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El profesor José Carrión, en el jardín de su casa de Murcia.
«Encontré el gran amor de mi vida»

«Encontré el gran amor de mi vida»

«Aprendí a sugestionarme para que el dolor crónico no existiera y, de hecho, dejó de existir», confiesa José Carrión, catedrático de Botánica de la UMU y divulgador científico

Antonio Arco

Lunes, 8 de agosto 2016, 08:40

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José Carrión (Jumilla, 1962) tiene por bandera su propio mandamiento nuevo: 'Vive jugándotela'. Apasionado, disfruta de la existencia sin atenerse a convencionalismos, y lo mismo observa con curiosidad de niño la belleza sin tregua que el absurdo irritante. Sabe que un día nos sorprenderá la muerte a su modo y aquí o allá: en un lejanísimo desierto, en el Callejón del Gato o durmiendo sobre un saco de manzanas, con permiso de Raymond Carver.

  • 1

  • -¿Un sitio para tomar una cerveza?

  • -No bebo cerveza.

  • 2

  • -¿Qué música le suena en el teléfono móvil?

  • -Ninguna.

  • 3

  • -Un libro para el verano.

  • -'Poesía esencial', de René Char. Editorial Galaxia Gutenberg.

  • 4

  • -¿Qué consejo daría?

  • -Ninguno.

  • 5

  • -¿Facebook o Twitter?

  • -Facebook.

  • 6

  • -¿Le gustaría ser invisible?

  • -No, mejor no.

  • 7

  • -¿Un héroe o heroína de ficción?

  • -No me interesan.

  • 8

  • -Un epitafio.

  • -«No lo intentes».

  • 9

  • -¿Qué le gustaría ser de mayor?

  • -Un buen tipo.

  • 10

  • -¿Tiene enemigos?

  • -Me temo que sí.

  • 11

  • -¿Lo que más detesta?

  • -La envidia.

  • 12

  • -¿Lo peor del verano?

  • -Pasar de los 40 grados.

-¿Qué ha encontrado?

-Lo mejor que podía encontrar: el gran amor de mi vida; una mujer madura y muy hermosa de la que estoy muy enamorado. Me he divorciado dos veces. Con mi primera mujer, con la que tuve a mi hija, estuve seis años, y doce años con la segunda. Después de mi medio siglo de vida en el planeta, creo en el amor más que nunca.

-¿Qué no le ha pasado?

-Nunca he dejado de sentirme un niño. De hecho, creo que todos los científicos somos fruto de la prolongación de nuestra niñez en la fase adulta.

-¿En qué sentido?

-Hablo de la importancia y de las ventajas de la curiosidad, fundamentalmente, pero también del gusto por el juego y de la fluidez mental del niño. [El poeta] Luis Rosales decía que el niño no sabe que vive mientras juega. Yo me he llegado a pasar cinco horas mirando por un microscopio sin darme cuenta de que estaba teniendo un cólico biliar; estaba tan concentrado que no sentía el dolor.

-¿Cómo era usted de niño?

-Crecí en una familia con una madre que creía en Dios e iba a misa, y con un padre republicano que estuvo en un campo de concentración y que perdió a toda su familia en la guerra. Yo no iba a misa y me negaba a cantar el 'Cara al sol' en el colegio, aunque me castigasen. Era un niño muy rebelde, bastante gamberro y peleón; al principio, muy introvertido. Crecí en un barrio pobre y en mi colegio había muchos niños con problemas; aprendí la ley de la calle a muy temprana edad -o sea: deja claro que no eres un cobarde y que estás dispuesto a llegar a la patada en los huevos-, y a pelear físicamente. En mi casa era un niño muy bueno, pero en la calle tenía que sobrevivir.

-¿Qué le debe a su madre?

-Lo que yo más quiero es llegar a ser una buena persona, y eso se lo debo a ella, que era la bondad hecha mujer. Para mí, la mejor gente que he conocido y la más valiosa es la que se entrega a los demás sin pedir nada a cambio.

-¿Echa de menos a sus padres?

-No soy religioso, pero sí espiritual. En mi mente los tengo muy presentes continuamente, y les hablo a veces.

Dar la cara

-¿Qué tiene por costumbre?

-Intentar cambiar aquello que no me complace. Lo cómodo es protestar y cruzarse de brazos, pero yo en ese sentido no soy nada cómodo. Yo doy la cara.

-¿De qué gente procura alejarse?

-De la gente que no te mira a los ojos, ni te dice las cosas a la cara. De las personas cobardes. A la gente que sé que me puede hacer daño procuro mantenerla a distancia, porque yo soy un tío muy sensible, aunque conozco bien los brotes de cólera.

-¿Con qué no traga?

-No soporto que no se haga justicia, ni que se le haga daño a la gente. Ya le digo que me suelo enfrentar a esas situaciones; lo cierto es que eso me ha costado enfermedades y disgustos.

