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Vega Cerezo, fotografiada ayer en Murcia.
«Mi vientre ha sido cueva de bellísimos animales»

«Mi vientre ha sido cueva de bellísimos animales»

Vega Cerezo, poeta: «No puedo vivir con dolor, no sé vivir en guerra»

Antonio Arco

Viernes, 28 de agosto 2015, 10:55

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Dice Vega Cerezo (Murcia, 1970), poeta: «Mi vientre ha sido cueva de bellísimos animales». Habla de sus dos hijos, Rocío e Iván. Iría a buscarlos más allá del último abismo marino, más allá del fondo de la tierra, incluso más allá de la muerte.

  • Doce tragos

  • 1 -

  • ¿Un sitio para tomar una cerveza?

  • -La Taberna Hergueta. Madrid.

  • 2

  • -¿Qué música le suena en el teléfono móvil?

  • -Una canción de Melanie Safka.

  • 3

  • -Un libro para el verano.

  • -'De animales a dioses', de Yuval Noah Harari.

  • 4

  • -¿Qué consejo daría?

  • -Vive el momento.

  • 5

  • -¿Facebook o Twitter?

  • -Facebook.

  • 6

  • -¿Le gustaría ser invisible?

  • -No.

  • 7

  • -¿Un héroe o heroína de ficción?

  • -Madame Bovary.

  • 8

  • -Un epitafio.

  • -[Será incinerada.]

  • 9

  • -¿Qué le gustaría ser de mayor?

  • -Yo.

  • 10

  • -¿Tiene enemigos?

  • -Supongo.

  • 11

  • -¿Lo que más detesta?

  • -La desigualdad.

  • 12

  • -¿Lo peor del verano?

  • -El calor por las noches.

-¿Qué hizo?

-Un pacto, en forma de poema, con mi hija Rocío.

-¿Para qué?

-Para comprometernos a no olvidarnos nunca la una de la otra, ni en esta vida, ni en ningún otro lugar que pueda existir no sabemos dónde.

-¿A qué se han comprometido?

-Ensayaremos un gesto. Uno leve y sencillo que nos una más allá de espacio y tiempo. Algo fácil de recordar. Algo nuestro: suyo y mío. Volveremos; porque el mundo funciona así y una extraña energía nos pone y quita a su antojo. Albergo la esperanza -por encima de vida y muerte-, de poder descubrirnos siempre.

-¿Cómo será posible?

-En cualquier instante y lugar algo suyo agitará mi alma o algo mío removerá su calma; y aunque no recordemos esto que ahora tenemos, desearemos -irracionalmente- tener algo juntas de nuevo.

-¿Cómo se siente?

-Creo que he llegado a un meridiano. Estoy a punto de cumplir 45 años, y pararía el tiempo ahora mismo, lo pararía para mí, para mis hijos y para Juan, porque por primera vez soy consciente de que el tiempo pasa. Hasta ahora sí que me había sentido más acompañada por la energía física, que para mí es vital. Soy muy vitalista, pero cada vez más, por ejemplo, el calor me agota; el tiempo pasa y nos va devorando. Sí, lo pararía ahora mismo: que Rocío se quedase con sus 19 años, empezando la carrera; que Iván se quedase con sus 12 años y empezando a ser, como dice él, un preadolescente. Y que Juan, que es mi marido, y yo nos quedásemos como ahora, cuando todavía tenemos energías y podemos hacer viajes y alguna 'locura'.

-¿Qué intenta?

-Como soy una obsesa de la limpieza y del orden, intento no castigar con mi obsesión a quienes están a mi alrededor. Procuro no machacarlos, así es que yo ordeno las cosas, ellos las desordenan, y no pasa nada. No puedo desayunar si la casa está desordenada; primero la ordeno, luego desayuno, y después ya baja toda la marabunta y vuelve a estar todo desordenado en unos momentos. Pero yo, tranquilidad.

-¿Qué ha conseguido?

-¡Llevo una semana sin fumar! Ya me estaba notando jodida, me afectaba para todo; también para hacer deporte, que me encanta. Lo he intentado tantas veces ya... Ahora, sobre todo por las mañanas, me resulta desagradable el olor del tabaco.

-¿Qué no ha sido nunca?

-Una persona ambiciosa, me conformo con lo que tengo; siempre he sido muy apasionada, muy mediterránea. Me vuelco mucho en todo lo que creo.

-¿Qué no puede imaginarse?

-No puedo imaginarme sin mis hijos, sin Juan, sin mi clan. Y eso que yo soy muy solitaria...; pero ser madre... Era una cría cuando tuve a Rocío, tenía 23 años y la maternidad me llegó sin pedirla. Me costó mucho trabajo adaptarme a ser madre tan joven, pero hoy lo agradezco muchísimo. Lo más excelente de mí lo he conseguido con ellos, son mi ecosistema favorito.

-¿Qué le gusta a usted de ese ecosistema?

-Todo. Es un lugar en el que admiran de mí lo que tengo digno de admiración, y también admiran hasta lo desastre que soy [risas]. Por ejemplo, soy un desastre haciendo tortillas francesas, pero en mi casa se lo pasan bomba viendo lo desastre que puedo llegar a ser.

