro, así que, al poco de llegar, me regalaron uno, en este caso una perra preciosa. Con ella establecí unos vínculos muy curiosos, y cuando murió experimenté sentimientos que no conocía. Empecé a plasmarlos en un libro, y a plantearme, salvando las distancias, el sufrimiento de tantas madres ante la pérdida de un hijo. 'En diálogos con mi dueño' quise canalizar las grandes preguntas de la filosofía: de dónde venimos, a dónde vamos, qué sentido tiene el dolor o por qué nos hacemos daño.

-¿La vida es demasiado corta?

-No, porque continúa.

-¿Qué ha aceptado con resignación?

-La ruptura de relaciones muy cercanas, que me gustaría recuperar pero por la otra parte hay un bloqueo muy gordo. Posiblemente no haya sabido ejercer el perdón adecuado en momentos concretos o simplemente hay circunstancias que son así.

-¿Qué le ha sorprendido de sí mismo?

-La capacidad de superar mis propias expectativas. Me sorprendo con mucha frecuencia de ello y me siento bien.

-¿Qué le emociona?

-Muchas cosas. Por ejemplo, los gestos solidarios, una buena banda sonora, una música de esas que llegan al estómago; la sensibilidad de los amigos cuando saben que estás en un mal momento y te dan un abrazo especial. Me emocionan los gestos que crean empatía, la cultura, un bonito cuadro, un concierto espectacular, una película...

-¿Le gusta el cine?

-Sí, sobre todo aquellas cintas que promueven valores espirituales.

-¿Alguna que le marcara?

-Sí, 'La misión' [de Roland Joffé, 1986]. Su banda sonora, de Ennio Morricone, fue la música que sonó a la entrada de mi ordenación sacerdotal y volverá a sonar el día 9 en mis bodas de plata.

-¿Qué es una injusticia?

-Que en un mundo donde hay recursos naturales para todos, haya gente que no tenga acceso al agua, a la comida. Eso es un disparate mayúsculo porque no es un problema de falta de recursos, sino de falta de organización. Es una injusticia flagrante que tengamos este movimiento de desplazados y que se les estén cerrando las puertas. No salen de sus países porque les apetezca cambiar, lo hacen obligados. En España teníamos que haber acogido a no sé cuántos miles, y los que han llegado lo han hecho a cuentagotas.

-¿Qué tiene pendiente?

-Cuidar más a mis padres, que están mayores, hacerle más caso a mis sobrinos, aunque sea llamándolos por teléfono, no ser tan despistado, mejorar en los detalles, en los propósitos, superarme en mi forma de amar, no ser tan impaciente, porque lo soy mucho, terminar este libro... [ríe] y, posiblemente, ¡dar a conocer las casi cien canciones que tengo!

-¿Cien?

-Las he ido compuesto a lo largo de muchos años.

-¿Buen cocinero?

-¡Sí! Hago, además, lo que se me pida lo hago, desde un potaje a un cocido o un guiso de cuchara. No cocino todos los días, pero me gusta. Para lo que soy un desastre es para utilizar los trastos. Me cuesta fregar y cocinar a la vez.

-¿Y buen deportista?

-No. Es de las cosas que cuido poco.

  • 1 -¿Un sitio para tomar una cerveza? En la cafetería Hípica, en Cartagena.

  • 2 -¿Un concierto inolvidable? Juan Luis Guerra, en la plaza de toros de Murcia, en 2015.

  • 3 -Un libro para el verano 'La catedral del mar', de Ildefonso Falcones.

  • 4 -¿Qué consejo daría? 'No te guardes para ti lo mejor, ponlo al servicio de la vida'.

  • 5 -¿Cuál es su copa preferida? Gin-tónic.

  • 6 -¿Le gustaría ser invisible? No.

  • 7 -¿Un héroe o heroína de ficción? Astérix.

  • 8 -Un epitafio 'No quiso consumir la vida, sino consumarla'.

  • 9 -¿Qué le gustaría ser de mayor? Un buen cura.

  • 10 -¿Tiene enemigos? Sí.

  • 11 -¿Lo que más detesta? Las relaciones tóxicas, los caballos de Atila, que por donde pasan no crece la hierba.

  • 12 -¿Un baño ideal? En la playa del Lastre, en Portmán.

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