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José Daniel Espejo, en Murcia con sus dos hijos.

«Me enfrenté a quedarme solo con mis hijos renunciando a ser un padre perfecto»

poeta

Antonio Arco

Martes, 9 de agosto 2016, 23:48

Así comienza uno de los poemas de 'Mal' (editorial Balduque), el poemario que José Daniel Espejo (Orihuela, 1975) le dedicó a la que fue su compañera y madre de sus dos hijos, Charo Gómez: «Llevas dos semanas de quimio en el cuerpo / y tu pelo empieza a rendirse a los venenos. / Decides raparte. Al uno y medio, / y aguantar así un poco más, porque es verano, / y dan calor los pañuelos. De modo que saco / la máquina / y la pongo en marcha: caen los mechones / castaños al suelo como hojas, / no hablamos de nada hasta que ataco / la zona de la nuca, de detrás de las orejas, / donde tienes las cosquillas, y es tan raro / oírte reír, a carcajadas, decirme espera, / no puedo más, de las cosquillas...». Poeta y militante de IU, en las elecciones de junio fue candidato de Unidad Popular al Senado.

  • 1

  • -¿Un sitio para tomar una cerveza?

  • -Los pájaros. En La Arboleja.

  • 2

  • -¿Qué música le suena en el teléfono móvil?

  • -Ninguna.

  • 3

  • -Un libro para el verano.

  • -'Zurita', de Raúl Zurita.

  • 4

  • -¿Qué consejo daría?

  • -Díselo.

  • 5

  • -¿Facebook o Twitter?

  • -Facebook.

  • 6

  • -¿Le gustaría ser invisible?

  • -Para nada.

  • 7

  • -¿Un héroe o heroína de ficción?

  • -John Doe.

  • 8

  • -Un epitafio.

  • -«Dispersándome».

  • 9

  • -¿Qué le gustaría ser de mayor?

  • -Más cosas.

  • 10

  • -¿Tiene enemigos?

  • -Claro que sí.

  • 11

  • -¿Lo que más detesta?

  • -El egoísmo.

  • 12

  • -¿Lo peor del verano?

  • -La dispersión de los amigos.

-¿Qué comprobó escribiendo poemas sobre la enfermedad y la muerte de su compañera?

-Que no está tan claro ese punto terapéutico beneficioso que se le atribuye al hecho de escribir un poema. Yo quise contar cosas que sentía, compartirlas, pero no pretendía liberarme de ninguna carga interior ni nada de eso. ¡Ojalá escribiendo un poema te pudieses librar del dolor!

-¿Cómo vivió aquella despedida?

-Charo estuvo dos años enferma, con un proceso cancerígeno durante el cual todo lo que era susceptible de salir mal, iba saliendo mal sucesivamente. Cuando se aproximaba el final, me decía: «Nada puede ser ya peor que esto, no puede ser peor el que ella no esté que estar viéndola sufrir así». Verla sufrir de ese modo me estaba llevando al límite. Cuando se fue, comprobé que no era verdad, que sí que había algo peor que verla sufrir: todavía era peor verte sin ella. Charo se murió en primavera, y llegó un momento en el que vi como dos caminos delante de mí: uno muy negro, que es el que me pedía el cuerpo tomar; y otro en el que estaban mis hijos, mis amigos y el resto de la vida. Todo era para mí muy extraño, sentía y pensaba cosas que no había ni imaginado. Tomé el camino luminoso, el camino en el que estaban los críos. Creo que ellos funcionaron un poco de piloto automático emocional. Si mis hijos no hubiesen estado, seguramente hubiese cogido la otra opción.

-¿Llega un momento en el que empieza a ser recomendable alejarse de los recuerdos?

-Digamos que coger el camino luminoso conlleva también, de algún modo, ir pasando páginas, conocer a otras personas e ir teniendo otras relaciones. Y no creo que esto implique falta de respeto o de amor. De hecho, Charo y yo hablamos de todo esto; ella quería que yo cogiese el camino luminoso cuando ella ya no estuviese y que... me volviese a enamorar, por supuesto. En su momento, estas conversaciones eran absolutamente surrealistas aunque también, qué curioso, nos reíamos mucho.

-¿Qué relación mantenían?

-Tampoco nuestra relación era una novela de las hermanas Brontë; no era una relación perfecta. La nuestra era una historia de amor y de pareja normal y corriente, pero resulta que era la que yo tenía y la que yo quería tener.

-¿Qué le enseñó ella?

-Jamás pensé que fuese posible enfrentarse, como ella lo hizo, a un enfermedad tan dolorosa en todos los sentidos. No sabía que fuese posible llevarla bien, despedirte de la vida y de la gente como se debe, dejar todos los asuntos arreglados y ser uno mismo, sin traicionarse en ningún momento, hasta el final. Todo el mundo que rodeaba a Charo en aquel trance recibió una lección irrepetible.

-¿Cómo se enfrentó al hecho de quedarse solo con sus dos hijos pequeños?