-¿Qué hace en cuanto puede?

-Siempre llevo un libro en el bolso y, en cuanto puedo, busco un parque en Murcia, aparco mi bicicleta de lunares, me siento en un banco y me pongo a leer.

-¿Qué no le gusta escuchar?

-«¡Mamá, eres muy pesada!». Aunque la verdad es que repito las cosas veinte veces; me he vuelto un poco coñazo en ese sentido.

-¿Qué es divertido?

-Practicar surf. Un día, Juan me regaló un curso de surf en Santander, que me fui a hacer con Rocío. Yo llevaba un aparato corrector en los dientes, llegamos y me encontré con un montón de niñas jovencísimas y estupendas con sus biquinis y sus neoprenos atados a la cintura. Les llevaba por lo menos quince años. Pero me lancé a disfrutar como una más y me encantó la experiencia.

-¿Un sueño por cumplir?

-Tener tiempo y dinero para recorrer Sudamérica.

-¿Qué es la vida?

-La vida es no pensarlo mucho, hay que vivir el instante con toda la plenitud posible. No pensar en nada más: hoy, aquí, ahora.

-¿Qué le resultó curioso?

-Iván me decía hace poco que él creía en el dios de los Pokemon, Arceus. Un dios que se deja ver.

-¿Hay un Más Allá?

-Si lo hay, me da igual dónde vaya y me dan igual las condiciones en las que esté, lo único que me asusta, ya le digo, es no saber encontrar a los que quiero y que ellos no sepan encontrarme a mí, que no seamos capaces de reconocernos.

-¿Qué fue muy extraño?

-Cuando nació mi hija, eso de pensar que alguien tendría que comer de mi cuerpo era algo que me causaba una extrañeza tremenda, porque ni siquiera yo misma era capaz de saber alimentarme. Recuerdo que por entonces yo desayunaba con Coca-Cola; era un desastre. Me producía terror, me daba muchísimo miedo que ella dependiera de mi cuerpo para su alimento. Fue la primera vez que sentí que la vida no era tan fácil.

-¿Qué es una gran putada?

-La tremenda desigualdad en la que vivimos hoy en día. Me produce hasta dolor físico la pérdida de las conquistas sociales que se lograron en siglos anteriores con tanto esfuerzo y tanto sacrificio, y la incapacidad absoluta de crear una sociedad justa e igualitaria.

-¿Qué le ha dejado impresionada últimamente?

-Visité hace unos días los campos de concentración Auschwitz I y Auschwitz II (Birkenau). Qué dolor. No puedes hacer otra cosa que llorar. Te quedas sin palabras, sobrecogido, no das crédito.

-¿En qué cree?

-La única fuerza que nos gobierna es la naturaleza; creo en el poder de la naturaleza. Para mí, es lo más parecido a una religión. Donde más recobro la serenidad es en el mar o en la montaña. Por eso me resulta increíble ver cómo la estamos destruyendo sin parar.

-Extasiada, ¿qué le deja?

-La ternura.

-¿Más que el sexo?

-Sí, para mí es más importante la forma de acariciar que la caricia en sí.

-Pida un deseo.

-¡Una copa de vino blanco!

-¿Qué es una suerte?

-Siempre he contado con gente dispuesta a escucharme.

-¿Qué le gusta mucho?

-Que me hagan reír.

-¿Qué busca?

-Siempre, el lado positivo de las cosas. Con el padre de Rocío, por ejemplo, tengo una relación excelente, nos queremos muchísimo y nos llevamos muy bien. Creo que nuestros caminos se juntaron y ahora compartimos un regalo maravilloso, que es Rocío. Nos hicimos daño, claro; éramos muy jóvenes. Pero me quedo con lo positivo. No puedo vivir con dolor, no sé vivir en guerra. Cuando molesto a alguien con algo que he hecho, a los cinco minutos estoy pidiendo perdón; incluso cuando no he tenido yo la culpa, también pido perdón.

-¿A qué se niega?

-A la imposición, me gusta entender los motivos. Siempre me he llevado mal con el «esto, porque sí».

-¿Qué somos?

-Somos una especie tremendamente devastadora y avariciosa.

-¿Qué descubrimiento recuerda?

-Me enamoré de la poesía con [Mario] Benedetti. Tenía 14 o 15 años. Jamás olvidaré lo que sentí cuando leí su poema 'No te salves'. Tuve la impresión de que estaba escrito para mí. Qué maravilla: «No te quedes inmóvil / al borde del camino, /no congeles el júbilo, / no quieras con desgana, / no te salves ahora, / ni nunca, / no te salves, / no te llenes de calma, / no reserves del mundo, / solo un rincón tranquilo; / no dejes caer los párpados / pesados como juicios, / no te quedes sin labios, / no te duermas sin sueño, / no te pienses sin sangre, / no te juzgues sin tiempo...».

-¿Qué ha dejado dicho?

-Que cuando muera, me incineren y arrojen mis cenizas al mar para que me coman los peces.

-¿Para qué no daría permiso?

-Para que me cortasen la cabeza; me divierto muchísimo con ella.

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