-¿Qué es lo que menos le gusta de usted?

-La debilidad de mi organismo frente al estrés emocional, mi aparato digestivo es mi punto débil. Tengo una enfermedad de Crohn, una enfermedad autoinmune del intestino que me ha ocasionado problemas muy serios. Pero lo llevo bastante bien porque evito los hospitales y a los médicos. Si hubiera caído en lo que es el protocolo habitual de la medicina para enfrentarse al Crohn, a lo mejor estaría ya enterrado; esa es mi opinión.

-¿Cómo se cuida?

-Fermento vegetales en casa y sigo una dieta libre de gluten y de lácteos, por ejemplo. He logrado tener muchas menos crisis que otros muchos enfermos de Crohn y me recupero antes. Todavía no sé lo que es ir a un hospital a que te metan corticoides.

-¿Qué infusiones consume?

-Ahora mismo estoy tomando infusión de regaliz, porque he tenido diarreas estos días y el regaliz reconstruye las mucosas de todo el cuerpo.

-¿Qué recomienda para tener buena salud?

-La población sufre, en general, un enorme estrés alimentario consecuencia de que la comida que se consume está muy contaminada. La flora intestinal se ve muy agredida porque se altera lo que se llama el microbioma, el contingente de bacterias vivas que tenemos dentro. Viven millones de bacterias en el interior de nuestro cuerpo; en realidad, somos más colonias de bacterias que tejidos celulares. Creo que el gran descubrimiento de mi tratamiento digestivo ha sido aprender a fermentar en casa las verduras, que es muy fácil. Una persona que tiene un intestino sano no va a tener jamás ni depresiones, ni ansiedad. Hay una conexión muy importante entre el intestino y el cerebro.

-¿Comparte la teoría de que la ingesta de carne incrementa nuestra agresividad?

-Somos omnívoros, eso de que comer carne te hace más agresivo es una chorrada, no tiene ninguna base científica. Desde luego, los biólogos evolutivos siempre comemos carne.

-¿Qué aconseja suprimir de nuestra alimentación?

-Si de mí dependiera, eliminaría el gluten de la dieta de todos los mortales. Hay muchas enfermedades que mejoran cuando los enfermos suprimen el gluten de su dieta; por ejemplo, la artritis reumatoide. Las crisis de ansiedad y las depresiones, a las que me refería antes, también mejoran cuando eliminas el gluten. La gente que ha dejado de tomarlo ha podido comprobar cómo su salud mejoraba: se pierde peso y se despeja la mente.

-¿Qué toma todos los días?

-Zumo de jengibre que yo me preparo en casa.

-¿Qué es un placer?

-El sexo no debe faltar en la lista de grandes placeres.

-¿Monógamo?

-Episódico y muy tierno.

-¿Qué intenta cada día?

-Lo primero, no joder al prójimo. Huyo de hacer daño.

-¿Qué le hace especial ilusión?

-Pronto publicaré mi primer libro de poemas. La poesía ha sido para mí, en algunas ocasiones, una forma de salir dignamente de algunas noches oscuras muy complicadas.

-¿Por qué complicadas?

-No he tenido una vida convencional, siempre me he arriesgado mucho física y psíquicamente. Para mí vivir es eso: probar, equivocarse, apasionarse, caerte y levantarte de nuevo. No concibo vivir sin intensidad. De hecho, voy a vivir intensamente hasta que la palme. Lo que está claro es que si eres muy atrevido, a veces te estrellas.

-¿Qué le deslumbra?

-Miles de detalles de la naturaleza y cómo funcionan las chapuzas en todo ese proceso que llamamos evolución. La evolución es fruto de una chapuza continua; fruto de ir haciendo constantes juegos de ensayo y error sobre constantes diseños previos; finalmente, lo que funciona prospera y se termina reproduciendo.

Desiertos

-¿Qué lugares le fascinan?

-Los desiertos, me da igual que de arena o de piedras. Me encanta, por ejemplo, el del Kalahari [atraviesa Botsuana, Namibia y Sudáfrica]. Llegué allí buscando excrementos fósiles de un roedor en los que poder encontrar polen de hace muchos millones de años.

-¿A qué tuvo que aprender?

-A controlar, mediante autosugestión, el dolor crónico. Lo padecí durante tres años tras un accidente que pudo costarme la vida. Aprendí a autosugestionarme para que el dolor no existiera y, de hecho, dejó de existir.

-¿En qué cree?

-Creo en la prensa escrita y en su capacidad para corregir los sesgos del capitalismo neoliberal y de la cultura que depreda los recursos naturales. Defiendo firmemente la labor del periodismo de investigación y del periodismo cultural.

-¿Qué puede intuir?

-Que yo sería muy feliz viviendo en Londres.

-¿Una suerte qué ha sido?

-Reconozco que haber dejado de ser un hipocondríaco ha sido una liberación que agradezco.

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