-Renunciando a la perfección, a esa idea del padre maravilloso total. Y, una vez que renuncias a eso, te das cuenta de que los niños no esperan en absoluto que tú seas perfecto o que estés siempre de buen humor o que los eduques a la perfección.

-¿Cómo son sus hijos? [Miguel tiene 9 años, y Martín tiene 8.]

-Creo que Miguel se parece mucho a su madre; tiene unas habilidades sociales estratosféricas, es muy hablador, muy cariñoso y conecta muy fácilmente con los demás. Miguel adora a la gente, se enriquece con el contacto humano. Su hermano pequeño, Martín, que tiene autismo, es un gran pícaro, un tío muy curioso, un personaje muy marciano pero, al mismo tiempo, muy gracioso y muy divertido. Martín te llena la vida de poesía. Lo estás llevando al colegio a toda marcha porque llegamos tarde y, de repente, se escapa de tu mano y se va corriendo a buscar algo que se le ha olvidado...; y aparece con las gafas y el tubo de bucear.

Charcos

-¿Se pregunta «por qué a mí»?

-En algún momento es inevitable decirse 'esto ya está pasando de castaño oscuro', sí. Pero... ¿a dónde te lleva ese pensamiento? Desde luego, al camino más luminoso yo creo que no; no puedes vivir como si te hubiesen encerrado en una habitación oscura y tú mismo te hubieses tragado la llave que te permitiría poder salir. Somos humanos y tenemos que pasar por charcos, pero también somos humanos y sabemos salir de ellos.

-Su hijo Miguel parece haberse convertido en su mejor cómplice.

-Sé que mucha gente piensa que su vida no se debería ver afectada por el problema de su hermano, ni por lo que le pasó a su madre...; pero la realidad es que su vida se ve afectada continuamente por el problema de su hermano y por la ausencia de su madre. Él vive con eso, no vive en un universo paralelo. Yo no he interpuesto una burbuja entre los dos hermanos. Miguel se enriquece de la experiencia de crecer con un hermano autista. Eso tiene unas ventajas, aunque obviamente también sus inconvenientes. Por ejemplo, hay cosas que no podemos hacer los tres juntos. Pero se enriquece porque es un cuidador nato, y tiene ya un bagaje vital que yo creo que le puede servir en su vida. De hecho, tiene ya unas capacidades que yo creo que los niños de su edad no tienen.

-¿Cómo se lleva usted con la paciencia?

-Siempre he tenido mucha pachorra... Lo de ser paciente me viene un poco de fábrica, aunque me permito perder la paciencia de vez en cuando, incluso bastantes veces. Si tengo que cabrearme, lo hago.

-¿Cuáles son sus grandes apoyos?

-Tengo una novia maravillosa, muy buenos amigos y 1.500 libros; y mis dos críos también son un gran apoyo.

-¿Teme al futuro?

-Aprendo a no visualizar ese futuro a largo plazo. No solo yo, creo que todos los que cuidamos a personas dependientes hacemos bien en quedarnos en el corto y el medio plazo y en no pensar más allá.

-¿Qué le gusta?

-Implicarme con la gente a la hora de intentar resolver problemas, mejorar las cosas. Tiene que ser así. Me importa lo que le pasa a la gente.

-¿Perdió mucha fe en sus semejantes?

-Conservo la justa. A veces, y eso me hace gracia, siento que se me percibe como una especie de padre franciscano que ama a todo el mundo. Tampoco es eso, aunque defiendo que el hombre no es un lobo para el hombre. Creo que vivimos en una sociedad compleja en la que lo más conveniente es que nos cuidemos entre todos, que sumemos esfuerzos, que nos importe la justicia.

-¿Cómo se divierte?

-Escribiendo. Procuro seguir haciéndolo como si se tratase de un juego. Tengo poemas que imprimo en adhesivos y los voy pegando por la farolas, por ejemplo.

-¿«Gracias a la vida»?

-Sin duda. Creo que a lo largo de mi vida he tenido mucha suerte con muchas cosas, soy un afortunado en muchos sentidos. En Murcia, por ejemplo, la mayoría de familias monoparentales rozan el umbral de la pobreza. Yo tengo mejor suerte que muchas otras personas que están en mis mismas circunstancias.

-¿Se ha dado ya por vencido para algo?

-¡Para nada, solo tengo 40 años! No soy de los que han vivido o viven obsesionados con la juventud; de hecho, la mayoría de poetas que me interesan han escrito sus mejores obras a partir de los 50 años. Yo me encuentro genial.

José Daniel Espejo eligió para cerrar su poemario 'Mal' el titulado 'Junio indefinido': «Buscar algún lugar al que volver, / alguna madriguera bajo el manto de nieve,/ cobijo de tormentas, la casa de tu infancia, / la cama de tus padres, el baño caliente. / Buscar invernadero, neurofármacos, / criogenización, traje espacial, / hacer viajes astrales y quedarte allí unos meses, / poner discos en bucle, atarte al sofá. / Y todo en primavera, bajo el sol / y el cielo tan azul, salpicado de pájaros».

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