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El presidente del Club Náutico de Portmán, Blas Isaac, posa con la bahía al fondo.
La inmensidad por costumbre
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La inmensidad por costumbre

A Blas Isaac Calventus, presidente del Club Náutico de Portmán, se le ha hecho la mirada a las sorpresas de altamar. «Te habitúas hasta al tiburón martillo»

ALEXIA SALAS

Jueves, 11 de agosto 2016, 12:00

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Se le ha llenado tanto la vista de añil a Blas Isaac que ya no le sorprendería ni cruzarse con la Perla Negra capitaneada por Barbossa. «Cuando llevas cuatro meses sin pisar tierra, te asomas por la borda y ves un tiburón martillo y dices 'ah, vale'», desencanta el exmarino mercante después de 40 años de navegaciones. Sus idas y venidas por el planeta azul podrían componer un sinfín de líneas enmarañadas haciendo ochos por el mapamundi. «Bueno, sí, una vez encontramos 25 ballenas juntas cuando íbamos de las Canarias a Francia, pero terminas viéndolo normal», le quita pompa al mágico encuentro.

  • Quién.

  • Blas Isaac Calventus.

  • Qué.

  • Marino mercante y presidente del Club Náutico de Portmán.

  • Dónde.

  • Bahía de Portmán (La Unión).

  • Valores.

  • Como puerto natural cercano a las minas de La Unión, fue zona clave desde la época romana, pero también el sumidero de 58 millones de toneladas de metales pesados. El vertido realizado por la empresa minera Peñarroya aterró la bahía, que tenía una profundidad de 14 metros. Retirar solo un 10 % de los estériles costará 120 millones de euros, aunque el proyecto sigue encallado en una cadena de obstáculos.

  • Pensamiento.

  • «La Regata Carburo de Plata nació para reivindicar una solución para la bahía».

Ya nació con estrellas de mar en el firmamento en lugar de astros esquivos, pues el marino vino al mundo en el barrio cartagenero, pescador y añejo, de Santa Lucía, de padre capitán de la Marina Mercante. «En casa siempre se hablaba en términos marineros, como 'has perdido el norte' y cosas así», recuerda de una infancia mirando al mar, que lo abocó a embarcarse a los 16 años con permiso paterno.

Después fue respirando los aires de toda la lista de mares que se cantan de carrerilla en las aulas de Primaria: «Todos, del Mar del Norte al Atlántico», da celos este marino grande, en quien confiarías la salvación del buque hospital Esperanza del Mar si la tempestad lo amenazase. Blas ya vio una de las gordas en el Estrecho, de esas que vacían el infierno para atraer a todos sus demonios. «En el mar no te pasa nada. El problema es cuando te acercas a la tierra», confirma las sospechas el veterano marino, que ha podido ver los efectos que este medio adverso causan en los hombres. Ha comprobado con sus propios ojos cómo «el mar descubre la verdadera naturaleza de las personas. He visto cómo el que creíamos un flojo, se viene arriba y da la talla, pero también quién es buen compañero».

Al cuaderno de bitácora habría que adjuntar el viaje mental que recorre cada tripulante desde que deja el puerto hasta el retorno, tal vez meses después. «Hay que tener la cabeza bien amueblada, estar preparado psicológicamente; una vez tuvimos que ir a rescatar a unos filipinos que llevaban varios meses en altamar. Estaban idos», relata de una de sus sorpresas a océano abierto. «Tienes que ser muy tolerante y buen compañero, porque los demás son toda la familia que tienes a bordo, y con ellos charlas mucho, juegas al mus y al dominó. Yo además hacía maquetas de barcos», describe su vida lejos de tierra. Blas sabe que «un buen capitán y una buena cocina hacen un buen barco», por eso valora «los buenos cocineros que he tenido, porque en los barcos se come muy bien, ya que el trabajo es muy duro». Del mar y de la tierra cartagenera le ha quedado «ser de buen comer y además ser cocinillas, porque yo te hago muy bien cualquier cosa, sobre todo pescado», se cuelga los cuatro tenedores.

El presidente del Club Náutico de Portmán no hará en cambio bien la digestión hasta que no vea limpia y revivida la triste bahía y reparado en parte el mayor atentado ambiental del Mediterráneo. Para reclamarlo crearon la Regata Solidaria Carburo de Plata y mantienen izada la bandera negra de la reivindicación: «La única solución que tiene La Unión es Portmán». Sueña el marino, y eso sí le cortaría el aliento de pura sorpresa, con una bahía saneada, con su puerto deportivo y el viejo lavadero de minerales convertido en parque temático, que recuerde la historia inapelable.

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